May
18
El Universo, la Vida…y, el Azar
por Emilio Silvera ~
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(99942) Aphofis, el asteroide que sembró el pánico cuando surgió la noticia.
El Meteorito Aphofis (el dios del Caos)Pasará dos veces cerca de la Tierra
Hace días que salió en algunos medios (otra vez), la noticias de que se nos acercaba el Asteroide Aphofis. Se le puede apreciar en el centro de la imagen, moviéndose de derecha a izquierda, tomado el 30 de diciembre de 2004 (Observatorio Astronómico Sormano). La trayectoria ha sido estudiada en varias ocasiones y, finalmente, el 9 de enero de 2013, el Laboratorio de Propulsión a Chorro en Pasadena (California) de la NASA descartó la posibilidad de una colisión de este asteroide, tanto en 2029 como en 2036. Aunque su tamaño de algo más de 300 metros no es descomunal, su caída sobre nuestras cabezas no hubiera sido una fiesta.
Muchos son los objetos que pasan por nuestra vecindad sin que nos causen problemas. Pasan a distancias que no pueden inquietarnos. En la Tabla adjunta podéis ver algunos de esos visitantes y a las Distancias Lunares (LD) que pasaron de nosotros.
Los movimientos de cometas y asteroides, a pesar de tener la defensa de Júpiter, son una seria y cierta amenaza para el desarrollo y persistencia de vida. Los impactos no han sido infrecuentes en el pasado lejano de la Tierra, habiendo tenido efectos catastróficos. Somos afortunados al tener la protección de la Luna y de la enorme masa de Júpiter que atrae hacia sí los cuerpos que llegan desde el exterior desviándolos de su probable trayectoria hacia nuestro planeta.
El pasado mes de Octubre, un asteroide de un diámetro comprendido entre 25 y 50 metros pasó junto a la Tierra a unos 256.500 kilómetros.
La caída en el planeta de un asteroide de dimensiones considerables, nos podría causar muy graves problemas y producir extinciones globales que retrasarían en millones de años la evolución y hacer desaparecer algunas especies. Cuando comento este tema no puedo evitar el recuerdo del meteorito caído en la Tierra que impactó en la península de Yucatán hace 65 millones de años, al final de la Era Mesozoica, cuando según todos los indicios, los dinosaurios se extinguieron. Sin embargo, aquel suceso catastrófico para los grandes lagartos, en realidad supuso que la Tierra fue rescatada de un callejón sin salida evolutivo. Parece que los dinosaurios evolucionaron por una vía que desarrollaba el tamaño físico antes que el tamaño cerebral.
Aquel no era un mundo para nosotros
La desaparición de los dinosaurios junto con otras formas de vida sobre la Tierra en aquella época, hizo un hueco para la aparición de los mamíferos. Se desarrolló la diversidad una vez desaparecidos los grandes depredadores. Así que, al menos en este caso concreto, el impacto nos hizo un gran favor, dado que hizo posible que 65 millones de años más tarde pudiéramos llegar nosotros. Los dinosaurios dominaron el planeta durante 150 millones de años; nosotros, en comparación, llevamos aquí tres días y, desde luego, ¡la que hemos formado!
La Vida eligió a la Tierra para surgir
En nuestro sistema solar la vida se desarrolló por primera vez sorprendentemente pronto tras la formación de un entorno terrestre hospitalario. Hay algo inusual en esto. El secreto reside en el tiempo biológico necesario para desarrollar la vida y el tiempo necesario para desarrollar estrellas de segunda generación y siguientes que en novas y supernovas cristalicen los materiales complejos necesarios para la vida, tales como el hidrógeno, nitrógeno, oxígeno, carbono, etc.
Parece que la similitud en los “tiempos” no es una simple coincidencia. El argumento, en su forma más simple, lo introdujo Brandon Carter y lo desarrolló John D. Barrow por un lado y por Frank Tipler por otro. Al menos, en el primer sistema solar habitado observado, ¡el nuestro!, parece que sí hay alguna relación entre tiempo(bio) y tiempo(estrella) que son aproximadamente iguales; el t(bio) –tiempo biológico para la aparición de la vida– algo más extenso.
