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El Universo se expande, la Mente también XIII

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Física    ~    Comentarios Comments (2)

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Final de XII

De estos materiales estamos nosotros hechos, y, lógicamente, se fabricaron en las estrellas.

En una supernova, en orden decreciente tenemos la secuencia de núcleos H He O C N Fe,

que coincide bastante bien con un ordenación en la tabla periódica que es:

H He (Li Be B) C N O…… Fe

¿Apreciáis la maravilla? Las estrellas brillan en el cielo para hacer posible que nosotros estemos aquí descubriendo los enigmas del Universo y…. de la vida inteligente.

Pero está claro que, todo el proceso estelar evolutivo inorgánico nos condujo desde el simple gas y polvo cósmico a la formación de estrellas y nebulosas solares hasta los planetas, la Tierra en particular, en cuyo medio ígneo describimos la formación de las estructuras de los silicatos, desplegándose con ello una enorme diversidad de composiciones, formas y colores, asistiéndose, por primera vez en la historia de la materia, a unas manifestaciones que contrastan con las que hemos mencionado en relación al proceso de las estrellas.

Comienza XIII

Desde el punto de vista del orden es la primera vez que nos encontramos con objetos de tamaño comparables al nuestro, en los que la ordenación de sus constituyentes es el rasgo más característico.

Al mismo tiempo nos ha parecido reconocer que esos objetos, es decir, sus redes cristalinas “reales”, almacenan información (memoria) que se nos muestra muy diversa y que puede cobrar interés en ciertos casos, como el de los microcristales de arcilla, en los que, según Cairos-Swith, puede incluso llegar a transmitirse.

Porque ¿qué sabemos en realidad de lo que llamamos materia inerte? Lo único que sabemos de ella son los datos referidos a sus condiciones físicas de dureza, composición, etc., en otros aspectos, ni sabemos si pueden existir otras propiedades distintas a las meramente-físicas.

¿No os hace pensar que nosotros estemos hechos, precisamente, de lo que llamamos materia inerte?

Pero el mundo inorgánico es sólo una parte del inmenso mundo molecular. El resto lo constituye el mundo orgánico, que es el de las moléculas que contienen carbono y otros átomos y del que quedan excluidos, por convenio y características especiales, los carbonatos, bicarbonatos y carburos metálicos, los cuales se incluyen en el mundo inorgánico.

Según decía en páginas anteriores, los quarks u y d se hallan en el seno de los nucleones (protones y neutrones) y, por tanto, en los núcleos atómicos. Hoy día, estos se consideran como una subclase de los hadrones.

La composición de los núcleos (lo que en Química se llama análisis cualitativo) es extraordinariamente sencilla ya que, como es sabido, constan de neutrones y protones que se pueden considerar como unidades que, dentro del núcleo, mantienen su identidad. Tal simplicidad cualitativa recuerda, por ejemplo, el caso de las series orgánicas, siendo la de los hidrocarburos saturados la más conocida. Recordad la sencilles de su fórmula general lo que significa que una molécula de hidrocarburo contiene n átomos de carbono (símbolo C) y (2n+2) átomos de hidrógeno (símbolo H).

El número de protones y neutrones determina al elemento, desde el hidrógeno (el más simple), al Uranio ( el más complejo), siempre referido a elementos naturales que son 92, el resto, son artificiales, los conocidos transuránicos en cuyo grupo están el Einstenio o el Plutonio, artifícales todos ellos.

Los núcleos, como sistemas dinámicos de nucleones, pertenecen obviamente a la microfísica y, por consiguiente, para su descripción es necesario acudir a la mecánica cuántica.

La materia, en general, aunque presumimos de conocerla, en realidad, nos queda mucho por aprender de ella.

Hablemos un poco de moléculas.

El número de especimenes atómicos es finito, existiendo ciertas razones para suponer que hacia el número atómico 173 los correspondientes núcleos serían inestables, no por razones intrínsecas de inestabilidad “radiactiva” nuclear, sino por razones relativistas. Ya antes me referiría a las especies atómicas, naturales y artificiales que son de unos pocos millares; en cambio; el número de moléculas conocidas hasta ahora comprende varios millones de especimenes, aumentando continuamente el número de ellas gracias a las síntesis que se llevan a cabo en numerosos laboratorios repartidos por todo el mundo.

Una molécula es una estructura, con individualidad propia, constituida por núcleos y electrones. Obviamente, en una molécula las interacciones deben tener lugar entre núcleos y electrones, núcleos y electrones y electrones, siendo del tipo electromagnético.

