Ene
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Sí, tan cierta es la Causalidad, como lo es la casualidad
por Emilio Silvera ~
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¿Por qué se forman las cosas que vemos que existen en nuestro Universo? Y, sobre todo ¿Cómo se puede formar la vida y, de entre las muchas formas, algunas que tengan consciencia de Ser.
Al final de todas estas maravillas, nos tenemos que seguir maravillando, ya que, todo lo que existe están formado de Quarks y Leptones.
Bueno, los pensamientos, el Amor, y, algunas otras entidades existentes… ¡Son otra cosa!
Ene
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Viajar a Marte y observar las maravillas que allí encontraremos
por Emilio Silvera ~
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En las vacaciones de este verano, no estaría nada mal poder contemplar, in situ, las vistas que nos ofrece el paisaje de Marte en la sima de Candor Chasma o de Ophir Chasma, ambas en el Valles Marineris, para tener ante nuestros ojos la prueba de que la historia de Marte no nos habla de un planeta estéril. Valles Marineris es, de hecho, el más complejo entramado de cañones fluviales de todo el Sistema solar, ya que tiene una longitud de de 4.100 kilómetros, una anchura próxima a los quinientos y puntos en los que la profundidad alcanza los cuatro kilómetros. Aunque en sus agrestes formas parecen haber intervenidos movimientos internos de la corteza marciana, se da por hecho que fue el agua el verdadero agente natural que modeló lo que podríamos considerar como uno de los más bellos “Parques Nacionales” de todo el Sistema solar.
Escenarios increíbles, tormentas de polvo, radiación y… ¡misterio!
Todos hemos visto, en más de una ocasión, imágenes del planeta Marte de regiones dispares y de variado contenido. Marte, el cuarto planeta desde el Sol, aparece marcadamente rojizo cuando se observa a simple vista. Tiene una delgada atmósfera compuesta (en volumen) por alrededor del 95% de dióxido de carbono, 2,7% de Nitrógeno, 1,6% de Argón, 0,1% de Oxígeno, 0,1% de monóxido de carbono y pequeñas trazas variables de vapor de agua. La presión atmosférica en la superficie es de unos 6 mbar. Las temperaturas superficiales pueden variar entre 0 y -125ºC, siendo la media de -50ºC. Es relativamente común la presencia de nubes blancas de vapor de agua condensada o de dióxido de carbono, particularmente cerca del terminador y en latitudes polares.
Existen dos casquetes de hielo de agua permanentes en los polos, que nunca se funden. En invierno éstos aumentan de tamaño al convertirse en casquetes de dióxido de carbono congelado hasta alcanzar los 60º de longitud. Ocurren esporádicamente tormentas de polvo que llegan a cubrir la totalidad del planeta con una neblina amarilla, oscureciendo los accidentes superficiales más familiares.
Hace algún tiempo que estas imágenes de la NASA parecían mostrarnos “sombras de árboles” sobre la superficie de las dunas en el planeta, que en realidad son caminos de arena, según publicaron numerosos periódicos británicos. Un vídeo circulante en Internet nos mostraron imágenes de supuesta vida en Marte tras un retoque digital. Sobre Marte siempre hemos tenido esa obsesión de la presencia de vida en el planeta hermano.
La superficie de Marte es basalto volcánico con un alto contenido en hierro y, su oxidación, es la responsable de su color característico rojo oxido. El accidente oscuro más prominente, Syrtis Major, dirigida hacia el Este con una inclinación menor que 1º. Existen muchas áreas de dunas de arena rodeando las más grandes los casquetes polares y constituyendo los mayores campos de dunas del Sistema Solar.
Inmensas dunas rodean los polos del planeta
En el pasado existió una intensa actividad volcánica en Marte. Tharsis Montes es la mayor región volcánica, estando Olympus Mons situado en el Noroeste, y la vasta estructura colapsada Alba Patera, en el Norte. Juntas, estas áreas volcánicas constituyen casi el 10% de la superficie del planeta. Hoy no hay volcanes activos en Marte, aunque en el pasado produjeron llanuras de lava que se extendieron cientos de kilómetros.
