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¡Las estrellas! Esos fascinantes objetos

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Estrellas    ~    Comentarios Comments (0)

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Las estrellas, como tantas veces hemos dicho aquí, son, de entre  los objetos que pueblan el Universo, uno de los más importantes, ya que, en ellas, se fraguan los elementos y con su luz y calor, se transmite luz y calor a los mundos que las circundan para que sea posible, en esos planetas, la Vida.

Todos los tipos de estrellas tienen sus propias características y, de manera muy especial, siempre me interesé por la clase G2V, esas estrellas enanas amarillas que, como nuestro Sol, pueden ser tan importantes para los seres vivos que, en otros planetas, puedan estar situados en las mismas o parecidas condiciones que nosotros lo estamos aquí, en el planeta Tierra.

Nuestro Sol, comparado con otras estrellas resulta demasiado pequeño a pesar de lo inmenso que a nosotros nos pueda parecer, y, sin embargo, es la estrella más importante del cielo en cuanto a lo que a la Humanidad se refiere, Sin el Sol, la vida tal como la conocemos en el planeta Tierra no existiría. Es el calor del Sol, su fuerza de gravedad al interaccionar con el planeta, la radiación que emite, su luz que alumbra durante el día en cada hemisferio en función de la rotación y que hace posible que los seres vivos tengan esa referencia para administrar sus vidas de manera conforme a sus necesidades.

ASTROCAM.jpg

                                       NASA/JPL

Existen estrellas que son misteriosas como, por ejemplo, las estrellas de Carbono que abundan en el centro de nuestra Galaxia. Desde hace tiempo sabemos que en las estrellas se forman elementos pesados como el Carbono, el Oxigeno, Nitrógeno y también el Hierro que, de una u otra manera son expulsados al espacio interestelar y, cuando se forman los mundos están ahí presentes para que, en presencia de agua y las demás condiciones necesarias, la vida emerja con naturalidad al formarse, con esos materiales, las moléculas de la vida.

Han sido observadas estrellas que expulsan esos materiales ricos en Carbono y que están en las Nebulosas, ese medio interestelar del que nacen las nuevas estrellas y los mundos nuevos. Un equipo científico analizó la luz procedente de más de 40 nebulosas planetarias -burnujas de gas y polvo que rodean a estrellas enanas blancas muy masivas y emisoras de fuertes radiaciones ultravioletas- y del tipo ordinario de mayores dimensiones y, en todas ellas, detectaron materiales idóneos para que, las moléculas de la vida se pudieran formar.

La de arriba y también el minúsculo puntito rojo que está en en centro del círculo, son la misma estrella: R. Lepori, una estrella de Carbono que también es conocida por los nombres de “Estrella Carmesí”, o, la “Gota de Sangre”.   R Leporis (R Lep / HD 31996 / HR 1607) es una estrella variable de la constelación de Lepus, cerca del límite con Eridanus. Visualmente es una estrella de un color rojo vívido, cuyo brillo varía entre magnitud aparente +5,5 y +11,7. Descubierta por John Russell Hind en 1845, es también conocida como Estrella carmesí de Hind.

A una distancia aproximada de 1100 años luz, R Leporis pertenece a la rara clase de estrellas de carbono, siendo su tipo espectral C6. En estas estrellas, los compuestos de carbono no permiten pasar la luz azul, por lo que tienen un color rojo intenso. En R Leporis la relación carbonooxígeno estimada es 1,2, más del doble que la existente en el Sol. Tiene un radio entre 480 y 535 veces más grande que el radio solar, equivalente a 2,2 – 2,5 UA. Si estuviese en el centro del Sistema Solar, su superficie se extendería más allá de la órbita de Marte. Su temperatura superficial, extremadamente baja para una estrella, está comprendida entre 2050 y 2290 K. Brilla con una luminosidad entre 5200 y 7000 veces superior a la del Sol, siendo la mayor parte de la energía radiada como radiación infrarroja. (Wikipedia)

El concepto de vecindad es relativo e indefinido. Su valor puede variar según sean las distintas medidas de celeridad de los medios habituales de comunicación y según sea la extensión dentro de la cual sirva de medida de relación.

Con el empleo de la expresión “vecina” va siempre implícita o sugerida la idea de que existe una región que no es vecina. La vecina persistente de la Tierra es la Luna; los cometas son sólo visitantes ocasionales. Podemos considerar vecinas del Sol a las estrellas situadas a una distancia comprendida entre los cincuenta y cien años-luz, dejando excluidos a los miles de millones de estrellas de la Vía Láctea. Los planetas y los cometas no son vecinos del Sol, sino miembros de su familia, y los bólidos serían una especie de parásitos cósmicos.

Pero mi intención al comenzar este comentario, era el de exponer aquí alguno de los muchos caprichos cósmicos que en el Universo podemos contemplar y, en este caso concreto, me he decidido por contaros lo siguiente:

Cerca de la famosa estrella Rigel (Beta Orionis), la débil constelación de Lupus (la Liebre) es escenario cada catorce meses de un prodigio de la evolución estelar: R Leporis, la estrella carmesí, cobra vida y regala a los astrónomos toda su belleza al encender en la oscuridad del cielo el resplandor de color rojo más acentuado que puede observarse a través de un telescopio. La encontró el astrónomo inglés John Russell Hind en el año 1845 y dijo de ella, estupefacto, que era como una “gota de sangre”. Desde aquel día, el espectáculo celeste se repite periódicamente cada año y dos meses, cuando R Leporis abandona la oscuridad y resplandece como un candil en un área del firmamento casi vacía de estrellas que contrasta con el fulgor de los soles azules que forman la constelación de Orión.