Debido al confinamiento de los núcleos, el papel que desempeñan, aparte del de proporcionar la casi totalidad de la masa de la molécula, es poco relevante, a no ser que se trate de moléculas livianas, como la del hidrógeno. De una manera gráfica podríamos decir que los núcleos en una molécula constituyen el armazón de la misma, el esqueleto, cuya misión sería proporcionar el soporte del edificio. El papel más relevante lo proporcionan los electrones y en particular los llamados de valencia, que son los que de modo mayoritario intervienen en los enlaces, debido a que su energía es comparativamente inferior a la de los demás, lo que desempeña muy importante papel en la evolución.

Desde las moléculas más sencilla, como la del hidrógeno, con un total de 2 electrones, hasta las más complejas, como las de las proteínas, con muchos miles de ellos, existe toda una gama, según decía, de varios millones. Esta extraordinaria variedad de especies moleculares contrasta con la de las especies nucleares e incluso atómicas.

Sin entrar en las posibles diferencias interpretativas de estas notables divergencias, señalaré que, desde el punto de vista de la información, las especies moleculares la poseen en mucho mayor grado que los nucleares y atómicas.

Dejando aparte los núcleos, la información que soportan los átomos se podría atribuir a la distribución de su carga eléctrica, y en particular a la de los electrones más débilmente ligados. Concretando un poco se podría admitir que la citada información la soportan los orbitales atómicos, pues son precisamente estos orbitales las que introducen diferencias “geométricas” entre los diferentes electrones corticales.

Justamente esa información es la que vá a determinar las capacidades de unión de unos átomos con otros, previo el “reconocimiento” entre las orbitales correspondientes. De acuerdo con la mecánica cuántica el número orbitales se reduce a unos pocos. Se individualizan por unas letras hablándose de orbitales, s,p,d,f,g,h. Este pequeño número no proporciona una gran diversidad.

La llamada hibridación (una especie de mezcla) de orbitales es un modo de aumentar el número de mensajes, esto es, la información, bien entendido que esta hibridación ocurre en tanto y en cuanto dos átomos se preparan para enlazarse y formar una molécula. En las moléculas, la información, obviamente, debe de abarcar a todo el edificio, por lo que en principio parece que debería ser más rica que en los átomos. La ganancia de información equivale a una disminución de entropía; por esta razón, a la información se la llama también negantropía.

En términos electrónicos, la información se podría considerar proporcionada por un campo de densidad eléctrica, con valles, cimas, collados, etc., es decir, curvas isoelectrónicas, equivalentes formalmente a las de nivel en topografía. Parece razonable suponer que cuanto más diverso sean los átomos de una molécula, más rica y variada podrá ser su información, la información que pueda soportar.

La enorme variedad de formas, colores, comportamientos, etc., que acompaña a los objetos, incluidos los vivientes, sería una consecuencia de la riqueza en la información que soportan las moléculas ( y sus agregados) que forman parte de dichos objetos. Ello explicaría que las moléculas de la vida sean en general de grandes dimensiones (macromoléculas). La inmensa mayoría de ellas contiene carbono. Debido a su tetravalencia y a la gran capacidad que posee dicho átomo par unirse consigo mismo, dichas moléculas pueden considerarse como un esqueleto formado por cadenas de esos átomos.

El carbono no es el único átomo con capacidad para formar los citados esqueletos. Próximos al carbono en la tabla periódica, el silicio, fósforo y boro comparten con dicho átomo esa característica, si bien en un grado mucho menor.

Refiriéndonos al silicio, que para nosotros es el más importante, señalaremos que las “moléculas” que dicho átomo forma con el oxígeno y otros átomos, generalmente metálicos, poseyendo gran nivel de información, difieren, en varios aspectos, de las moléculas orgánicas, es decir, de las que poseen un esqueleto de átomos de carbono.

El mundo de los silicatos es de una gran diversidad, existiendo centenares de especies minerológicas. Esas diferencias se refieren, fundamentalmente, a que el enlace químico en el caso de las moléculas orgánicas es covalente, y cuando se forma la sustancia correspondiente (cuatrillones de moléculas) o es un líquido, como es el caso de los aceites, o bien un sólido que funde fácilmente. Entre las moléculas que lo forman se ejercen unas fuerzas, llamadas de Van der Waals, que, pueden considerarse como residuales de las fuerzas electromagnéticas, algo más débiles que éstas. En cambio, en los silicatos sólidos (como en el caso del topacio) el enlace covalente o iónico no se limita a una molécula, sino que se extiende en el espacio ocupado por el sólido, resultando un entramado particularmente fuerte.

Al igual que para los cristales de hielo, en la mayoría de los silicatos la información que soportan es pequeña, aunque conviene matizar este punto. Para un cristal ideal así sería en efecto, pero ocurre que en la realidad el cristal ideal es una abstracción, ya que en el cristal real existen aquí y allá los llamados defectos puntuales que trastocan la periodicidad espacial propia de las redes ideales. Precisamente esos defectos puntuales podían proporcionar una mayor información.

