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Nuestra vecindad y lo que puede contarnos

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en General    ~    Comentarios Comments (1)

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Como mencioné otras veces, la evolución de nuestro Sol, con el paso del tiempo, lo llevará de manera irremediable primero a expandirse como Gigante Roja hasta alcanzar los límites  de la Tierra y, segundo a contraerse más y más para ganar la densidad de una estrella enana blanca y, sólo podrá evitar su propio colapso por la presión de degeneración de los electrones. La densidad que alcanzará la enana blanca serás de 5×108 Kg/m3.

Quedará una Nebulosa planetaria con la enana blanca en el centro que radiará en ultravioleta ionizando el material de la nebulosa sacando los colores conforme a los elementos que la componen.

Desde la secuencia que el gráfico nos enseña, finalmente, el Sol puede quedar como la imagen de arriba, es decir, una Nebulosa planetaria que podría ser como esta o diferente -las versiones son muy variadas-, en la que, en el centro, reluce una caliente enana blanca que emite una fuerte radiación ultravioleta que ioniza todo el gas circundante.

En su fase anterior, la de gigante roja, crece varias veces su tamaño original, y en el caso de nuestro Sol su órbita sobrepasará al planeta Mercurio, al planeta Venus y probablemente al planeta Tierra, que para entonces, por lo elevado de las temperaturas reinantes, habrá visto evaporarse el agua de los ríos y océanos hasta dejarlo seco y yermo, sin posibilidad de vida.

Para cuando todo eso ocurra, ¿Quién estará aquí?; faltan varios miles de millones de años y, si la Humanidad no se ha destruido a sí misma, espero que para entonces tenga preparado todos los medios necesarios para instalarse en otros mundos, preferiblemente fuera de nuestro Sistema Solar, ya que los planetas vecinos, una vez desaparecido el Sol, no creo que reúnan las condiciones idóneas para acoger la vida, y las lunas de esos planetas tampoco parecer suficientemente acogedoras: Io, el tercer satélite más grande de Júpiter, sólo tiene un diámetro de 3.630 Km y es una caldera volcánica donde la radiante lava fluye de sus muchos volcanes. Toda la superficie de Io tiene un color amarillento debido a los depósitos de azufre u óxido de azufre. Existen extensas llanuras y regiones montañosas en Io, aunque no cráteres de impacto, indicando que su superficie es muy joven geológicamente.

 

La densidad de Io, 3’57 g/cm3, sugiere que tiene un núcleo de hierro-azufre de unos 1.500 Km de radio y un manto de silicatos. Las actividades volcánicas de Io son el resultado del calor liberado por las fuerzas de marea, que distorsionan el satélite a medida que se acerca o se aleja de Júpiter en su órbita.

 

 

Europa, el cuarto satélite más grande de Júpiter y el segundo de los cuatro satélites galileanos en distancia al planeta, conocido también como Júpiter II, tiene un diámetro de 3.138 Km, ligeramente menor que nuestra Luna. La densidad de Europa es de 2’97 g/cm3 indicando que está compuesta fundamentalmente por rocas de silicio, mezcladas con, al menos, un 5% de agua.

La superficie es brillante y helada con un albedo de 0’64, dominada por redes de fracturas oscuras y lineales, algunas de más de 1.000 Km de longitud. Se han identificado en Europa al menos una docena de cráteres de impacto.

 

                           Ganímedes desde la sonda Galileo.

Ganímedes, el satélite más grande de Júpiter y el mayor del Sistema Solar, con un diámetro de 5.262 Km, conocido como Júpiter III y es el más brillante de los satélites galileanos. La densidad de este satélite es de 1’94 g/cm3 y posee una superficie helada llena de contrastes con regiones de alto y bajo albedo, cubiertos por complejos sistemas de surcos, indicando la existencia de varias fases de actividad en la corteza en el pasado. Algunos de los cráteres de impacto más grandes sobre la superficie se han convertido en palimpsestos debido al lento flujo del hielo, como en un glaciar.

 

La NASA confirma que la luna Titán podría albergar una "extraña vida alienígena basada en metano"

 

Titán, el satélite más grande de Saturno y el segundo más grande del Sistema Solar, con un diámetro de 5.150 Km; también conocido como Saturno VI. Fue descubierto en 1.655 por C. Huygens. La composición más probable de Titán es rocas e  hielo en partes iguales aproximadamente. Es el único satélite del Sistema Solar que tiene una atmósfera sustancial. La atmósfera está compuesta principalmente por nitrógeno, con un 2/10% de metano, un 0’2% de hidrógeno (porcentajes moleculares) y trazas de etano, propano, etino, cianuro de hidrógeno y monóxido de carbono. Su temperatura es de -180 ºC y pueden existir lloviznas de metano en la superficie y posiblemente nieve de metano. A unos 200 Km de altura abundan espesas nubes anaranjadas de hidrocarburos y existen además capas de neblina atmosférica hasta los 500 Km.