La constelación de Orión es muy rica en toda clase de sustancias, materiales y elementos diversos y en ella, muchas estrellas están brillando y emitiendo gases al espacio interestelar que ionizan con la radiación ultravioleta que emiten y se producen transiciones de fase que convierten unos materiales en otros muy distintos que posibilitan, más tarde, el surgir de las moléculas de la vida.
Las estrellas muy masivas como Eta Carinae, por ejemplo,  expulsan materiales al espacio circundante antes de que les llegue el final de sus vidas, ya que, tienen tanta masa que la única forma que tienen de continuar viviendo es eyectando materiales al espacio interestelar para descongestionarse. En la imagen de arriba la podéis ver envuerta en una especie de bruma espesa formando su propia nebulosa.

Estrella hipotética de más de 120 masas solares, tan luminosa que se esperaría que se desintegrase por la presión de su propia radiación. Las estrellas supermasivas fueron propuestas como explicación a unos objetos muy brillantes existentes en la Gran Nube de Magallanes, aunque en la actualidad se sabe que son cúmulos de estrellas O ordinarias.

R Leporis es una estrella de Carbono y constituye uno de esos caprichos cósmicos a los que antes me refería y que han permitido al hombre percibir la magia de los cielos y buscar en ellos la belleza de sus orígenes. La ausencia de colores intensos de las que adolece el firmamento se rompe aquí para deleite del observador nocturno, que asistía a un acontecimiento de la Naturaleza extensivo a miles de millones de estrellas y que en el siglo XVII asombró al científico alemán Johannes Hevelius.

A diferencia del Sol y de las estrellas de su clase, que permanecen estables, el brillo de una gran parte de la población estelar es variable, y en algunos casos su ciclo hace oscilar espectacularmente su intensidad lumínica ante nuestros ojos. En R Leporis, más que sus cambios de brillo, la faceta más hermosa es su tonalidad roja, una de las más intensas que puede observarse en todo el cielo, pero otras variables tienen un ciclo que las hace apagarse y encenderse como si fueran faros en la Vía Láctea. Ese es el caso de Mira, a la que Hevelius llamó “la estrella maravillosa” después de que apareciera en el cielo como por arte de magia.

File:Mira 1997.jpg
Imagen de Mira obtenida con el Telescopio espacial Huibble
Si miramos en Wikipedia: “Mira (Ómicron Ceti / ο Cet / 68 Ceti)1 es una estrella variable de la constelación de Cetus, «la ballena». Una de las estrellas más notables del cielo nocturno, su magnitud aparente varía entre +2,0 —siendo en ese momento la estrella más brillante de la constelación— y +10,1 —cuando no es visible a simple vista— con un período de 332 días. Ello ha dado origen a su nombre, Mira, procedente del latín mira, «maravillosa, asombrosa». La distancia a la que se encuentra es incierta; mientras que las mediciones realizadas antes del satélite Hipparcos la situaban a 220 años luz del Sistema Solar, los datos de Hipparcos indican una distancia de 418 años luz, con un margen del error del 14%.
Puede ser que la variabilidad de Mira fuera ya conocida en la antigua China, Babilonia y Grecia.2 Lo que es seguro es que la variabilidad de Mira fue registrada por el astrónomo David Fabricius desde el 3 de agosto de 1596. Al observar el planeta Mercurio, Fabricius necesitaba una estrella de referencia para comparar posiciones, escogiendo una estrella de tercera magnitud cercana antes inadvertida —Mira—. Sin embargo, hacia el 21 de agosto el brillo de la estrella había aumentado una magnitud, mientras que para octubre de ese mismo año no era ya visible. Fabricius supuso que era una nova, hasta que la vio de nuevo el 16 de febrero de 1609.”
Pero muchas son las estrellas que nos podrían fascinar por sus características, sus dimensiones y densidades y por sus materiales.

 

 

Del grupo de arriba destaca Antares, una supergigante M 1,5, 10 000 veces más luminosa que el Sol y con un diámetro que es probablemente más de 500 veces el del Sol. Nos contempla desde 520 a.l. de distancia y tiene una compañera enana. Su color es el rojo intenso.

Aldebaran, la estrella Alfa Tauri, es una Gigante K5. Aparentemente forma parte del grupo de estrella de las Hyades, aunque en realidad sólo está a 60 a.l., aprpoximadamente la mitad de la distancia del cúmulo.

Betelgeuse, la estrella Alfa Orionis, la décima más brillante del cielo, es una gigante tipo M2 que es una variable semirregular. Se dice que está a unos 400 a.l. de la Tierra y su luminosidad es 5000 veces superior a la del Sol pero, si se encuentra a la misma distancia de la Asociación de Orión (como algunos postulan), la luminosidad verdadera sería de 50 000 veces la del Sol. Su diámetro es cientos de veces el del Sol. Su brillo varía a medida que se expande y contrae en tamaño.

Arthurus es la estrella Alfa Boötis, magnitu -o,o4, la estrella más brillante al norte del ecuador celeste y la cuarta más brillante de todo el cielo. Es una gigante K 1 situada a 35 a.l.

Rigel, la estrella Beta Orionis de magnitud o,12 es una gigante B 8 siatuada a 1 400 a.l., su luminosidad es de unas 150 000 veces la del Sol, tiene una compañera de magnitud 6,8, que es a su vez una binaria espectroscópica.

Al lado de estas gigantes, el Sol y otras estrellas resultan minusculos como podemos ver en la imagen y, sin embargo, ya sabemos todos la importancia que nuestro Sol tiene para hacer posible la vida en la Tierra. No por pequeño se es menos importante y, tal verdad, la demuestra el minúsculo electrón que, si no existiera… ¿Cómo se podrían formar los átomos? Y, sin átomos…

¡Qué misterios! ¡Qué maravillas! ¡Qué Universo!

emilio silvera

 

 


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