miércoles, 24 de abril del 2024 Fecha
Ir a la página principal Ir al blog

IMPRESIÓN NO PERMITIDA - TEXTO SUJETO A DERECHOS DE AUTOR




¿Aquellos Viajeros! La Aventura, descubrir…

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en General    ~    Comentarios Comments (0)

RSS de la entrada Comentarios Trackback Suscribirse por correo a los comentarios

Todavía no sabemos con certeza dónde surgió por primera vez el cero, y el concepto de nada, de  vacío, llegaron los mayas de manera independiente.   Algunos sitúan la aparición del cero en China.  No obstante, nadie discute la influencia india, y todo aparece indicar que fueron ellos los primeros que emplearon a la vez los tres nuevos elementos en que se funda nuestro actual Sistema numérico:

  • una base decimal,
  • una notación posicionad y cifras para diez, y
  • sólo diez, numerales.  Y esto ya establecido en 876.

En algún momento se dio por hecho que el cero provenía originalmente de la letra griega omicrón, la inicial de la palabra ouden, que significa “vacío”.

Estamos comentando hechos y sobre personajes que, en distintas épocas y partes del mundo, hicieron posible el avance de nuestros conocimientos, todos y todo contribuyó a ello, cada cosa y cada personaje en su medida, pero todos y todo junto, lo hizo posible.  Hoy nosotros,  podemos aprender de todo aquello, y podemos saber como llegaos a conseguir los conocimientos que tenemos en muchos aspectos de nuestras experiencias transmitidas por estudiosos de hace muchos siglos.

Aquellos hombres arriesgaban sus vidas por saber, fueron muchos de los clásicos griegos los pertenecientes a este grupo viajero, y, a pesar del riesgo que ello conllevaba, viajaban a lugares lejanos buscando saber de matemáticas o de astronomía.

También proliferaban los viajeros guerreros y aventureros.  Los mercaderes y comerciantes, por aquellos tiempos, fueron el ejemplo de hombres viajeros audaces que, buscando fortuna eran capaces de llegar hasta el fin del mundo (como se solía decir entonces).

Columnas de Hércules. En lo que hoy conocemos como el Estrecho de Gibraltar, donde se unen el Mar Mediterráneo con el Océano Atlántico, en una punta Tarifa, un pueblecito de Cádiz (Andalucía) en España y, en la otra punta, Marruecos. En cada uno de estos extremos, dicen los antiguos fenicios y griegos que estaban las Columnas de Hércules.

Los griegos había descubierto el Atlántico en el s. VII a.C., cuando dieron el nombre de columnas de Hércules a la que hoy es el estrecho de Gibraltar.  Según Hecateo, el mundo era básicamente un plato plano y circular, cuyo centro estaba cerca de Troya o de la actual Estambul, y el mar Mediterráneo era una vía de acceso a un océano que circundaba toda la tierra.  A finales del S. VI, en el sur de Italia, un seguidor de Pitágoras propuso la idea de que la tierra era una esfera, una de los diez unidades de ese tipo que giraban alrededor de un fuego ubicado en el centro.  Sócrates y Platón aceptaron la perspectiva pitagórica y el primero llegó a decir que la tierra era plana en apariencia debido a su enorme tamaño.

Los griegos sabían que la tierra firme se extendía desde España hasta la India y había rumores de que incluso más allá.

El primer viajero del que se tiene noticias es Piteas, que vivió en Massalia (la actual Marsella).  Gracias a barqueros que habían recorrido el Ródano y conocido a otros viajeros, los habitantes de Massalia sabían que existía al norte un mar lo suficientemente grande como para contener islas, en las que se producían metales preciosos y una sustancia resinosa de color amarillo oscuro, muy apreciada debido a su belleza, denominada ámbar.  Sin embargo, el Ródano no llegaba hasta este mar y nadie sabía en realidad lo lejos que estaba.

