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En el Diario El Mundo, me encuentro esta Joya

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Noticias    ~    Comentarios Comments (0)

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En un Apartado que llaman: El Escorpión, Alejandro Gándara nos comenta sobre:

“Por qué hay que temer a las hadas”

 

 

El biólogo Richard Dawkins (autor de El gen egoísta) recomendaba hace poco que no se educase a los niños en dioses ni hadas, porque eso eran falsedades. No es fácil hallar pensamientos tan simplistas, o tan simples, tan positivistas, digamos, negando la realidad de la imaginación y de la fuerza de las imágenes. Preguntaríamos a Dawkins, en primer lugar, dónde está ese sitio donde educan a los niños en dioses y hadas, ya que por lo que sabemos los educan más bien en aritmética (apenas matemáticas), idiomas (que crean buenos azafatos) y luego un poco de historia (divulgativa) y de informática (necesaria para ser empleado). Ciertamente, hay sitios donde los educan en el Dios uno y trino, pero fuera de eso, que por otro lado forma parte de la biografía curricular y de la guerra, no se tiene noticia de semejante pedagogía. Y en segundo lugar, de dónde saca esa convicción un biólogo que afirma que el cuerpo humano es un mero vehículo de genes que van por su cuenta y que lo utilizan para sus propios intereses de supervivencia. He ahí fantasía a chorros.

Dejando aparte esta filosofía de aficionado, debemos aclarar que los duendes, las hadas, los dáimones y los dioses, no son imágenes inventadas, sino imágenes que se imponen por su persistencia a la mente humana de toda cultura y condición. Es además una manera de acercarse a la vida natural con una atención distinta y apasionada de la que resultan efectos prácticos y una forma de conocimiento similar a la científica, como explicó clásicamente Lévi-Strauss en sus estudios sobre el pensamiento salvaje.

Sea dicho todo esto como introducción de la novela de George MacDonald, especialista en hadas y maestro de escritores (C. S. Lewis, Auden), germinal en lo contemporáneo de su género y referencia absoluta: Fantastes (Atalanta, traducción de Juan José Llanos).

El mundo natural de MacDonald es un mundo completamente animado, donde el bien y el mal se hallan tan entrelazados que difícilmente se pueden aplicar categorías morales absolutas. Se trata de una constatación de que la naturaleza desencadena sus fuerzas más allá de la voluntad de los sujetos humanos y de que ese desencadenamiento procede a su vez de una arbitrariedad que nos excede, de un pensamiento, suponiendo que lo haya, del que están excluidos los seres particulares. Lo que nos rodea, inerte o no, forma en su conjunto un organismo (vivo, como no puede ser de otra manera) activo, que modela la vida y que despierta en nosotros sentimientos y emociones radicales. Éste es el verdadero mundo de las hadas y no las tonterías a lo Walt Disney que Dawkins parece tener en la cabeza para sus ramplonas aseveraciones.

Su gramática es un espejo de la de los sueños (que para Dawkins supongo que también serán anatema) y en cuanto tal pertenece al género de las realidades absolutas: aquellas en las que el individuo siente que no controla su medio ni las acciones que se despliegan en él; algo que curiosamente le vuelve infinitamente atento y consciente de su posición en el medio. Ésa es la razón por la que el relato de MacDonald es maravilloso y aterrador a un tiempo. Todo cobra vida con una voluntad ajena y casi siempre inescrutable. Todo produce miedo y todo invita al amor. Y con insistencia el alma se pregunta qué puede hacer entre todo eso.

No escribe MacDonald para la infancia, pues su imaginación es laberíntica, tortuosa, plagada de gestos y matices, a ratos kafkiana, reiterativa en sus efectos, buscándolos siempre desde cien ángulos distintos y multiplicando las perspectivas de lo mismo. Gradualmente, el lector se siente flotar y fluctuar sobre la superficie de aquello en lo que había creído hasta entonces. Algo de los viajes al Hades se insinúa también en las consecuencias de ese trayecto por lo invisible.

En fin, no se lo pierdan.”

Como verán, no tiene desperdicio y nos lleva a la sinrazón de un Dawkins que, a pesar de sus probadas buenas ideas, también él (como todos en alguna oportunidad), puede caer en la sin razón-

Me he limitado a poner algunas imágenes en el magnifico trabajo para hacerlo más ameno.

Publica en el Blog: emilio silvera

 


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