La evolución de una atmósfera planetaria que sustente la vida requiere una fase inicial durante la cual el oxígeno es liberado por la foto-disociación de vapor de agua. En la Tierra esto necesitó 2.400 millones de años y llevó el oxígeno atmosférico a aproximadamente una milésima de su valor actual. Cabría esperar que la longitud de esta fase fuera inversamente proporcional a la intensidad de la radiación en el intervalo de longitudes de onda del orden de 1000-2000 ángstroms, donde están los niveles moleculares clave para la absorción de agua.
Este simple modelo indica la ruta que vincula las escalas del tiempo bioquímico de evolución de la vida y la del tiempo astrofísico que determina el tiempo requerido para crear un ambiente sustentado por una estrella estable que consume hidrógeno en la secuencia principal y envía luz y calor a los planetas del Sistema Solar que ella misma forma como objeto principal.
Telescopio Spitzer de la NASA ha detectado los pilares de la vida en el universo distante, aunque en un entorno violento. Ha posado su poderoso ojo infrarrojo en un débil objeto situado a una distancia de 3.200 millones de años luz (recuadro), Spitzer ha observado la presencia de agua y moléculas orgánicas en la galaxia IRAS F00183-7111.
A muchos les cuesta trabajo admitir la presencia de vida en el universo como algo natural y corriente, ellos abogan por la inevitabilidad de un universo grande y frío en el que es difícil la aparición de la vida. Yo (como muchos otros), estoy convencido de que la vida, es de lo más natural en el universo y estará presente en millones de planetas que, como la Tierra, tienen las condiciones para ello. Una cosa no se aparta de mi mente, muchas de esas formas de vida, serán como las nuestras aquí en la Tierra y estarán también, basadas en el Carbono. Claro que, no por eso niego que puedan existir otras formas de vida diferentes a las terrestres.
Los biólogos, parecen admitir sin problemas la posibilidad de otras formas de vida, pero no están tan seguros de que sea probable que se desarrollen espontáneamente, sin un empujón de formas de vida basadas en el carbono. La mayoría de las estimaciones de la probabilidad de que haya inteligencias extraterrestres en el universo se centran en formas de vida similares a nosotros que habiten en planetas parecidos a la Tierra y que necesiten agua y oxígeno o similar con una atmósfera gaseosa y las demás condiciones de la distancia entre el planeta y su estrella, la radiación recibida, etc. En este punto, parece lógico recordar que antes de 1.957 se descubrió la coincidencia entre los valores de las constantes de la Naturaleza que tienen importantes consecuencias para la posible existencia de carbono y oxígeno, y con ello para la vida en el universo.
Un nuevo estudio revela la innovadora investigación en la formación hidrotermal de rocas de carbonato de arcilla en la Fosa Nili, en una región de Marte. Los resultados pueden proporcionar un vínculo a la evidencia de organismos vivos en Marte hace 4 mil millones de años aproximadamente.
Hay una coincidencia o curiosidad adicional que existe entre el tiempo de evolución biológico y la astronomía. Puesto que no es sorprendente que las edades de las estrellas típicas sean similares a la edad actual del universo, hay también una aparente coincidencia entre la edad del universo y el tiempo que ha necesitado para desarrollar formas de vida como nosotros.
Si miramos retrospectivamente cuánto tiempo han estado en escena nuestros ancestros inteligentes (Homo Sapiens) vemos que han sido sólo unos doscientos mil años, mucho menos que la edad del universo, trece mil millones de años, o sea, menos de dos centésimos de la Historia del Universo. Pero si nuestros descendientes se prolongan en el futuro indefinidamente, la situación dará la vuelta y cuando se precise el tiempo que llevamos en el universo, se hablará de miles de millones de años. Lo que parece poco probable. La dinámica del Universo es cambiante y nada dura eternamente.
Una galaxia, una estrella, un planeta situado a la distancia adecuada y presencia de agua… La Vida prolifera por todo el universo que es igual en todas partes y en todas sus regiones, por lejos que puedan estar, están gobernadas por las mismas leyes y constantes.
Entristece que la llegada de un asteroide de grandes dimensiones pueda acabar con todo lo que la Naturaleza ha logrado, en el sentido de planetas situados en los lugares adecuados para que, habiendo evolucionado con el paso del tiempo, habiendo logrado el surgir de la Vida que ha evolucionado hacia niveles complejos, se pudiera ir al traste con un suceso del que ya, en varias ocasiones, se plasmaron en nuestro planeta.