Tharsis Montes es la mayor región volcánica
Hay distribuidos cráteres de impacto a lo largo de todo Marte, aunque existe una altiplanicie casi completamente cubierta de cráteres, similar a las altiplanicies de la Luna, que cubre casi la mitad de la superficie del planeta, principalmente en el hemisferio Sur. Muchos de los cráteres de impacto más recientes, conocidos como cráteres de terraplén, tienen grandes pendientes en los bordes de su mantos de proyecciones, sugiriendo que la superficie estaba húmeda o llena de barro cuando se produjo el impacto.
Las cuencas de impacto más grandes mejor conservadas son Argyre y Hellas.
Esta es una imagen de la parte de Marte con el Sino Sabaus y de Regio Deucalionis. El cráter a la derecha inferior es Flaugergues, y el doble cráter en la parte inferior izquierda es Wislicenus. Esta imagen fue tomada por el Mariner 6 en 1969. En esta imagen pueden encontrarse muchas características que sugieren ríos Marcianos, e incluso la salida de una llanura central. Se recomienda ver esta imagen en alta resolución. (Cortesía de la NASA/JPL)
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El antiguo Marte
Internamente, Marte probablemente tiene una litosfera de cientos de kilómetros de grosor, una astenosfera rocosa y un núcleo metálico de aproximadamente la mitad del diámetro del planeta. Marte no posee un campo magnético importante. Tiene dos pequeños satélites, Phobos y Deimos. Su diámetro ecuatorial es de 6 794 Km, su período de rotación axial (sidéreo) es de 24,623 horas, su densidad media es de 3,94 g/cm3, y, si consideramos que la masa de la Tierra = 1, la de Marte es de 0,11, el volumen de Tierra = 1, el de Marte = 0,15. La velocidad de escape es de 5,02 Km/s. Su distancia al Sol es de 1,524 UA.

Pero veamos otros aspectos del planeta Marte que, durante décadas impactó en la imaginación de hombres como Giovanni Virginio Schiaparelli, Percival Lowell y Willian Henry Pickering que, a finales del siglo XIX y principio del XX, insistían en despejar las dudas sobre si existían realmente los Canales que hicieron famosos estos personajes de leyenda. Más tarde, hace veinticinco años algo curioso sucedió en las cercanías del planeta Marte. La nave Vikingo 1 de NASA se encontraba volando alrededor del planeta, tomando fotografías de posibles lugares para el aterrizaje de la nave hermana Vikingo 2, cuando descubrió, sobre la superficie, una figura en sombras muy semejante a una cara humana. Una cabeza enorme de unos tres kilómetros de extremo a extremo parecía estar devolviendo la mirada a la cámara desde una región del Planeta Rojo conocida como Cidonia.
Imagínense la sorpresa de los controladores de la misión en el Laboratorio de Propulsión a Chorro, cuando la cara apareció en sus consolas. Sin embargo, la sorpresa duró poco tiempo. Los científicos fácilmente concluyeron que ésta era solo otra meseta Marciana, muy común en los alrededores de Cidonia, solo que esta tenía sombras extrañas que la hacían aparecer como un Faraón Egipcio.
Pero, amigos míos, la nave Mars Global Surveyor le ha abierto a la ciencia un nuevo horizonte en Marte. De alguna forma, el hombre, debe abordar de nuevo desde el principio la búsqueda de la vida en aquel planeta, lleno de secretos que sólo ahora empiezan a desvelarse después de más de un siglo de trepidantes debates entre astrónomos y aficionados.
La nave encontró inequívocos signos de la presencia de agua líquida en el planeta, algo que los científicos llevaban décadas tratando de confirmar. Es conocido que el agua líquida es el principal requisito para la vida tal como la conocemos nosotros, y si en el planeta rojo existe ese preciado elixir, como se ha podido comprobar mediante las investigaciones de la NASA, las posibilidades de que Marte sea un mundo vivo siguen plenamente vigentes.
