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¡El cerebro! Ese misterioso universo

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Rumores del Saber    ~    Comentarios Comments (0)

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Se escribe, se dice, se teoriza, se especula; pero de manera cierta, sabemos menos de nuestro cerebro que de las galaxias lejanas situadas a miles de millones de años-luz de nuestro sistema solar.

Son muchos los misterios encerrados en ese centro de control del sistema nervioso al que llamamos cerebro. Está constituido por un gran conjunto de neuronas que reciben, analizan y procesan la información, no sólo de todo el cuerpo, sino que también acoge a toda la información y sensaciones que llegan del exterior, para determinar una batería de órdenes que pone en marcha las distintas regiones de nuestro organismo.

Claro que, algo sí hemos aprendido de nuestro cerebro, y poco a poco se van desvelando algunos misterios. Ahora podemos hablar de algunas estructuras, como por ejemplo los hemisferios cerebrales, que prácticamente ocupan la totalidad del encéfalo, y constituyen lo que vulgarmente conocemos como cerebro. En los hemisferios se controla la memoria, la inteligencia, y en ellos están situados los centros de integración sensorial, y se coordinan los actos voluntarios más complejos.

En lo que se conoce como diencéfalo cabe distinguir dos partes: la glándula pineal, cuya función es desconocida en relación a los vertebrados, a excepción de los anfibios, en los que tiene misiones fotorreceptoras; el tálamo, donde se interpretan los estímulos externos procedentes de los sentidos; y el hipotálamo, situado por debajo de la anterior y relacionado, en el caso de los seres humanos, con la percepción de distintos estados emocionales.

La importancia de nuestro cerebro queda reflejada en la relación entre su tamaño y el resto del sistema nervioso, que en el ser humano es mucho mayor que en cualquier otro vertebrado (al menos en nuestro mundo).

Otro rasgo del cerebro humano es su organización. A diferencia de lo que ocurre en la médula espinal, en el cerebro las fibras nerviosas recubiertas de mielina constituyen la materia blanca que se encuentra en su interior, mientras que la parte externa está compuesta por las masas de cuerpos celulares de las neuronas, que forman la materia gris o corteza cerebral. Las neuronas o células nerviosas son las unidades estructurales y funcionales del sistema nervioso que, en realidad, es como un mapa de múltiples ramificaciones y conexiones, que a la velocidad de la luz (impulsos eléctricos) se transmiten información las unos a las otras.

Podría continuar muchas páginas más abundando en datos más o menos técnicos sobre nuestro cerebro y las neuronas del sistema nervioso que lo conforma, y al final todo seguiría igual: nuestra enorme ignorancia. En realidad no sabemos con certeza lo que allí ocurre.

¿Por qué sentimos amor u odio profundo?

¿Qué mecanismos o sentimientos nos hacen llorar o reír?

¿Qué sistema es el responsable de la curiosidad?

Todas las respuestas que podemos dar a estas y otras muchas preguntas serían conjeturas, suposiciones, y una forma como otra cualquiera de teorizar. Sin embargo, no son preguntas que puedan ser contestadas con absoluta certeza. Los mecanismos que nos hacen ser como somos, en realidad, nos son bastante desconocidos y, de momento, sólo tenemos una aproximación a las posibles respuesta.

Siendo así, tenemos que aceptar el hecho cierto de que nuestras facultades reales, nuestro potencial cerebral, en realidad está ahora mismo en una fase de rendimiento de un 10%, que continúa creciendo sin cesar a medida que  nosotros vamos aprendiendo a observar el universo y las fuerzas que en él interaccionan y a las que nuestro cerebro no es ajeno.

Cuando me pongo a divagar y dejo volar libremente mis pensamientos sobre esta pregunta del por qué somos inteligentes, y sobre los mecanismos secretos que hacen posible tal milagro, no puedo evitar que a mi mente vengan los nombres de personas que son ejemplos de este fenómeno de inteligencia extrema: Newton, Planck, Einstein, Riemann, Ramanujan, y en el presente E. Witten o Gregory Perelman, adelantados a su tiempo, que son portadores de información del futuro y que hacen posible el avance de la Humanidad en su conjunto.