Hacia el año 330 a.C., unos marineros que regresaban tras viajar al Mediterráneo occidental informaron de que, en esta ocasión, las Columnas de Hércules no estaban siendo defendidas.  Era la oportunidad que los mercaderes de Messalia habían estado esperando:

Piteas refiere que “visitó una isla llamada Thule, la que considera la más septentrional del archipiélago británico, y a la que llegó tras seis días de navegación desde el norte de Escocia o las islas Orcadas. Según distintos cálculos, esta isla se situaría a unos 64 ó 65ºN. Cuenta Piteas que los habitantes de Thule vivían de la ganadería, apicultura y agricultura y allí la noche sólo duraba 2 ó 3 horas en verano. Y nos cuenta también que, a un día de navegación hacia el norte, comenzaba el lugar donde “la tierra propiamente dicha no existe, ni el mar ni el aire, sino una mezcla de estos elementos…”

Se escogió a Piteas para realizar este viaje y se le equipó con una embarcación de unos cuarenta metros de largo (más grande de las que emplearía Colón).  Bordeando el continente, Piteas finalmente alcanzó el norte de Francia y luego, en medio de la niebla y la lluvia, pasó entre Inglaterra e Irlanda en dirección norte hasta llegar a las Orcadas y a continuación fue más allá de los Shetland y las Feroe y se encontró con una tierra en la que, durante el primer día del verano, el Sol permanecía durante veinticuatro horas por encima del horizonte.

Piteas denominó a este lugar Tule, y durante siglos Última Tule se consideró el fin del mundo en esta dirección  (es posible que se tratara de Islandia, Noruega o incluso algunas de los Shettand o las Faroe). Piteas regresó por Dinamarca y Suecia y descubrió un gran mar interior, el Báltico, donde comenzó su búsqueda del País del Ámbar.  En su recorrido, descubrió ríos que fluían de sur a norte (como el Oder y el Vistula) y entendió que a través de ellos las noticias sobre el mar del norte habían llegado al Mediterráneo.

(Existen mapas con la supuesta ubicación de la mítica Thule, se pueden ver en  Imagen Geographos. com)

Cuando regresó  a casa, muchos se negaron a creer su historia y luego los cartagineses se hicieron con el control de las Columnas de Hércules, cerrando de nuevo el paso del Atlántico.

Por otro lado, los griegos sabían que más allá de Persia había un lugar llamado India.  Habían escuchado relatos fabulosos sobre un rey tan poderoso que podía usar en la guerra mil elefantes, e historias de hombres con cabezas de perro y de gusanos enormes, capaces de arrastrar un buey o un caballo hasta el río para devorarlos allí.

El año 331 a.C., Alejandro Magno comenzó la serie de conquistas que lo llevarían más allá de Persia, hasta Afganistán y el río Indo, en el que encontró a los cocodrilos, los gigantescos gusanos de los que hablaban las leyendas. Siguió el curso del río hasta llegar al gran océano del que le habían llegado rumores.  Era un hecho: la tierra estaba en verdad ordenada por el mar como los antiguos habían dicho.

Todos los detalles de estos viajes empezaron más tarde a ser reunidos por los estudiosos, especialmente en la famosa biblioteca de Alejandría (ya comentaré algo sobre este tema más adelante), donde Eratóstenes (276-196 a.C.), probablemente el primer geógrafo matemático de la historia y uno de los bibliotecarios más destacadazos de la institución, se propuso crear el mapa más preciso del mundo.  Igualmente, calculó que la circunferencia de la Tierra tenía algo menos de 40.200km.

El eminente geógrafo Estrabón, quien desconfiaba de los relatos de Píteas y sus pretendidos descubrimientos. Nunca creyó en sus aventuras que, decía estar llenas de fantasías y que cada detalle era aumentado y magnificado a su antojo.

Eratóstenes, que también calculó la cantidad de tierra habitable del planeta según el clima y desarrolló el concepto de latitud, lo que le permitió localizar de forma más precisa ciudades como Alejandría misma, Massalia, Asmán y Meroe, que había sido descubierta río arriba.  Más tarde, Hiparlo amplió el trabajo de Eratóstenes, quien hacia 140 a.c., ajustó la circunferencia de la tierra propuesta por su predecesor y trazó líneas de latitud separadas un grado entre y a las que demonio klimata, que es de donde procede nuestra palabra clima.