Nombrar aquí a todos los personajes que, de una u otra manera han intervenido en la esperanza de encontrar vida en el planeta hermano, sería algo tedioso, pero no puedo dejar atrás al astrónomo más destacado de la historia reciente, Carl Sagan fue quien mantuvo siempre la esperanza en un Marte vivo, aunque su muerte ni siquiera le concedió la oportunidad de asistir a las siguientes misiones de la NASA en el planeta rojo, que en contraposición al balance de las Viking han permitido reabrir claramente las esperanzas de hallar vida allí, si no en el presente, tal vez si en el pasado.
El examen de las rocas marcianas realizado por la Mars Pathfinder y su juguetón vehículo todoterreno Sojourner confirmó lo que ya tenían claro muchos expertos: el agua había pasado por allí, probablemente hace muchos millones de años, tal como revelan las huellas dejadas por gigantescas corrientes en las zonas de aterrizaje.
Estudiando el terreno en muchas de las regiones del planeta, de manera clara y precisa, se puede comprobar la presencia de agua que, al parecer, brota desde el subsuelo. Es preciso no perder de vista el carácter altamente volcánico de Marte que, hace mucho tiempo tuvo una gran actividad de importantes erupciones y, la enorme cantidad de lava que corría por inmensas zonas del planeta, entre otras cosas, debieron horadar el terreno abriendo enormes galerías subterráneas que, en la actualidad, al estar situadas en las profundidades del planeta, deben tener una temperatura mayor que en la superficie, están resguardadas de la radiación, y, si el agua corre por allí, no sería nada extraña que, colonias de bacterias, hongos y líquenes estuvieran bien asentadas a ese nivel interior.
15nkaw las imagines más espectaculares de Marte
Tenemos que convenir que Marte, sigue siendo uno de los planetas más misteriosos del Sistema Solar, y, desde luego, es un buen aspirante para encontrar signos de vida presente, o, en último caso, del pasado. Nada puede negar la posibilidad de la existencia de agua líquida que pueda subsistir de forma permanente bajo la protección del suelo marciano, y si existen oasis en el subsuelo no puede descartarse en absoluto que Marte albergue sus propios ecosistemas subterráneos, lejos de la mortífera radiación ultravioleta que llegan desde el Sol y de la que los seres vivos no pueden protegerse en la superficie al no haber una atmósfera lo suficientemente densa.
Noche y día en Melas Chasma de Marte
Cualquiera, hasta un profano, que observe algunas de las fotografías obtenidas en la sima Candor o de Ophir Chasma, ambas en Valles Marineris, tendrá ante sus ojos la prueba de que la historia de Marte no nos habla de un planeta estéril. Valles Marineris es, de hecho, el más completo entramado de cañones fluviales de todo el Sistema Solar, ya que tiene una longitud de 4.100 Km, una anchura aproximada a los 500 y puntos en los que la profundidad, alcanzan los 4 km. Aunque en sus agrestes formas parecen haber intervenido los movimientos internos de la corteza marciana, se da por hecho que fue el agua el principal agente que modeló lo que podríamos considerar como uno de los más bellos y extensos “parques naturales” de todo el Sistema Solar.
A mí, todos estos escenarios me hacen imaginar…¡tantas cosas!
Está claro que, hoy en día sabemos de los océanos y mares que, hace millones de años adornaban el planeta Marte, y, sus Imágenes de hoy, claramente nos hablan de las correntías de rumorosos torrentes fluviales que, corriente abajo, horadaban las superficie del planeta dejando la huella de su presencia allí.
Valles Marineris y otros lugares del planeta tienen las pruebas de lo que Marte, en el pasado fue. Puede ser que Lowell se equivocara sobre la existencia de unos canales construidos por la mano de seres inteligentes en aquel planeta. Él concibió “los canales” como obras de ingeniería de una civilización inteligente para transportar el agua, pero quizá no lo estuviera en lo más importante, es decir, en su convicción sobre la existencia de vida en Marte. Es algo que no sabemos aún pero que, probablemente, no tardaremos mucho en saber.