Estas personas fueron y son portadoras de mutaciones en los sistemas cerebrales de la inteligencia humana que, al facilitar nueva información, hace posible que el resto del grupo continúe avanzando.

Es bastante significativo el hecho de que estas personas tan especiales, en la gran mayoría de los casos, son muy sencillas y poco dadas a obtener riquezas materiales; ellos persiguen otra clase de riqueza que, en realidad, es mucho más valiosa. El ejemplo más reciente de esto lo tenemos en el comportamiento de Perelman, que rechaza premios, honores y riquezas y prefiere vivir de una insignificante paga en un insignificante apartamento compartido con su anciana madre, y pasar horas encerrado en su habitación estudiando los números para descubrir los secretos que encierran, mientras que su única diversión para despejar su mente es salir al campo a buscar setas.

Si miramos a nuestro alrededor y vemos lo que ocurre, este ejemplo no prolifera mucho.

Lo de Perelman ha sido un sueño hecho realidad. Todos los matemáticos del mundo recordarán 2006 como el año en el que, después de más de un siglo de espera, fue resuelta la conjetura de Poincaré, ahora convertida en teorema (es decir, su verdad ha sido demostrada), y cómo este año, las fórmulas y las ecuaciones llamó la atención de toda la prensa especializada. La hazaña es debida, de manera principal, al excéntrico investigador ruso Gregory (Grisha) Perelman.

Desde que el científico francés Henri Poincaré formuló en 1904 su famosa conjetura, referida a objetos imaginarios llamados hiperesferas, muchos expertos trataron sin éxito de probar su certeza, y la Fundación Clay había ofrecido un millón de dólares a quien resolviera este problema.

Ahora, una vez comprobada, la conjetura elevada a teorema es uno de los enunciados fundamentales de la topología, una rama de las matemáticas que estudia objetos imaginarios con tres o más dimensiones. Según postuló el genial investigador francés, cualquier objeto con tres dimensiones que cumpla una serie de características (como ser cerrado), podría deformarse hasta convertirse en una hiperesfera. Se puede deformar objetos imaginarios, aunque jamás está permitido rasgarlos ni coserlos. La topología es conocida popularmente como la geometría de la lámina de hule, al ser éste un material que se dobla y desdobla con facilidad.

La mayoría de las personas no podrían visualizar nunca una hiperesfera o cualquier otra forma equivalente, aunque pasáramos toda una vida intentándolo, pero sus propiedades matemáticas son conocidas y los expertos coincidían en que la escurridiza conjetura tenía que ser cierta. Otra cuestión distinta era demostrarlo.

El enigmático Perelman en 2002 colgó en Internet el primero de una serie de artículos que contenían la demostración a la Conjetura de Poincaré, y este verano el Congreso Internacional de Matemáticas celebrado en Madrid, estableció de manera oficial que los trabajos del ruso, completados en ciertos detalles por matemáticos chinos y estadounidenses, habían resuelto el problema, así que, se le concedió la medalla Field, considerada el Nóbel de las Matemáticas; se eligió al Rey Juan Carlos para imponérsela pero… Perelman, no comparació. ¿Estaría cogiendo setas?

La verdad es que 2006 no fue mal año para la ciencia. Como antes reseñaba, gracias a las técnicas más avanzadas de análisis genéticos, un equipo internacional de investigadores logró demostrar que los humanos modernos compartimos el 99’5% de nuestro genoma con los neandertales. El estudio demostró también que ambas especies divergieron hace aproximadamente 450.000 años, y que no existen evidencias de que llegaran a mezclarse y tener descendencia (pero sin poder descartarlo del todo).

Los sapiens sobrevivimos y los neandertales se extinguieron, ¿por qué?, otra de las muchas preguntas sin respuestas… de  momento.

