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Sobre nuestro Sistema solar

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en El Sistema Solar    ~    Comentarios Comments (0)

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File:Artist Concept Planetary System.jpg

Aun no hemos podido tomar una intantánea de nuestro Sistema Planetario y, nos tenemos que conformar con alguna concepción artística del mismo que nunca podrá reflejar la realidad, sino que tan sólo será una triste aproximación de lo que realmente es complejo conjunto de mundos gitando alrededor del Sol en complejo equilibrio que llamamos sistema solar.

¿Quiém de ustedes no ha sentido curiosidad alguna vez por cómo se formó? ¿Qué estrella sería la que al final de su vida, sembró toda la región con una Nebulosa de la que surgieron todos los cuerpos que hoy podemos estudiar, desde el Sol hasta el último de los planetas y sus lunas acompañantes?

Nosotros, hemos venido a caer en un planeta de extraordinaria riqueza de materiales y posibilidades. Precisamente por eso, ha sido posible que tras un largo período de tiempo evolutivo, surgiera la vida inteligente que ha llegado a saber de su situación en el Cosmos, en una Galaxia espiral con doscientos mil millones de estrellas repartidas en una inmensa superficie de cien mil años-luz de diámetro, dónde el sistema solar ocupa una mínima fracción de espacio situado en el interior del Brazo de Orión, a unos 30.000 años-luz del Centro Galáctico.

File:Protoplanetary disk.jpg

La formación del Sol y de los planetas fue lenta, lo que marcaba el ritmo del Universo que se rige por un “Tiempo” muy distinto al nuestro de corto recorrido. Lo que para nosotros es toda una vida, para el Universo es menos que el pestañear de nuestros párpados. Todo en el inmenso Universo se hace a lo grande y, en esa dinámica celeste, el Sistema Solar tardó mucho en fraguar a partir de aquella Nebulusa.

Hemos podido a saber de todo esto y conocemos que, nuestra sistema planetario, es simplemente uno más entre un sin fín de ellos que pululan por la Galaxia Vía Láctea y por otras muchas que, como la nuestra, atesoran maravillas como la propia Tierra y, lo más seguro será que también, especies inteligentes que observen y traten de descubrir el origen de su existencia como nos pasa a nosotros.

En nuestro caso, las teorías son muchas y, de entre todas ellas, prevalece la más probable de que una  gran Nube Molecular de gas y polvo y rica en todo tipo de materiales, surgió de una explosión supernova y tras mucho tiempo de gestación, hace ahora unos 5.000 millones de años, surgió la protoestrella que más tarde sería nuestro Sol y se formaron los planetas y demás cuerpos que alrededor de él orbitan.

http://apod.nasa.gov/apod/image/0912/orionproplyds_hst_big.jpg

Esta imagen nos viene como anillo al dedo para representar el tema del que comentamos. Imagen del Telescopio Espacial Hubble (HST) de los discos protoplanetarios en la Nebulosa de Orión, un “criadero de estrellas” probablemente parecido a la nebulosa en la que se formó nuestro Sol.

Lástima que nosotros, los ocupantes “inteligentes” de la Tierra,  pese a poseer potentes y magnificos telescopios, no podemos ver en todo su conjunto, la maravillosa Imagen del Sistema Solar al completo y en toda su plenitud, y,  simplemente,  nos tenemos que conformar con ver partes fraccionarias del mismo y que corresponden a las regiones más cercanas que nos circundan en espacios más cercanos que nos permiten captar con nitidez, los objetos y cuerpos que nos son tan familiares de nuestro entorno. Sin embargo, al ritmo que marcha la Ciencia y las Tecnologías, no se tardará mucho en el tiempo futuro para que podamos articular sofisticados aparatos que dotados de otras técnicas nuevas, se desplazarán hasta las distancias necesarias para que, la perspectiva completa de nuestro Sistema Solar esté a nuestro alcance.

 Urano, el séptimo planeta desde el Sol con su color azul verdoso es inconfundible que es debido a la absorsión de la luz roja por el metano de su atmósfera superior que es del 2%, mientras que el resto está formada por el 83% de hidrógeno y el 15% de helio.

Una carta celeste nos dirá, por ejemplo, la situación exacta de Urano, que se desplaza lentamente entre las estrellas más débiles que podemos observar a simple vista. Estándo situado a una distancia de unas veinte veces la de la Tierra al Sol, fue más que suficiente para que, en la antigüedad no fuera conocido, su distancia lo impedía en aquella época de rudimentarios telescopios y, ahora, a nosotros nos pasa igual en relación al conjunto del Sistema Solar.