Una fotografía de la sonda Explorer Spirit, misión de la Nasa que está en Marte, reveló una extraña figura humanoide en medio del terreno rojizo del planeta, que los científicos intentan explicar. Una foto sorprendente de la Nasa, perteneciente a su misión de la Mars Explorer Spirit, causó conmoción al revelar una figura inequívocamente humanoide caminando cerca de una formación rocosa del planeta. Según los escépticos, se trata de una caprichosa formación de las rocas, pero de todos modos la fotografía no deja de asustar y, de camino, despierta la imaginación de lo que podría ser.
De Marte, el planeta misterioso que tantos sueños y pensamientos pudo en nuestras jóvenes mentes, es el enigma que todos queremos desvelar. Si cerramos los ojos y nos imaginamos aquel planeta con océanos, mares, ríos y lagos que, con sus altos volcanes (uno de ellos tiene la friolera de más de 20 Km de altura) y sus bellos paisajes, con una atmósfera como la de la Tierra, en verdad, sería un planeta digno de ser visitado, o, ¿por qué no? para asentar allí la residencia.
Nadie puede sacar de mi cabeza esas ideas que por ella rondan de que, en el pasado muy activo de los volcanes de Marte, la intensa actividad hizo correr la lava que se abrió paso a través de túneles y grutas horadados en las rocas del subsuelo, y, en esas regiones profundas del interior del planeta, el clima es húmedo y más caluroso que en la superficie, además de estar a resguardo de la radiación también, hace posible la presencia de agua líquida en esos lugares, y, si el agua está presente… ¡La Vida andará cerca!: Líquenes y hongos, bacterias y… ¿Quién sabe las formas de vida que podrían estar presentes en aquel planeta?
Cuando podamos ser nosotros, y no los robots, los que vayamos a buscar esas formas de vida… ¡Aparecerán!
¿Qué, el viaje a Marte os haya gustado?
emilio silvera
Ene
7
¿Viajar a Marte? La cuestión no es tan sencilla
por Emilio Silvera ~
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En tiempos pasados la NASA nos hablaba de viajar a Marte en 2.020, y, más tarde, dejó el proyecto para 2.030, y, lo cierto es que, ni en esa fecha están seguros de que el viaje pueda llevarse a cabo con la seguridad requerida para los viajeros.
El Espacio es un lugar inhóspito y las Naves Espaciales de las que podemos disponer, no tienen los medios necesarios para impedir la ingravidez, los peligrosos micro-meteoritos , la radiación cósmica que penetran la nave y dañan los cuerpos…
He dicho no pocas veces que, los pioneros del Espacio serán los Robots de última generación, de prestaciones muy avanzadas. Ellos no necesitan comer, ni dormir, no tienen enfermedades, la radiación no les afecta, y son organismos artificiales capaces de llegar a otros mundos, colonizarlos para nuestra posterior llegada.
Si finalmente consiguen fabricar Robots que tengan consciencia de Ser, y que como los humanos puedan repentizar soluciones a problemas que surjan inesperadamente, entonces sí, se podrá iniciar la conquista del Espacio. Claro que eso, conlleva otro problema: ¿Se conformarán los Robots conscientes de Ser, con que los manejemos los humanos?
Ene
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¿La Biología Cuántica?
por Emilio Silvera ~
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La ciencia no duerme, y, nunca deja de insistir en desvelar secretos profundamente escondidos de la Naturaleza. En uno de los trabajos expuestos en el Blog hablamos de ello, y, ponemos el video como complemento y ampliación.
Ene
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Biología cuántica: Una ciencia que es y no es a la vez
por Emilio Silvera ~
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Imagen de una estructura de ADN molecular en el Museo de Ciencias de Oxford. Allispossible.org.uk (CC)
Los científicos estudian si los seres vivos utilizan las extrañas propiedades de la física cuántica en sus procesos biológicos, pero aún no lo han decidido.
Máquina de computación cuántica
Circula por ahí un chiste sobre los ordenadores cuánticos, esas máquinas del futuro de las que se hablan maravillas: “Los ordenadores cuánticos son extremadamente potentes, y al mismo tiempo aún no funcionan”, cuenta el físico Franco Nori, director del Grupo de Investigación en Materia Condensada Cuántica del Instituto RIKEN, en Japón. El chiste es una parodia del famoso experimento mental del gato de Schrödinger, que estaba vivo y muerto al mismo tiempo.