Las sondas Voyager revelaron un casquete polar norte en las nubes de Titán, con un collar ligeramente más oscuro a su alrededor. Además, el hemisferio norte era marcadamente más oscuro que el sur. Ambos son probablemente efectos estacionales.

Otras muchas lunas acompañan a nuestros planetas vecinos: Phobos y Deimos en Marte; CallistoAmaltheaLeda, etc. en Júpiter; PanAtlasPrometheusPandora, etc. en Saturno; CordeliaOpheliaBiancaAriel, etc. en Urano; GalateaLarissaTritónNereid, etc. en Neptuno; Charon en Plutón… hasta formar un conjunto aproximado de más de 60 lunas.

 

                   Mercurio y Venus

De los planetas vecinos, Mercurio y Venus están descartados para la vida, y Marte con su delgada atmósfera compuesta (en volumen) por alrededor  del 95% de dióxido de carbono, 2’7% de nitrógeno, 1’6% de argón, 0’1% de monóxido de carbono y pequeñas trazas variables de vapor de agua, con unas temperaturas superficiales de entre 0 y -125 ºC, siendo la media de -50 ºC.

Es relativamente frecuente la presencia de vapor de agua en nubes blancas o de dióxido de carbono en dichas nubes cerca de latitudes polares. Existen dos casquetes de hielo de agua permanentes en los polos, que nunca se funden y que en invierno aumentan de tamaño al convertirse en casquetes de dióxido de carbono congelado, hasta alcanzar los 60º de longitud.

Ocurren esporádicamente tormentas de polvo, pudiendo extenderse hasta cubrir la totalidad del planeta con una neblina amarilla, oscureciendo los accidentes superficiales más familiares. La superficie de Marte es de basalto volcánico con un alto contenido en hierro, que le da al planeta el color característico por el que se le denomina “el planeta rojo”. Existen muchas áreas de dunas de arena rodeando los casquetes polares que constituyen los mayores campos de dunas del Sistema Solar.

 

                             Olimpus Mont en Marte

El volcán que da lugar al Monte Olimpo, en Marte, es la mayor cumbre conocida en el Sistema Solar: tiene unos 27 km de altura, tres veces la altura del Everest (8,85 km) Sus dimensiones son tales que una persona que estuviese en la superficie marciana no sería capaz de ver la silueta del volcán, ni siquiera desde una distancia a la cual la curvatura del planeta empezara a ocultarla. El efecto por tanto sería el de estar contemplando una “pared”, o bien confundir la misma con la línea del horizonte. La única forma de ver la montaña adecuadamente es desde el espacio. Igualmente, si alguien se encontrara en la cima del volcán y mirase hacia abajo no podría ver el final, ya que la pendiente llegaría hasta el horizonte…

La actividad volcánica fue intensa en el pasado. Tharsis Montes es la mayor región volcánica, estando Olympus Monts situado en el noroeste, y la vasta estructura colapsada Alba Patera, en el norte. Juntas, estas áreas volcánicas constituyen casi el 10% de la superficie del planeta. No hay volcanes activos en Marte, aunque en el pasado produjeron llanuras de lava que se extendieron cientos de kilómetros.

Muchos de los cráteres de impacto más recientes, como cráteres de terraplén, tienen grandes pendientes en los bordes de sus mantas de proyecciones, sugiriendo que la superficie estaba húmeda o llena de barro cuando se produjo el impacto.

Aunque -según parece- no existe en la actualidad agua líquida en la superficie de Marte, hay indicios muy firmes de que en el suelo si como lo han podido comprobar varias de las sonsas allí enviadas como, por ejemplo, La Mars Phoenix. Las huellas halladas en el terreno de Marte, nos habla de que allí antiguamente el planeta  tuvo ríos y lagos cuando existía una atmósfera más densa, caliente y húmeda. Uno de los canales secos es Ma’adim Vallis, de unos 200 Km de longitud y varios kilómetros de ancho.

 

 

Muchos son los lugares del planeta Marte en los que están presentes las huellas del agua corriente y cantarina que en otros tiempos, alegró el sonido del planeta. Internamente, Marte probablemente tiene una litosfera de cientos de kilómetros de espesor, una astenosfera rocosa y un núcleo metálico de aproximadamente la mitad del diámetro del planeta.

Marte no posee un campo magnético importante; su diámetro ecuatorial es de 6.794 Km, su velocidad de escape de 5,02 Km/s y su densidad media de 3’94 g/cm3. Dista del Sol 1’524 UA.

Tanto las lunas antes mencionadas como el planeta Marte son objetos de interesantes estudios que nos facilitarán importantes conocimientos de los objetos que pueblan el espacio exterior y de cómo serán muchos de los planetas y lunas que nos encontraremos más allá de nuestro Sistema Solar.