Si prescindimos de las orgánicas, el resto de las moléculas que resultan de la combinación entre los diferentes átomos no llega a 100.000, frente a los varios millones de las primeras. Resulta ranozable suponer que toda la enorme variedad de moléculas existentes, principalmente en los planetas rocosos, se haya formado or evolución de los átomos, como corresponde a un proceso evolutivo. La molécula poseería mayor orden que los átomos de donde procede, esto es, menor entropía. En su formación, el ambiente se habría desordenado al ganar entropía en una cierta cantidad tal, que arrojarse un balance total positivo.

emilio silvera

 

  1. 1
    Crusellas
    el 17 de mayo del 2010 a las 22:30

    Bueno amigo Emilio, me he leído de un tirón tus libretas o posts o postales o como queramos llamarlo donde has hablado sobre la expansión de la Mente y el Universo. Y tu exposición me ha parecido un fascinante Big Bang dialéctico. Un aparente caótico estallido de ideas, de información, que al acabar de leer se da uno cuenta que estaban perfectamente interconectadas. Nada ha sobrado en tu discurso, desde luego en modo alguno las “batallas” de abuelo Cebolleta de tu Huelva-Tartessos natal, realmente encantadora la anécdota de Emilito contando a sus amigos de infancia historias de mitología -una de mis absolutas pasiones- sembrando de modo inocente semillas de inquietud y asombro, de cultura y placer en los infantiles corazones de sus compañeros. Eran otros tiempos Emilio, otros tiempos donde valores como esfuerzo, sacrificio, constancia y -sobre todo- prestigio de la Cultura, eran habituales. Y eso permitía que el ser humano creciese más como persona y llegase muy lejos.
    Pero también yo me esoy yendo por los cerros de la cercana Úbeda.
    Has ido hablando de multitud de cosas, entre ellas del contrapunto, has hablado de tu hija profesional y virtuosa del piano y el clave, y aquí aparece mi segunda debilidad: Juan Sebastián Dios (que me perdone alguien la irreverencia) es que para mí, Bach, es lo más parecido a la divinidad que imaginar se pueda. Y como dijo Ciorán: “Si hay alguien que le deba todo a Bach ese es Dios“.
    La música de Bach, el contrapunto, la fuga, nos habla de armonía, de conjunción matemática, de equilibrio, de belleza. La música de Bach es matemática pura, es belleza pura. Y no es casual que Pitágoras basara su filosofía en estos dos pilares: matemáticas y música. Y no es casualidad que los clásicos nos hablaran de la música producida por las más excelsas esferas.
    Todo iba entrando perfectamente, querido Emilio, en tu discurso, como las distintas voces en una fuga. Todo iba sonando a la vez: anécdotas de la infancia, filosofía, sociología, música, química orgánica, música, el horno de las supernovas donde se cuecen los elementos más complejos… y al final toda la orquesta ha sonado a la perfección.
    Gracias Emilio por este esfuerzo divulgativo, una vez más coronado por el éxito.
    Permíteme te dedique como homenaje este Arte de la Fuga, para mí la mejor versión que he escuchado hasta la fecha.
    Creo que este Arte de la Fuga -uno de los hitos musicales de toda la Hª de la Música- es el mejor resumen de todo lo que nos has contado.

    http://www.youtube.com/watch?v=3pC0iHDl_EA

    Un abrazo.

    Responder
    • 1.1
      emilio silvera
      el 18 de mayo del 2010 a las 9:58

      El abrazo que me envias es de ida y vuelta, asi que, recibelo tu tambien. No esta nada mal comenzar la mañana oyendo la sin par musica del genio. Por otra parte, al leerte, llego a la conclusion de que, efectiavamente, tenia toda la razon aquel que dijo: ” No solo de pan vive el hombre”. Tambien tenemos que alimentar eso que denominamos nuestro espiritu.
      En esas Libretas a las que te refieres (mas de 80 de 200 paginas cada una, escritas a mano y con dibujos graficos de mi hija Maria), estan encerradas muchas horas de mis pensamientos y, desde luego, retazos de mi vida que, al escribir sin rumbo fijo, los recuerdos que afloran a la memoria quedan plasmados en esas hojas en blanco y que, muchas veces no son publicadas por pudor.
      Gracias amigo, reconforta saber que, al menos algunas personas comparten con nosotros los sentimientos y los valores que, inculcados en la infancia, nos acompañan durante toda nuestras vidas. Por lo demas, el deseo de saber y transmitir esa pequeña parte del conocimiento a otros es el indicativo de que somos animales sociales. Alguien decia que un hombre solo esta en mala compañia, y, llevaba toda la razon, ¿a quien sino le podemos enseñar nuestra obra o contar nuestras ilusiones?
      Un cordial abrazo querido amigo.

      Responder

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