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Sin riesgo no habrá conquista

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en General    ~    Comentarios Comments (0)

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No pocas veces he pensado que, las revoluciones científicas, desafían el sentido común. Si todas nuestras nociones acerca del universo fueran correctas, hace mucho tiempo ya que la ciencia habría resuelto los secretos del universo que incansablemente procuramos desvelar. Es la Ciencia la que se propone quitar esa capa de apariencia que esconde la verdadera naturaleza de los objetos a nuestra inteligencia y nos esconde esa verdad subyacente. De hecho, si apariencia y esencia fuesen lo mismo, ¿para qué se necesitaría la ciencia?

La noción de sentido común más arraigada dentro de nuestras mentes es que estamos en un mundo tridimensional. No hace falta aclarar que longitud, anchura y altura bastan para describir los objetos presentes en nuestro universo visible y, si añadimos el tiempo como una cuarta dimensión, el panorama nos queda claro y diáfano para entender todos los sucesos del universo. Otra cosa será saber, el por qué ocurren de esa manera y como consecuencia de qué misteriosas fuerzas o constantes pasan las cosas de la manera que hemos podido llegar a observarlas.

Algunos se han atrevido a afirmar públicamente que pueden existir más dimensiones o que nuestro universo pudiera estar coexistiendo con otros, y, no pocos, ante tales afirmaciones han contestado con un abierto sarcasmo por llamarlo de una manera suave. Sin embargo, no son pocos (cada vez más) los que apuestan por este tipo de ideas que nos podrían llevar a niveles más altos del saber del mundo al profundizar en regiones hasta ahora inexploradas en las que podríamos hallar las respuestas a esas preguntas tantas veces formuladas y no contestadas por nadie.

Existe un reconocimiento creciente entre los físicos de todo el mundo, incluyendo varios premios Nobel, de que el universo puede existir realmente en un aespacio de dimensiones superiores. Si se demuestra que esas nuevas teorías son correctas la revolución científica estaría servida y, a partir de ahí, tendríamos que cambiar aquellos conceptos profundamente arraigados en nuestras mentes que del Universo tenemos.

¿Qué pensamiento tendría un antiguo egipcio de las dimensiones, si, creyendo como creían que la Tierra era plana, lo subiéramos a un cohete y lo llevaramos a la ISS? ¿Comprendería el mundo de otra manera al contemplar la Tierra desde el espacio exterior? Seguramente sí, ya que, las leyes de la Naturalerza se hacen más simples y más elegantes cuando se contemplan desde dimensiones superiores. Precisamente por eso, los físicos, han encontrado refugio en esas “nuevas” teorías que les permite comprender hechos que, serían imposibles de comprender en un mundo plano y se hacen repentinamente obvios en otro tridimensional.

Análogamente, las leyes de la gravedad y de la luz parecen totalmente diferentes. Obedecen a distintas hipótesis físicas y matemáticas. Los intentos para unir estas dos fuerzas siempre han fracasado. Sin embargo, si añadimos una dimensión más, una quinta dimensión, a las anteriores cuatro dimensiones de espacio y tiempo, entonces las ecuaciones que gobiernan la luz y la gravedad parecen universe como dos piezas de un rompecabezas. La luz de hecho, puede ser explicada como vibraciones en la quinta dimensión. De este modo, vemos que las leyes de la luz y la gravedad se hacen más simples en cinco dimensiones.

Claro que, todas estas nuevas pesquizas sobre un posible hiperespacio podrían ser el camino hacia la culminación de los dos últimos milenios de investigación científica: la unificación de todas las fuerzas conocidas. El Santo Grial de la Física, la soñada “teoría del todo” que se burló de Einstein durante tres décadas.

Los científicos se han sentido intrigados durante el último medio siglo por la aparente diferencia entre las fuerzas básicas que mantienen unido al cosmos: la gravedad, el electromagnetismo y las fuerzas nucleares fuerte y débil. Los intentos por parte de las mejores mentes del siglo XX para proporcionar una imagen unificadora de todas las fuerzas conocidas fracasaron. Sin embargo, en estas nuevas teorías de más dimensiones han encontrado un camnino que les permite unirlas y explicarlas, no sólo ya a las cuatro fuerzas de la naturaleza, así como la aparentemente aleatoria colección de partículas subatómicas, de una manera verdaderamente elegante. En la nueva teoría, la “materia” puede verse también como las vibraciones que rizan el tejido del espacio y del tiempo.

De todo ello se sigue la fascinante posibilidad de que todo lo que vemos a nuestro alrededor, desde los árboles y las montañas a las propias estrellas, no sean sino vibraciones en el hiperespacio. Si esto, finalmente resultara ser cierto, tendríamos al fín la posibilidad de explicar, de manera coherente y (sobre todo) convincente, lo que el Universo es.

Está claro, al menos para mí que, mirando hacia atrás en el tiempo y parándonos en aquellos acontecimientos históricos que fueron cambiando el mundo, en cierto sentido, incluso el vasto recorrido de la historia humana podría verse bajo una nueva luz, en términos del dominio gradual de cada una de las cuatro fuerzas de la Naturaleza. La historia de la civilización sufrió un cambio profundo cuando cada una de estas fuerzas fue descubierta y dominada.

Cuando Isaac Newton enunció las leyes clásicas de la gravedad, desarrolló la teoría de la mecánica, que nos dio las leyes que gobiernan las máquinas. Esto a su vez, aceleró enormemente la Revolución Industrial, que liberó fuerzas políticas que finalmente acabó con las dinastias feudales de Europa.

A mediados de la década de los sesenta del pasado siglo, cuando James Clerk Maxwell (siguiendo las indicaciones de los experimentos de Michael Faraday) formuló las leyes fundamentales de la fuerza electromagnética, nos introdujo en la Era Eléctrica, que nos dio la dinámo, la radio, la televisión, el rádar, los electrodomésticos, el teléfono, las microondas, el ordenador electrónico, los láseres y muchas otras maravillas electrónicas. Sin la comprensión y utilización de la fuerza electromagnética, la civilización se habría estancado, quedándo congelada en un tiempo anterior al descubrimiento de la lámpara eléctrica y el motor eléctrico.

Ya a mediados de los cuarenta del siglo XX, cuando fue dominada la fuerza nuclear, el mundo fue de nuevo trastornado con el desarrollo de las bombas atómica y de hidrógeno, las armas más destructivas del planeta (no siempre nuestra especie ha tenido comportamientos dignos del recuerdo pero, esa es la verdadera historia aunque nos sonroje).

Tengo que dejarlo aquí, la familia me reclama pero, antes de marcharme me haré una pregunta que todos quisieran hacer: ¿Qué saldrá de todo esto? Una cosa está clara, la aventura de la Ciencia debe continuar y, no pocas veces, las mentes imaginativas han abierto caminos que otras más “científicas” fueron incapaces de encontrar, así que, por mi parte, no pondré ningún pero a esos esfuerzos que muchos están haciendo para buscar una explicación a lo hasta ahora inexplicable.

emilio silvera

 


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