El Sol liberó una gran cantidad de calor que provocó la aglomeración de la materia; algunos cúmulos de materia medían varios kilómetros. Cuando la nebulosa protosolar colapsó hizo que el disco girara más rápido y el material se condensó, de modo que los átomos comenzaron a colisionar. El centro de la nebulosa se volvió cada vez más caliente que el círculo de su alrededor. La forma de disco se hizo más pronunciada, también conocida como disco protoplanetario, con un diámetro de unas 200 Unidades Astronómicas y una protoestrella en el centro: el Sol.

Pasados 100 millones de años, aumentó mucho la temperatura y la presión en el núcleo del Sol, y su hidrógeno empezó a fundirse. Se creó una fuente de energía interna que contrarrestó la fuerza de contracción gravitacional, hasta alcanzar el equilibrio hidrostático. Los planetas se formaron a partir de una nube de gas y polvo, conocida como nebulosa solar, gracias a la aglomeración de granos de polvo en órbita alrededor del Sol. Primero se formaron cuerpos  que incrementaron gradualmente su masa por colisiones constantes durante los siguientes millones de años.

En el exterior se formaron cuatro grandes masas que dieron origen a los planetas gigantes gaseosos. La fuerza de la gravedad de Júpiter hizo imposible que se unieran los objetos protoplanetarios, hoy conocidos por el nombre de cinturón de asteroides. Júpiter y Saturno pudieron juntar mucho material y se convirtieron en gigantes gaseosos, mientras que Urano y Neptuno capturaron mucho menos material, y son conocidos como gigantes de hielo porque sus núcleos están hechos principalmente de hielo.

File:Kuiper oort es.png

El conjunto de lo que llamamos sistema solar y que contiene a todos los planetas más sus 61 (¿o eran más) satélites conocidos, además de incontables asteroides, cometas y meteoritos conforma todo “nuestro barrio” local. El afelio de la órbita de Plutón, a más de 7 300 millones de kilómetros del Sol, determina el límite exterior del sistema planetario conocido, aunque muchos objetos del Cinturón de Kuiper se encuentran más allá de límite y algunos cometas de período largo viajan quizá hasta una distancia igual a la mitad de la distancia de la estrella más próxima.

Eros, captado por la sonda NEAR. | NASA

    Preduzcos como éste nos amenazan. Es el asteroide Eros y ya se ha paseado cerca de la Tierra

Los asteroides son nuestros vecinos más cercanos, están de una u otra forma, vinculados a nuestro destino. Los que cruzan nuestra órbita son llamados los geocruceros.  Los Astrónomos han  consideraron las trayectorias de los asteroides susceptibles de poner fin a millones de vidas humanas sobre nuestro planeta. Acordaos del ya famoso Apophis, un asteroide de pequeño tamaño, unos 250 metros de anchura que, sin embargo,  podría representar una amenaza.  Estimamos actualmente a una entre 45 000 la probabilidad que esta piedra venga para estrellarse en el océano Pacífico el 13 de abril de 2036.

El amenazador asteroide Apofis se aproxima el jueves a la Tierra

La famosa roca del diámetro de tres campos de fútbol, considerada un riesgo para 2036, se acercará en esta ocasión a 37 distancias lunares. Finalmente, los científicos han determinado que no será una amenaza cierto, pero… ¿Y otros?

Gracias a que en 1608 se inventó (por casualidad) el Telescopio, pudo Galileo hacer su inmenso trabajo que abriría el campo hacia un nuevo horizonte mucho más lejano que el que hasta entonces temíamos de la concepción del Universo y de las estrellas que lo pueblan. Él podríamos decir que fue el primero que señaló el camino a seguir. Más tarde, vendrían muchos más que como Tycho Brahe y Kepler, Newton o William Herschel… nos dijeron lo que en el espacio ocurría.

No sería justo adjudicar el mérito de los comienzos a nuestro entorno cercano. Civilizaciones del pasado remoto como la Sumeria, los Babilónios, los Chinos, Egipcios o Hindúes, también tuvieron mucho que decir al señalar el camino celeste de las estrellas. Más tarde vendrían los Griegos, Mayas…y otros pueblos que, cada uno a su manera de ver las cosas, dejaron su impronta del Cosmos que, como una guía inicial en el estudio de una disciplina, más tarde seguimos nosotros para profundizar más y perfeccionarla. Hoy, podemos decir con orgullo que tenemos unos profundos conocimientos del Universo sólo limitados por nuestras propias limitaciones en el saber que no hemos podido alcanzar todavía. Y, no sabría decir qué medidas podríamos tomar para salvar la grave situación que se nos presentará el día que se nos venga encima un cuerpo de grandes proporciones.