El primer gran aventurero del Atlántico, después de Piteas, y el primer explorador cristiano de la historia fue el monje irlandés conocido como san Brandán (o Barandán) el Navegante.  Nacido hacia el año 484 cerca de Tralee y ordenado sacerdote en 512, Brandán creció escuchando los relatos de muchos pescadores irlandeses que se habían hecho a la mar y habían regresado con historias sobre unas islas situadas al oeste del país.

Brandán, según cuentan, era hombre decidido y, en compañía de otros dieciséis monjes, allá por el año 539, partió a la búsqueda de la “Tierra prometida de los Santos” en un viaje de los viajes de proporciones épicas.  Fue tal su reputación que, incluso se le atribuyen viajes de otros.

Viajaban guiados por las estrellas y habiendo prestado atención a la migración de las aves, navegaron hacia el oeste durante cincuenta y dos días, tras lo cual llegaron a una isla y desembarcaron en ella.  Allí sólo había un perro para recibirles, pero en cualquier caso, levantaron un refugio y descansaron.  Cuando iban a partir de nuevo, apareció un isleño y les ofreció comida.  Seguidamente encontraron una isla en la que había rebaños de ovejas blanquísimas y arroyos repletos de peces.  Decidieron pasar allí el invierno y fueron acogidos en un monasterio.

Continuaron el viaje y visitaron otras islas del Atlántico, como por ejemplo la Isla de los hombres fuertes, que estaba cubierta por una alfombra de flores blancas y púrpuras.  Los monjes también navegaron alrededor de una enorme columna de cristal que flotaba en el océano y pasaron cerca de una isla de “herreros gigantes” que le arrojaron terrones de escoria al rojo vivo.  (Decidieron que ésta era la frontera exterior de infierno).  Otra montaña que vieron más al norte, arrojaba fuego y humo al cielo.

En ningún lugar pudieron hallar la tierra que constituía el objetivo del viaje.  Se especuló mucho, pero nadie sabe a ciencia cierta, qué lugares visitaron.

La historia de los mongoles, escrita por Juan de Plano Carpini, que inició su viaje en la Pascua de 1.245, tuvo un gran éxito y, su viaje y descripción contada en este libro, fue una importante contribución al conocimiento de Oriente.

El interés por Oriente podía advertirse especialmente en Europa en un punto de Italia, Venecia, cuyos mercaderes se habían mantenido vinculados con los comerciantes árabes y musulmanes, que les proporcionaban artículos procedentes de países situados más al este.

Ya se han cumplido más de 687 años desde la muerte de Marco Polo pero, las historias de su mítico viaje perviven y, no pocas veces, nos traen la fantasía de aquellos lugares desconocidos y maravillosos que, en aquellos tiempos pudo contemplar para su asombro.

Esta fue la razón de que los hermanos Polo, Nicolás y Mateo, decidieran abrirse camino en Asia en 1.260.  Este primer viaje resultó muy fructífero ya que el líder mongol de la época, el gran kublai kan, estaba muy interesado en Europa, y los hermanos Polo regresaron convertidos en sus embajadores.

Marco Polo, el viajero veneciano.

                      Marco Polo el viajero Veneciano

Estaba fascinado por Asia y por los pueblos y tesoros exóticos (su libro de la traducción del libro de Marco Polo, realizada a principios del siglo XIV por el fraile dominico Pepino de Bolonia, tenía 366 anotaciones de puño y letra de Colón que, de alguna manera permite reconstruir, en buena medida, el horizonte metal del personaje que, en primer lugar, estaba enfocado hacia los grandes tesoros.

En 1.271, cuando los Venecianos regresaron a Oriente, llevaron consigo a Marco, hijo de Nicolás, que entonces tenía diecisiete años, al que se convertiría en uno de los viajes más épicos de todos los tiempos.