No alcanzamos el nivel que se esperaba de nosotros
Surgirá otra especie más avanzada para sustituirnos
Sin descartar que esa especie sea artificial y ya la estemos “fabricando” nosotros mismos
Claro que, los Dinosaurios reinaron aquí durante 150 millones de años y desaparecieron (según parece), por la caída de uno de estos grandes monstruos espaciales. A veces he llegado a pensar que, si la Naturaleza es realmente sabia… ¿No habrá pensado que nuestra especie no ha sabido alcanzar el nivel de humanización que se esperaba de ella, y, se puede valer de este suceso para eliminarnos y que pueda dar entrada a otra especie que sí pueda alcanzar lo que nosotros no pudimos
Emilio Silvera Vázquez
Aparte de varias fuentes más y otras propias, lo que pudimos leer tiene su origen en un artículo publicado el 29 de julio de 2011 en la web del IAC.
May
17
Nuestra curiosidad, siempre haciendo preguntas… Que nadie sabe...
por Emilio Silvera ~
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Recreación digital de las auroras de Júpiter. Esta imagen ha sido generada por inteligencia artificial a partir de datos científicos, y no corresponde a una fotografía real del planeta. Fuente: ChatGPT / E. F
El telescopio James Webb capta luces en Júpiter que cambian tan rápido que ni los científicos lo entienden

Lo que revela la vida media del H₃⁺
Determinar la vida media del H₃⁺ es crucial porque esta molécula no solo emite luz: también ayuda a enfriar la atmósfera superior del planeta, disipando parte de la energía que entra por las auroras. Si su vida es muy corta, ese enfriamiento es menos eficiente, lo que implica que la atmósfera retiene más calor del que se pensaba. Según los investigadores, el tiempo de vida de 150 segundos implica que el H₃⁺ solo puede disipar una fracción del calor generado por un episodio auroral intenso.
Para llegar a este dato, el equipo comparó el ritmo de subida y bajada de las emisiones infrarrojas con las ultravioletas. Utilizando un modelo de decaimiento exponencial, hallaron que el perfil temporal del H₃⁺ se ajustaba muy bien a una caída con ese valor. “Este valor es nuestro resultado principal”, explican. También señalan que en casos extremos, como en las extinciones rápidas, la vida media podría reducirse a 29 segundos.
Un enigma aún sin resolver
Este video es independiente dle reportaje, se inserta para tener una idea de lo que es Júpiter
Uno de los aspectos más desconcertantes del estudio tiene que ver con la región activa del anochecer (DAR, por sus siglas en inglés). Esta zona mostró emisiones infrarrojas muy brillantes que no parecen tener una causa clara. En particular, los autores destacan que la energía emitida por el H₃⁺ en esta región supera la energía de entrada de los electrones que supuestamente la originan. “Esto indica que la fuente no es simplemente la precipitación de partículas”, escriben. Es decir, la cantidad de luz emitida no puede explicarse solo con el bombardeo de partículas energéticas.
Las hipótesis para este exceso energético son varias, pero ninguna es concluyente. Se han planteado mecanismos como la fricción entre iones y neutros (ion drag) o el calentamiento por corrientes eléctricas (Joule heating), pero los tiempos requeridos para producir cambios serían demasiado largos. Según el artículo, “las escalas temporales para los cambios de temperatura (10³–10⁴ s) y para la difusión o transporte (10⁴–10⁵ s) no pueden explicar la variabilidad en escalas de 10 minutos”.
Una aurora que cambia en segundos
Uno de los descubrimientos más sorprendentes fue la detección de lo que el equipo llama “extinciones”: caídas abruptas de intensidad de la aurora. En una de las secuencias analizadas, la emisión infrarroja cayó un 40 % en apenas 12 segundos. Este tipo de comportamiento no había sido observado con anterioridad. En palabras del artículo: “En estos eventos, la radiancia de H₃⁺ en regiones localizadas disminuyó súbitamente en casi un factor de 2 en unos 10 segundos”. Este comportamiento extremo sugiere que el ambiente auroral de Júpiter es mucho más variable de lo que se pensaba.