Hasta ahora, hemos tenido mucha suerte los miembros de la especie Humana.  Probablemente un acontecimiento como el que arriba podemos ver podría eastar a la “vuelta de la esquina” y, con los medios actuales, poco podríamos hacer. La realidad es muy diferente a esas películas de Hollywood que todos hemos visto, en las que, el protagonista y su equipo, se sacrifican y salvan la Tierra.

Millones de asteroides frecuentan la región del espacio y tenemos el escudo protector de Júpiter que, al ser una planeta de inemnsa masa, atrae a muchos de los “excursionistas que se nos acercan a nuestras inmediaciones. Pero la suerte no dura para siempre. El cinturón de Kuiper contiene más de mil mil millones de cometas y por lo menos tanto en la nube de Oort. Todos estos objetos sufren las leyes de la mecánica celeste y su ballet alrededor del Sol es caótico por naturaleza.  La menor perturbación bastaría para desviar su órbita. Simplemente con que un asteroide sufriera una perturbación mínima pasando cerca de un satélite de Júpiter para que su trayectoria sea desviada peligrosamente con destino a la Tierra.

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    Sistema solar de Kepler-22b en comparación con el nuestro

Claro que todo, absolutamente todo en nuestras vidas, debe ser tomado con cierto humor y, los científicos, esos señores con bata tan serios, de vez en cuando tienen algún destello de humor unido a alguna excentricidad. Por ejemplo, llamar “Goldilock” a la zona de habitabilidad de un sistema solar. Seguro que todos recuerdan el cuento de Ricitos de oro (Goldilock) en el que una niña entraba en la cabaña de unos osos y encontraba unos cuencos de sopa. Uno era demasiado grande; el otro, demasiado pequeño; en uno la sopa estaba demasiado caliente; en el otro, demasiado fría…

En la búsqueda de planetas habitables en el universo, los científicos se encuentran en una situación similar a la de la niña del cuento. En ocasiones, los planetas descubiertos se encuentran demasiado cerca de su estrella solar, lo que los convierte en planetas demasiado calientes y abrasadores para albergar alguna posibilidad de vida. En otras, en cambio, están demasiado lejos de la fuente de calor, lo que los hace gélidos y helados. La mayor parte de los exoplanetas encontrados son gigantes gaseosos, varias veces mayores que Júpiter, y se encuentran dispersos y alejados de esa confortable zona de habitabilidad en la que la temperatura es aceptable para que se pueda encontrar agua líquida, o incluso la posibilidad de albergar algún tipo de organismo vivo.

Via_Lactea.jpg

Claro que, sobre todo, debemos ser humildes y ser conscientes de que, nuestro Sistema Solar, es tan sólo una fracción pequeña, muy pequeña comparada con el contexto de nuestra Galaxia en la que, además del Sol y de la Tierra y de  nuestros planetas vecinos, están presentes muchímas más estrellas y sistemas solares que, como el nuestro, tendrán la misma opción de contener, en alguno de sus planetas situados en la zona adecuada, formas de vida que, como la nuestra, esté también, observando el Universo y planteándose las mismas o parecidas preguntas que nosotros nos hacemos y estarán también, preocupados por los mismos problemas que nosotros. Fijaos en la representación de arriba, el pequeño “mundo nuestro” comparado con la totalidad de la Galaxia.

Cierto es que la Tierra y la Luna son (junto con el Sol) y el resto de planetas de la vecindad,  lo único que tenemos para que nuestras vidas estén “garantizadas” hasta donde puedan realmente estarlo, y, es lógico que sintamos un poco de preocupación por lo que en nuestro entorno pudiera pasar. Simplemente por el hecho de que la Luna no estuviera ahí, las cosas se nos pondrían muy mal: Años de 1.000 días, días de 8 horas, holas de 30 metros en los océanos del planeta…Y un sin fín de problemas más que no quiero ni pensar.

Saber y conocer nuestro Sistema Solar, nuestra vecindad más próxima, nos dará la opción de poder paliar más adelante, cualquier acontecimiento no deseado que se nos pudiera venir encima y, si la cosa es de extrema graverdad, debemos prepararnos para cuando eso llegue (que llegará) poder escapar hacia otros planetas que, como la Tierra, nos pueda dar alojamiento. Y, si hacemos eso antes de que llegue el fatídico momento… ¡Mucho mejor!

emilio silvera

 


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