Y hablando de gatos.. ¿Has oído hablar del gato de Schrödinger?
No, no es una raza de gatos ni tampoco es un gato famoso por sus hazañas; es el nombre de un experimento. Se llama así porque Schrödinger, que era un físico austríaco, en 1935 planteó el siguiente experimento. Ponemos un gato en una caja cerrada, en su interior hay una botella con gas venenoso y átomo radiactivo. Si este átomo emite radiación, la radiación activará un dispositivo que romperá la botella y envenenará al gato.
Por el contrario si el átomo no emite radiación no se romperá la botella, el gato estará vivo. Mientras el gato está dentro de la caja no sabemos si está vivo o muerto. Entonces decimos que la información o función de onda que tenemos sobre el gato es la suma de las posibilidades de que el gato esté vivo y de que el gato esté muerto. Esto se llama una superposición cuántica.
Y es que la física cuántica es así: paradójica, contraria a la intuición de los seres grandes como nosotros, que nos regimos por la lógica de la mecánica clásica y la relatividad einsteniana. En nuestra experiencia cotidiana, algo no puede aparecer al mismo tiempo en dos estados incompatibles entre sí. Las reglas de la cuántica sólo operan en lo extremadamente diminuto; e incluso a esa escala, no siempre funcionan. Pero sobre todo, aún no ha logrado tenderse el puente en el que los físicos cuánticos y los relativistas puedan darse la mano; no hay una teoría que ligue ambos ingredientes en una sola salsa.
Sin embargo, es evidente que las partículas subatómicas son la base de todo, así que podríamos decir, apunta Nori, que “todo en el universo es cuántico… porque todo está hecho de átomos”. Pero aclara: “Sin embargo, no describimos cómo se mueven los satélites o cómo fluye el agua utilizando mecánica cuántica, porque para esto no necesitamos la parte cuántica. Muchos átomos se pueden describir bien clásicamente”. De hecho, añade, “pocos fotones requieren un tratamiento de óptica cuántica; no se necesita”.
Y dado que lo ocurrido en los círculos cuánticos no deja rastro aparente en eso que los no-físicos llamarían el mundo real, ¿cómo podría tener alguna importancia para la vida? Debería quedar perfectamente zanjado que las enormes moléculas en las que se basan los procesos biológicos no pueden enterarse ni de lejos de lo que sucede al minúsculo nivel de los electrones de sus átomos, por mucho que dependan de ello. ¿O sí?
¿Qué es la vida?
En 1944 Erwin Schrödinger, el del gato, publicó un ensayo de divulgación titulado What is Life? (¿Qué es la vida?), basado en una serie de conferencias públicas que había pronunciado el año anterior en el Trinity College de Dublín. En su obra, Schrödinger ataba la relación entre química y biología, y por tanto entre física y biología, en una época en que aún no se conocía que la herencia genética residía en una sustancia ya conocida llamada ADN.
Aunque el austríaco no fue el primero en suponer que la información genética de los seres vivos debía de codificarse en enlaces químicos, sus ideas influyeron en la posterior investigación de la estructura del ADN por James Watson y Francis Crick. Pero Schrödinger hizo algo más: acuñó el término “teoría cuántica de la biología”, refiriéndose al hecho de que las mutaciones son saltos en la herencia, del mismo modo que la energía de las partículas salta de un valor discreto a otro (está cuantizada). “El mecanismo de la herencia está estrechamente relacionado con, o mejor dicho, está fundado sobre, la misma base de la teoría cuántica”, escribía el físico.
Con todo, Schrödinger se quedó corto: además de no extender su idea más allá de los genes, se centró únicamente en cómo la asimetría de las moléculas y sus múltiples formas podían servir para codificar toda la diversidad de la información genética. En cambio, negó expresamente que las transiciones en los átomos pudieran tener alguna influencia en la biología: “La indeterminación cuántica no juega ningún papel biológicamente relevante”, escribió.