El equipo también detectó pulsaciones aurorales que se propagan a través de determinadas regiones del planeta, con velocidades equivalentes a 60 kilómetros por segundo. Estas ondas se repetían con una cadencia de 1,6 minutos y podrían estar relacionadas con perturbaciones magnéticas conocidas en la magnetosfera joviana, aunque no hay una explicación definitiva. La combinación de estos datos muestra una aurora “viva”, lejos del concepto de fenómeno estable y continuo.
Además, al comparar las imágenes del James Webb en el infrarrojo con otras obtenidas simultáneamente en el ultravioleta por el telescopio Hubble, los investigadores hallaron diferencias llamativas. Por ejemplo, una de las zonas más brillantes en el infrarrojo no tenía equivalente visible en el ultravioleta. Esto es desconcertante, porque en teoría ambas emisiones deberían responder al mismo tipo de excitación atmosférica. “La causa de tal emisión sigue sin estar clara”, señalan los autores.
Lo más probable, apuntan, es que el fenómeno esté controlado por la formación y destrucción local de H₃⁺, en lugar de por cambios en la temperatura. Esta hipótesis se apoya en los datos espectrales obtenidos con otro instrumento del James Webb (NIRSpec), que muestran que en la región brillante del anochecer aumenta la densidad de columna del H₃⁺, pero no su temperatura, lo que refuerza la idea de que lo que cambia es la cantidad de moléculas, no el calor que emiten.
Júpiter, laboratorio natural
Estos resultados tienen implicaciones que van mucho más allá del planeta Júpiter. El estudio del H₃⁺ y sus emisiones sirve como modelo para comprender las atmósferas de otros planetas gigantes y también de enanas marrones y exoplanetas, donde fenómenos similares podrían estar ocurriendo. Si las emisiones infrarrojas de H₃⁺ pueden variar con tanta rapidez y complejidad, entonces los modelos actuales sobre atmósferas planetarias podrían estar subestimando su dinámica energética.
También se plantea un reto para futuras observaciones. El telescopio Webb ha abierto una nueva ventana de alta resolución temporal que obliga a reinterpretar datos anteriores tomados con exposiciones mucho más largas. Lo que antes parecía estable, podría haber estado variando sin que pudiéramos verlo. El estudio concluye que será necesario combinar estos datos con futuras observaciones de la sonda Juno y con modelos más avanzados para desentrañar los mecanismos que controlan la aurora joviana.
Finalmente, hay un mensaje claro: no todo está explicado en Júpiter, un planeta que sigue sorprendiendo incluso a los científicos que llevan décadas estudiándolo. Las auroras que creíamos comprender ahora muestran un rostro mucho más volátil, cambiante y energético de lo que imaginábamos.
Esta es la Fuente del Reportaje.
May
17
¿Qué donde está el Futuro? ¡Ya está aquí!
por Emilio Silvera ~
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Surgen resultados asombrosos de los incipientes Ordenadores Cuánticos que trabajan nen otras dimensiones
Ya dan respuestas en pocos segundos o minutos que, hasta el momento, los ordenadores normales tardarían millones de años en resolver. Estas máquinas no trabajan en nuestro Espacio-Tiempo, ellos buscan las respuestas en ese “universo cuántico” que nos niega su presencia, ya que, nosotros pertenecemos a un mundo material que no nos proporciona los medios para llegar a lugares asombrosos, allí donde están todas las respuestas. Sin embargo, nuestra imaginación nos ha permitido llegar a ese fantástico lugar mediante el invento de éstas “máquinas” ¿maravillosas? Bueno, respecto a eso… ¡El tiempo lo dirá! Me gustaría que no tengamos que arrepentirnos de haberlas creado.
Podríamos seguir hablando de todo esto y nunca llegar al final, es el nuevo campo que nos hace viajar hasta un “infinito” que, por el momento, es todavía inalcanzable.
Y, como digo tantas veces: Todo está bien unido por los hilos invisibles que lo conectan todo en nuestro universo, nada es ajeno a todo lo demás, la conexión es perfecta y los efectos se dejan sentir si nos paramos a observar: El tiempo, los Sentimientos, los átomos, las neuronas y los millones de sinapsis… ¿Nos lleva todo eso a la existencia de una Conciencia Cósmica?
Emilio Silvera V.