Los Polos siguieron la antigua Ruta de la Sed (cincuenta y dos días de viaje) hasta alcanzar kashgar y Yarkand, en los límites de China.  Desde allí atravesaron el desierto y llegaron finalmente a kambalu (la actual Beijing) donde se había trasladado la capital del kan desde karakorum.  La ciudad fascinó a Marco Polo, que la describe como “más grande de lo que la mente puede imaginar… no menos de mil carruajes y caballos de carga entran en ella diariamente cargados con seda cruda; Grocados y sedas de distintos tipos y colores que se fabrican allí en enormes cantidades.”

Como su padre, Marco era un astuto comerciante, con una profunda sensibilidad para los negocios, y también se convirtió en favorito del kan.  Durante quince años le sirvió como embajador de China y el Oriente.  De hecho, los Polo sólo regresaron a su ciudad cuando kublai kan y el gobernante de Persia hubieron acordado un contrato de matrimonio en el que se establecía el envió a Occidente de una joven prometida.

Los viajes de Marco Polo a la zona asiática fueron muy notables

Con el fin de realizar el acuerdo, se preparó una escolta de catorce naves, de la que formaban parte los Polo.  Las embarcaciones partieron de Ziton (la actual Amoy). En la costa del Pacífico (el cual, pensaban los Polo, daba la vuelta al mundo hasta alcanzar Europa), pero antes de llegar allí los Polos pasaron por kinsai, la moderna Hangchow, lo que les deparó otra fantástica experiencia:

La ciudad tenía sesenta kilómetros de circunferencia, contaba con diez grandes mercados y tenía doce mil puentes.  “Cada día se comercia en los mercados de kinsai cuarenta y tres cargas de pimienta, cada una de ciento diez kilos.”

Marco Polo escuchó hablar de Cipango (Japón) a los marineros del Convoy, quienes le dijeron que quedaba a unos dos mil cuatrocientos kilómetros del continente (en realidad queda a menos de mil kilómetros de Shangai  y a unos trescientos veinte de Corea).

Cuando los Polo finalmente llegaron a casa, sus amigos les recibieron sorprendidos, pues hacía mucho tiempo que pensaban que estaban muertos.

Marco escribió el relato de sus viajes, La descripción del mundo, pero como al principio nadie creyó en lo que decía, se le apodó, Il Milione debido a los “increíbles cuentos” que narraba (el libro fue dictado a Rustichello de Pisa).  Pese a la incredulidad de algunos de sus contemporáneos, los Polo habían llegado a los confines de Asia y habían conocido un nuevo y vasto océano.

En este pequeño resumen de las aventuras viajeras de Marco Polo, me he saltado la parte más fantástica y me he querido ajustar a los hechos históricos.

Sigamos con otros aventureros de épocas pasadas.

Ibn Battuta

Ibn Battuta (1304-entre 1368 y 1377) figura desde siempre en la nómina de “galácticos” del mundo musulmán. Su crónica viajera, Rihla (título original, Regalo de curiosos sobre peregrinas cosas de ciudades y viajes maravillosos), supone el más alto exponente del género en una cultura en gran medida en el contacto y ósmosis con gentes y paisajes absolutamente dispares. Además de la reverencia que le otorga el mundo islámico como héroe, aventurero y sabio, modernamente en Occidente se ha enriquecido su fama con la fascinación que ejerce la patria chica de Ibn Battuta, Tánger.

Fue un  gran viajero de la Edad Media fue el árabe Ibn Battuta, que partió de su casa de Tánger en 1.325 con el objetivo, en primera instancia, de Peregrinar a la Meca.  No obstante, una vez alcanzada su meta, Ibn Battuta decidió ir más lejos.

Ibn Battuta

El más famoso de los viajeros árabes. Viajó a lo largo de la costa oriental de África y llegó luego a Asia Menor, antes de adentrarse en Asia central en dirección a Afganistán y la India, país en el que fue muy bien recibido (era un cadí), como hombre culto y educado.

Ibn Battuta vivió durante siete años en la India, y como ya le ocurriera a Marco Polo, se convirtió en embajador del gobernante del país, el Sultán de Deli, en cuyo nombre realizó un viaje a China. Durante el camino tuvo muchas aventuras, fue asaltado, robado y abordonado por los bandidos que lo dieron por muerto, pero finalmente consiguió llegar a China en 1.346 o 1.347.