A la biología cuántica aún le aguardaba una larga espera. Al menos, hasta 2007. Aquel año, un equipo de la Universidad de California en Berkeley dirigido por el físico Graham Fleming demostraba algo que otros científicos llevaban tiempo barruntando: la fotosíntesis, ese proceso cuasimágico por el que muchos organismos consiguen producir oxígeno a partir del dióxido de carbono, funciona gracias a la física cuántica.
la bacteria verde del azufre
Los investigadores aislaron los centros fotosintéticos de dos microbios, la bacteria verde del azufre Chlorobium tepidum y la bacteria púrpura Rhodobacter sphaeroides, y los bombardearon con pulsos láser para estudiar cómo la energía de los fotones se transfería desde los pigmentos que recogen la luz hasta el centro de reacción, donde se cuece esa química necesaria para la vida. Los mensajeros de esta transferencia son los electrones, que corren alimentados por esa poción mágica de la energía fotónica. Pero ¿Cómo encuentran su camino entre el desorden molecular para evitar perderse y desperdiciar esa energía?
Fleming y su equipo descubrieron que lo hacen como ondas, no como partículas. De este modo, la onda se dispersa para encontrar el mejor camino sin tener que recorrerlos todos uno a uno. Y esta capacidad de estar en distintos lugares al mismo tiempo, o de tener dos estados incompatibles entre sí, es el privilegio de la física cuántica; por fin había nacido la biología cuántica.
Un caos húmedo y caliente
Los análisis químicos y biológicos indican que hay un extraño ecosistema subglacial de bacterias autótrofas que metaboliza iones de azufre y hierro. Según la geomicrobióloga Jill Mikucki, en las muestras de agua existen como mínimo 17 tipos diferentes de microbios, que viven prácticamente sin oxígeno. Nunca antes se había observado en la naturaleza el proceso metabólico mediante el cual los microbios utilizan un sulfato como catalizador para respirar con iones férricos y metabolizar la materia orgánica microscópica atrapada con este compuesto químico.
Pero no tan aprisa. Fleming y su equipo llevaron a cabo sus experimentos en condiciones típicas de la física cuántica; por ejemplo, por debajo de los 100 grados bajo cero. Y está claro que las bacterias no suelen vivir a esas temperaturas. Para un físico, una célula es la peor de sus pesadillas: caliente, húmeda, ruidosa y desordenada. En tan miserables condiciones es imposible que ninguna tarea importante pueda confiarse a la extrema levedad de los fenómenos cuánticos. “Muchos científicos creen que estos fenómenos son tan frágiles que sólo aparecen en sistemas muy simples, compuestos por muy pocas partículas y donde el ruido molecular se congela a temperaturas cercanas al cero absoluto”, resume a el genetista molecular de la Universidad de Surrey (Reino Unido) Johnjoe McFadden.
O al menos eso parecía, hasta que en 2010 dos estudios demostraron que lo dicho para la fotosíntesis en el frío glacial era válido también a temperatura ambiente. Pero, de hecho, éste no es el único sistema biológico en el que la física cuántica puede marcar las reglas, ni siquiera el primero en el que sospechó algo semejante: durante décadas, los biofísicos intuyeron que las enzimas, esos mediadores que convencen a las moléculas para que reaccionen, funcionan según un conocido mecanismo cuántico llamado efecto túnel que permite a una partícula, en este caso un protón, pasar de un estado a otro sin saltar la barrera de energía que los separa, excavando un túnel. En 1989 se mostró por primera vez el efecto túnel en las enzimas.
Con todo esto, parece que la biología cuántica debería ser ya un miembro de pleno derecho del club de las disciplinas científicas. Y sin embargo, ni sus propios patrocinadores se atreven a ir tan lejos. Regresando al chiste del comienzo, Nori aplica a la biología cuántica esa misma doble condición del gato vivo y muerto: “Es a la vez un campo excitante para estudiarlo con precaución en el futuro, y también en el que muchas cuestiones importantes aún no están demostradas”.