May
16
¿Vamos a sentir?
por Emilio Silvera ~
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May
16
¿Expedición al planeta Marte? Por el momento !Inviable!
por Emilio Silvera ~
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Independientemente del coste de tal operación, las dificultades son “infinitas”, problemas de todo tipo, y, como poder solventar la duración del viaje, la llegada y amartizaje, el obligado tiempo que hay que residir en aquel planeta antes de tener la ventana idónea para poder volver, los micro-meteoritos, la radiación, la falta de atmósfera, la Ingravidez en el Espacio, y, la diferente Gravedad de Marte en relación a la de la Tierra.
Podríamos seguir enumerando problemas, y, no es cosa menor el aire que se respira, el agua que necesitan los viajeros, los alimentos, las posibles enfermedades que aparecen en cualquier momento sin avisar. ¿De qué estamos hablando? ¿Es un sueño, o, una ilusión?
Todos estos inconvenientes no evita que, de vez en cuando, salgan los de la NASA y Elon Musk, y, nos dicen que en 2.025 0 2030 el viaje será posible. Claro que unos buscan nuevas subvenciones del Gobierno y el otro hacer propaganda de sus cohetes.
Las naves espaciales de Elon Musk, en particular Starship, están diseñadas para ser altamente eficientes, especialmente en cuanto a reutilización. Su objetivo es lograr vuelos espaciales a precios mucho más bajos y, en la mayor medida, que los actuales, utilizando la capacidad de reutilización.
Recordemos aquel trabajo aquí publicado: ¿Por qué es difícil Viajar a Marte? I
(Apuntes de la NASA)
Fotograma de la película ‘The martian’. AIDAN MONAGHAN
El estreno de la película ‘Marte’ (The Martian) ha despertado cierta curiosidad acerca de posibles futuros viajes humanos al planeta rojo. Después de haber ido a la Luna en varias ocasiones hace ya casi cinco décadas, y estando acostumbrados a ver astronautas viajar al espacio casi de forma rutinaria, es tentador pensar que enviar seres humanos a Marte pueda ser algo perfectamente plausible a día de hoy, o tal vez un tanto más complicado que lo hecho hasta ahora. Sin embargo, la realidad es que enviar seres humanos a Marte constituye un desafío de una dificultad y complejidad absolutamente descomunales que se aleja mucho de todo lo que se ha hecho hasta ahora en la historia de la exploración humana del espacio.
El sueño largamente acariciado
En esta y en la siguiente entrada hablaré de las razones por las que esta empresa constituye un desafío inmenso y sobre cómo se plantea en la actualidad una misión tripulada a Marte. Con objeto de ofrecer una perspectiva inicial para entender la dimensión del problema de una forma intuitiva, en esta entrada trataré de la razón principal que hace extremadamente difícil una misión a Marte, la razón de la que prácticamente se derivan casi todas las demás: la distancia.

Matt Damon in “The Martian.” Credit Aidan Monaghan/Twentieth Century Fox
Vemos astronautas viajar con frecuencia al espacio, a la Estación Espacial Internacional (ISS), antes a la estación Mir, a bordo de naves Soyuz, o antes a bordo del Transbordador Espacial, etc., y se suele tener la impresión de que el lugar al que se viaja en estas misiones es muy lejano; sin embargo, las altitudes típicas a las que estas estaciones y vehículos espaciales orbitan alrededor de la Tierra son de unos pocos cientos de kilómetros. La ISS, por ejemplo, orbita alrededor de la Tierra a una altitud que es equivalente a la distancia que hay en línea recta entre Madrid y Almería: unos 400 km. Esta región espacial a la que viajan los humanos de forma rutinaria está dentro de la conocida como ‘región de las órbitas bajas de la Tierra’, y técnicamente la llamamos LEO (del inglés Low Earth Orbit).
Los viajes tripulados lunares implicaron viajar más allá de las órbitas LEO ya que la Luna orbita nuestro planeta a una distancia media de unos 380.000 km, lo que viene a ser unas 1.000 veces más lejos que las altitudes de estas órbitas bajas. Una tripulación y su nave se ponen en órbita alrededor de la Tierra poco después de su lanzamiento, mientras que la distancia a la Luna se cubría en las misiones Apolo en prácticamente 3 días.