En los puertos chinos, Ibn Battuta encontró a muchos musulmanes, a los que en ningún sitio sorprendió su llegada.  Tras regresar a su hogar, el siguiente viaje que realizó fue a España; luego partió para África Occidental y llegó hasta el río Níger, donde una vez más fue bien acogido, en esta ocasión por musulmanes negros. El relato de sus viajes se convirtió en la base de los estudios geográficos, astronómicos y marítimos en los centros de aprendizaje musulmanes de Córdoba y Toledo.   Estas tradiciones contribuyeron en forma importante a las ideas que inspiraron los viajes de Colón.

Ibn Battuta es recibido por Mohammed ibn Tughliq

De viajes y exploradores podríamos llenar muchas páginas, pero no puede ser, y, antes de empezar otro tema, si me gustaría dejar constancia aquí de que, la Carta de Navegación más antigua que incluye tanto el Viejo como el Nuevo Mundo es española y fue elaborada en el año 1.500 por el cartógrafo y piloto vizcaíno Juan de la Cosa, que acompañó a Colón en su segundo viaje.

1500_juan-de-la-cosa_detalle

Detalle de las Antillas en el mapa de Juan de la Cosa

 La  Carta Universal de Juan de la Cosa , fechada en 1500, año en que se inicia el gran siglo del reinado de Carlos V. Fue en su tiempo la precursora de la gran expansión americana durante el reinado del Emperador. Esta pintada sobre pergamino, en dos piezas unidas. Fue trazada  por Juan de la Cosa en el Puerto de Santa María. Reúne la representación de todos los conocimientos geográficos de la época, reseñándose ya en ella los descubrimientos realizados por Colón en sus viajes de 1492, 1493 y 1498, los de Ojeda y Vicente Yáñez Pinzón, así como los de Sebastián Caboto en América del Norte. Figuran asimismo, las costas de América del Sur desde el Cabo de la Vela al de San Agustín y una parte de Brasil.

1513_piri-reis

1513. Mapa de Piri Reis

El enigma que se ha establecido en torno a este mapa estriba en que también dibuja tierras en la parte sur del mundo y algunos han creído ver en estas tierras una Antártida unida al continente americano, dibujada con exactitud hasta en sus menores detalles. En 1513 no se había explorado aún el extremo sur del continente, y mucho menos la Antártida; además, según los expertos en grandes enigmas, las tierras dibujadas con tanta precisión se hallan miles de metros por debajo del manto de hielo, lo que significa que Piri Reis tuvo que inspirarse en mapas de hace más de 11.000 años, justo cuando la Antártida no era aún un continente helado.

Sin embargo, la explicación más razonable es también la más probable. No son pocos los mapas que conciben el Nuevo Mundo como un continente unido a los demás formando un inmenso anillo que abraza a un océano único. Lo cierto es que los viejos mitos cosmográficos pesaban todavía mucho después del descubrimiento de América. La concepción de la tierra seguía siendo fuertemente medieval y había muchas opiniones respecto a su tamaño, a la disposición de los océanos y a la forma de los continentes. Pero a pesar de toda esta confusión, o quizás por ella misma, fue éste un siglo vertiginoso. Nunca la concepción del mundo, su forma y su tamaño sufrió una convulsión tan grande como la experimentada a lo largo del siglo XVI.

En fin amigo, si cerramos los ojos y, con nuestros mentes nos impulsamos hasta aquellos confines del mundo, nos reúnimos con aquellos personajes, y, contemplamos sus vidas, su manera de vivir, los lugares que visitaron y los peligros que tuvieron que vencer, los extraños lugares y personajes que, en sus correrias,  pudieron conocer, si podemos hacer todo eso con nuestra imaginación, podremos comprender mejor, aquellas vivencias y, hasta podremos perdonar, el gran peso que la dosis de fantasía que ellos añadían a sus narraciones, según sus mentalidades de entonces, estaban casi…justificadas.

emilio silvera


 


Deja un comentario



Comentario:

XHTML

Subscribe without commenting