“Muchos científicos aún no están convencidos de que estos efectos requieran la mecánica cuántica para explicarse”, apunta a EL ESPAÑOL el físico de la Universidad de Surrey Jim Al-Khalili, coautor junto con McFadden del libro Life on the Edge: The Coming of Age of Quantum Biology (Bantam Press, 2014). El obstáculo esencial es esa diferencia de pulcritud entre los experimentos cuánticos y el aparente caos de una célula viva, que suscita el escepticismo de no pocos expertos. Para el físico de la Universidad de Viena Markus Arndt, este es “un rasgo de la ciencia de la vida, no tan limpia como los laboratorios de física o los tubos de ensayo de la química”. “¿Pueden estas acciones sobrevivir en las escalas macroscópicas de tiempo y tamaño de los medios biológicos? Esta cuestión todavía está abierta”.
La brújula de las aves
La escala temporal que menciona Arndt es uno de los factores que levantan las cejas de los físicos. Un posible ejemplo de biología cuántica muy de actualidad es el sistema que guía a las aves migratorias, basado en el fenómeno de entrelazamiento cuántico. Según estudios en el petirrojo europeo, la luz dispara en la retina un par de electrones gemelos que responden al magnetismo terrestre, como la aguja de una brújula. Un estudio reciente ha prestado nuevo crédito a esta hipótesis. Pero un problema es que este entrelazamiento duraría unos pocos microsegundos. Para los físicos, esto es una eternidad jamás lograda ni de lejos en un laboratorio, y no digamos a una temperatura a la que el petirrojo no se convierta en un fósil congelado.
Sin embargo, el nuevo estudio no es experimental, sino una simulación por ordenador. “Todavía necesitamos pruebas experimentales de que la teoría es correcta”, dice Al-Khalili. El obstáculo principal al que se enfrenta la biología cuántica es la dificultad de llevar sus predicciones al laboratorio. “Los experimentos adecuados para evaluar estas cuestiones son complicados y difíciles de interpretar”, señala Nori. Otra pega es que los científicos aún se resisten a creer que estos mecanismos cuánticos en la biología tengan realmente un significado evolutivo; es decir, que existan porque los seres vivos han encontrado en la cuántica una ventaja aprovechable. “¿Por qué la naturaleza habría seleccionado estas superposiciones cuánticas? ¿Qué propósito tienen?”, se pregunta Nori.

Los expertos no ven demasiado claro que las tecnologías actuales vayan a ofrecer respuestas “en muchos años o unas pocas décadas”, estima Arndt. Y menos en casos todavía más aventurados y difíciles de testar: en 1996, el biofísico del University College de Londres Luca Turin lanzó una idea que trataba de dar respuesta a un enigma clásico de la biología del olfato: ¿Cómo puede nuestra nariz, con un repertorio grande pero limitado de receptores olfativos, detectar más de un billón de olores? La audaz hipótesis de Turin es que los receptores son capaces de distinguir las vibraciones de las moléculas de olor mediante un mecanismo de efecto túnel, lo que ampliaría la gama olfativa. Sin embargo, la propuesta no ha ganado el aplauso general. “La mayoría de la literatura no apoya el modelo de Turin”, dice Arndt.
En resumen, y pese a lo que afirman McFadden y Al-Khalili en el título de su libro, realmente no parece que la biología cuántica esté pasando a la madurez, sino sufriendo aún un larguísimo parto. Y eso que sus aplicaciones podrían ser provechosas, más allá de responder a la pregunta de Schrödinger. Por ejemplo, dominar el efecto cuántico de la fotosíntesis permitiría diseñar células solares más eficientes. Los dos autores subrayan que la manipulación a nano-escala abriría la puerta a logros como la creación de nano-robots que depositen un fármaco en la célula que lo necesita.
Y cómo no, también está el futuro de los ordenadores cuánticos: lo que hace el electrón en la fotosíntesis no es otra cosa que computar la mejor solución a un problema sin tener que realizar las operaciones una por una. La naturaleza ya sabe cómo hacerlo. Curiosamente, Arndt sugiere que los ordenadores cuánticos, a su vez, generarían modelos detallados que darían una respuesta definitiva a las incógnitas sobre biología cuántica.
Por algo la ventaja de los ordenadores cuánticos es que son extremadamente potentes. Si no fuera porque aún no funcionan.
Reportaje de Prensa