En el caso de Marte la situación es muy diferente. Ir a Marte implica pasar de una misión geocéntrica a una centrada en el Sol, o heliocéntrica, lo que supone un salto enorme en las distancias involucradas. Aunque las distancias máxima y mínima entre la Tierra y Marte varían dentro de un cierto rango, la mínima distancia posible es de unos 55 millones de km y la máxima posible es de unos 400 millones de km.
Estas son distancias enormes en comparación a todo lo que se ha volado en misiones tripuladas al espacio hasta ahora. La distancia máxima a Marte viene a ser 1.000 veces mayor que la que hay entre la Tierra y la Luna, lo que viene a ser 1.000.000 de veces mayor que la distancia que separa la superficie terrestre de las órbitas LEO a las que se viaja normalmente.
Distancias aproximadas mínima y máxima posibles entre la Tierra y Marte. Como referencia, la distancia media de la Tierra a la Luna es de 380.000 km.
Sin necesidad de conocer nada más, los datos acerca de la distancia a Marte ya constituyen una buena pista para empezarnos a asomar a la magnitud del problema. Para apreciarlo mejor, y sin entrar en detalles relativos a métodos de propulsión o dinámica orbital, vamos a comparar en números redondos dos misiones tripuladas, una orbital alrededor de la Tierra para un solo tripulante y otra lunar de tres tripulantes, para hacernos una idea de la progresión en la masa necesaria de los cohetes involucrados para llevar a cabo estas misiones y entender el contexto de lo que supondrá una misión a Marte.
Empezamos con la primera misión orbital del Programa Mercury de principios de los ’60: la Mercury 6 de John Glenn. Aquí se precisó de un cohete Atlas de 120 toneladas y 29 metros de altura para poner en una órbita de 200 km de altitud media alrededor de la Tierra una masa útil de 1,2 toneladas formada por una cápsula Mercury con su único tripulante, el cual permaneció en el espacio 5 horas.
Veamos ahora lo que cambia la situación al tener a la Luna como destino unas 1.000 veces más lejos. En el caso del Apolo 17 -la última misión de exploración lunar-, su módulo de mando y servicio más su módulo lunar, sumando todo cerca de 50 toneladas, hubieron de ser lanzados a la Luna por el poderoso cohete Saturno V de unas 3.000 toneladas y de 110 metros de altura para una misión de una duración total de unos 12 días y medio en la que 2 de sus tripulantes permanecieron sobre la superficie lunar algo más de 3 días.
Cohete lunar Saturno V junto al cohete Atlas del Programa Mercury para un tripulante (Transbordador Espacial incluido como referencia). Fuente: http://historicspacecraft.com/.
Vemos así el salto cuantitativo necesario cuando queremos ir a otro mundo que está 1.000 veces más allá de las órbitas bajas de la Tierra tanto en la masa útil a lanzar (de 1,2 a 50 toneladas) como en el tamaño del cohete lanzador requerido (de 120 a 3.000 toneladas). Comparemos todo esto con una misión a Marte. Aquí la tripulación constará de 6 astronautas y su duración, tomando como ejemplo la oportunidad en 2037, sería de 174 días para la ida y 201 días para la vuelta, con una estancia de 539 días en Marte. Una estancia tan larga en Marte sería necesaria a la espera de que la posición relativa entre este planeta y la Tierra fuera óptima para el regreso con un mínimo gasto de combustible, lo que ahorra el envío de centenares de toneladas de combustible. Todo esto supone un total de 914 días, o 2 años y medio.
Como vemos, el salto entre la Luna y Marte es descomunal, ya que doblar la tripulación y extender la duración a cerca de 73 veces la de la misión lunar más larga, supone la necesidad de proveer y transportar cerca de 150 veces más suministros. Por otra parte, una mayor duración de viaje interplanetario supone la necesidad de proveer a la tripulación de mayor protección contra las radiaciones, lo que se consigue en parte añadiendo aún más masa, aunque este problema no está aún resuelto.
Otro problema de la larga duración es que las cosas se rompen a lo largo de tanto tiempo. O bien se tendrá que mejorar sustancialmente la durabilidad de los equipos o estos habrán de poder ser repuestos por recambios que también habrá que transportar, lo que implica una mayor masa. Las naves de carga que visitan la ISS pueden abastecerla de repuestos cuando algo se estropea a bordo pero esta opción no será posible en una misión a Marte.