2006 también pasará a la historia de la ciencia como un momento clave en la demostración de los efectos del cambio climático sobre los ecosistemas de la Tierra. A lo largo del segundo semestre, diversas investigaciones han comprobado que las dos grandes capas heladas de nuestro planeta – sobre Groenlandia y la Antártida – se están reduciendo a una velocidad cada vez más preocupante y acelerada.

También es destacable entre los hitos del año lo que sin duda ha sido el hallazgo paleontológico de 2006: el fósil de Tiktaalik, el llamado pez-cocodrilo, un vertebrado acuático con rasgos anfibios que vivió hace 365 millones de años. También cabe incluir en esta lista el prototipo de un sistema que permite simular la invisibilidad de un objeto mediante la manipulación de las células del material que pueden esquivar la luz evitando que sus rayos incidan sobre él. Otro logro de la lista es un nuevo tratamiento contra la ceguera en las víctimas de la degeneración ocular. El mecanismo cerebral que permite la grabación de nuevos recuerdos en la memoria, tampoco está nada mal.

El 27 de diciembre de 2006 se produjo el lanzamiento al espacio de la misión “Corot” de la ESA, cuyo objetivo será buscar mundos similares a la Tierra. La sonda realizará la exploración en torno a más de 200.000 estrellas vecinas al Sol.

Ya sabemos que la exploración del cosmos nos ha descubierto objetos misteriosos e inimaginables, como supernovas, púlsares o estrellas supermasivas convertidas en agujeros negros, capaces de destruir o engullir cuanto le rodea que se atreva a pasar la línea prohibida conocida como horizonte de sucesos.

La verdad es que, aunque estos objetos estelares nos fascinan, lo que más llama nuestra atención (científicos y aficionados) es el encontrar mundos parecidos al nuestro, quizá con la esperanza oculta de que alguno de ellos esté habitado para no sentirnos tan solos en el universo.

Recordemos la sorpresa que nos produjo, en junio 2005, el equipo estadounidense que anunció el descubrimiento de un pequeño planeta rocoso parecido a la Tierra y orbitando una estrella parecida a nuestro Sol (antes se habían encontrado junto a estrellas de neutrones moribundas). Este nuevo mundo, que fue denominado el primo mayor de la Tierra, resultó tener siete veces y media la masa de nuestro planeta, y fue detectado gracias a la acción gravitatoria que ejercía sobre su estrella, llamada Gliese 876.

Unos meses más tarde, otro equipo descubrió otro planeta rocoso que sólo tenía 5’5 veces la masa de la Tierra. Esta vez se utilizó el efecto microlente gravitacional, descubierto en su día por A. Einstein.

El Corot, con el que se espera encontrar cuerpos de hasta sólo dos veces el tamaño de la Tierra, tendrá la ventaja de ser el primer observatorio dedicado en exclusiva a buscar planetas desde el espacio, por lo que estará libre de aberraciones provocadas por la atmósfera terrestre, con lo que verá multiplicada su eficacia. También analizará la composición y características físicas de las estrellas.

El Corot cambiará su área de investigación y observación cada dos años. En verano, escudriñará el centro de la Vía Láctea, y seis meses después, cuando tenga al Sol encima y no pueda ver con claridad, dará media vuelta y quedará mirando a un punto opuesto de nuestro galaxia.

¡Suerte!

Todos hemos oído historia de cometas o de grandes asteroides que pueden impactar contra el planeta Tierra y complicarnos gravemente la existencia. Existen novelas y películas que recrean este hecho que, desde luego, podría ser real.

Todos los indicios indican que hace muchos millones de años, un pedrusco enorme impactó en el Yucatán en Méjico, y los efectos devastadores liquidaron a los dinosaurios.

Ahora, la NASA está estudiando enviar una misión tripulada preparada para desviar de la órbita terrestre aquellos cometas o cuerpos que puedan impactarnos con peligro serio de extinción.

emilio silvera

 


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