La nave de carga Cygnus llegó a la ISS
Una vez dicho todo esto, al igual que cuesta más acelerar y frenar un camión que un turismo por tener el primero más masa, tengamos en cuenta que enviar más masa a Marte implica transportar también más combustible para acelerar toda esa carga hacia Marte, para frenarla a la llegada a ese planeta, y para volver a la Tierra desde allí; y pensemos que todo ese combustible (centenares de toneladas) también hay que lanzarlo al espacio inicialmente.
En total, para una misión a Marte se requerirá lanzar al espacio entre 850 y 1.250 toneladas. Esta es una cantidad enorme si tenemos en cuenta que la Ia ISS tiene una masa de unas 420 toneladas y que una nave con la que estamos familiarizados como el Transbordador Espacial solo podía enviar al espacio entre 15 y 25 toneladas aproximadamente, dependiendo de la altitud de la órbita final. El Ariane 5 es capaz de poner unas 20 toneladas en órbita baja alrededor de la Tierra, al igual que el cohete ruso Protón, por ejemplo.
Las naves a Marte tendrán que ser muy distintas a las que ahora utilizamos
Así pues, a partir de todo esto, y sin saber mucho más, ya podemos anticipar de forma intuitiva que no se podrá utilizar un único cohete para ir a Marte, sino que se precisarán varios lanzamientos de cohetes -tanto o más poderosos que el Saturno V de los años ’60- para ensamblar en el espacio distintos elementos de propulsión, módulos de combustible, hábitats y naves, que habrán de enviarse a Marte por separado y por anticipado, además de la nave con la tripulación, que sería enviada en último lugar. Entraremos en estos detalles en la siguiente entrada.
Aunque depende de diversos factores, se requerirán, de hecho, del orden de 10 lanzamientos de cohetes con la capacidad del Saturno V o similar; pero recordemos que el número total de cohetes Saturno V que se enviaron a la Luna en todo el Programa Apolo fue de 9. El Saturno V fue retirado de servicio después del Programa Apolo pero ostenta el récord, aún a día de hoy, como el cohete operativo más poderoso que haya habido nunca, capaz de poner algo más de 120 toneladas en órbita baja alrededor de la Tierra y de enviar 50 toneladas a la Luna. Tuvo que ser específicamente diseñado y construido en su día para poder alcanzar la Luna, y no existe un lanzador de tanta capacidad en la actualidad. El cohete que se encargaría de la mayor parte de los lanzamientos en una futura misión a Marte se está desarrollando en la actualidad y se llama SLS (Space Launch System), el cual tendrá prestaciones parecidas o acaso un tanto mayores que el Saturno V.
Por otra parte, un tiempo de 174 días de ida en condición de ingravidez afecta profundamente a la fisiología humana, algo especialmente preocupante al llegar a un planeta donde no hay nadie para asistirte. Las naves que se pueden ver en las películas (incluida la película ‘Marte’), con un amplio y confortable habitáculo en forma de donut girando para simular la aceleración de la gravedad, no son realistas en la actualidad.
Dos años y medio es un tiempo muy largo también por razones psicológicas. La Tierra será vista por la tripulación como un punto de luz semejante a una estrella durante la mayor parte del viaje y será apenas imperceptible en la noche marciana cuando fuera visible. La tripulación tendrá que convivir en una condición de confinamiento permanente en un espacio reducido en una situación de gran estrés, y con la imposibilidad de mantener conversaciones fluidas con los seres queridos en la Tierra debido al tiempo de viaje de la señal.
Después de todo esto, y aunque no se han mencionado todas las dificultades técnicas, tecnológicas y operativas, creo que ahora puede apreciarse un poco mejor a lo que nos enfrentamos en una misión a Marte. A partir de aquí, y una vez expuesta esta perspectiva para contextualizar el problema y entrar en materia, en la siguiente entrada explicaré cómo se plantea en la actualidad una misión humana a Marte y cómo se relaciona con lo que se ve en la película ‘Marte’ (The Martian).
El trabajo sigue en la segunda parte. Sin embargo, exponerlo aquí de nuevo sería en abundar en datos negativos que no aconsejan el viaje por muchísimas razones, y, según mi modesto parecer, sería el viaje de irás y no volverás. En el presente y creo que durante algunos años más… ¡No estamos preparados para esta misión.
Emilio Silvera V.