 

 Pero todo se queda ahí, en una interesante experiencia que tenemos que confirmar

Sin embargo, como lugares para vivir e instalarse no parecen, por sus condiciones físicas-ambientales, los más idóneos. Si acaso, en algunos de estos objetos celestes se podrán instalar bases intermedias para el despegue hacia otros mundos más lejanos, para aprovechar sus recursos de materiales minerales, hidrocarburos, etc. que poseen en abundancia pero, desgraciadamente, no son lugares aptos para instalar a la Humanidad que necesitaría crear, artificialmente, costosas instalaciones que simularan las condiciones terrestres, y tal empresa ni económica, ni tecnológicamente es tarea fácil.

 

                   Resultado de imagen de Inmensas naves< de futuro

 

Así las cosas, el único camino posible para el futuro de la Humanidad será avanzar en la exploración del espacio exterior, construir naves espaciales mejor dotadas en todos los sentidos, sobre todo: aislante de radiaciones nocivas y peligrosas para la salud de los tripulantes, dispositivo anti-flotabilidad que imite la gravedad terrestre, espacios hidropónicos que produzcan cosechas continuas de verduras y tubérculos, plantas de reciclaje que depuren de manera continuada el agua de toda la nave, motones lumínicos de fotones, antimateria, etc. que de alguna manera imite la velocidad relativista, laboratorios con instalaciones tecnológicas de última generación con potentes y sofisticados ordenadores que avancen y mejoren continuamente sobre el conocimiento científico de la física, la química y la biología, y, en fin y sobre todo, una conciencia colectiva de todos los gobiernos del mundo para comprender que su principal cometido es mirar y tratar de conseguir el mayor bienestar y la seguridad de todos los ciudadanos y, de entre otras cuestiones, una importante es la de destinar una parte importante de los recursos para investigar, explorar y preparar el futuro de las generaciones futuras.

No podemos descansar.

emilio silvera

 

  1. 1
    emilio silvera
    el 16 de abril del 2023 a las 10:01

    Tenemos que ser conscientes de que, al menos por el momento, no estamos preparado para salir ahí fuera y visitar ni los planetas vecinos ni sus lunas, esos pequeños mundos que, en algún caso podrían contener alguna clase de vida.

    Europa, Ganímedes, Encélado, incluso Titán podría tener posibilidades de alguna vida primigenia al ser un pequeño mundo de espesa atmósfera como lo fue la Tierra hace millones de años.

    Nuestros medios para salir del planeta Tierra son insuficientes en relación a las naves que harían falta para dar seguridad a los viajeros, la técnica aeroespacial es aún insuficiente y los materiales tampoco son todos los adecuados para esa clase de aventura.

    No hablemos de Naves con Gravedad artificial que imite la del planeta Tierra, y construida con materiales inteligentes para que, de manera automática soluciones posibles perforaciones en el fuselaje hecha por micro-meteoritos viajeros.

    Salir de la Tierra no es un proceso sencillo, y la gravedad no se lo pone nada fácil a las naves espaciales. Para que un cohete pueda despegar y llegar al espacio, hace falta muchísimo combustible. Pero, ¿sabrías decir cuánto? En este artículo te lo explicamos.

    Las misiones espaciales están repletas de pequeños detalles y tecnicismos que son clave para que todo salga bien. Cada tornillo, pieza, cable y componente tiene un rol vital en la misión.

    Todas las misiones que trabajan en una misión tienen que tener todo eso en cuenta, además de muchos otros parámetros, si quieren que todos los aspectos de la misión salgan tal como se había planeado.

    Una de las partes más importantes de la planificación en una misión son los cálculos. Son necesarios para absolutamente todo: desde el diseño de la nave hasta la cantidad de cargamento que puede ir a bordo.

    Todas las misiones que trabajan en una misión tienen que tener todo eso en cuenta, además de muchos otros parámetros, si quieren que todos los aspectos de la misión salgan tal como se había planeado.

    Dentro de todos los cálculos que deben realizarse antes de una misión, hay uno en particular en el que probablemente no hayas pensado. Es algo tan básico que es muy fácil pasarlo por alto.

    Y es que toda nave necesita combustible para despegar, llegar al espacio, y realizar maniobras en torno a nuestro planeta. Sin ello, como es lógico, no habría posibilidad de realizar misión alguna.

    Pero cargar un cohete con combustible no es tan simple como el repostaje de un coche. Diferentes cohetes requieren combustibles totalmente distintos, y el propio peso del cohete determina en gran medida la cantidad de combustible necesaria para la misión.

    Además, cuando los cohetes llevan algún tipo de cargamento a bordo, como por ejemplo un satélite o una sonda, la energía necesaria para alzar el vuelo con esas toneladas extra a bordo es mucho mayor.

    Pero cargar cantidades excesivas de combustible, con el riesgo de llevar muchísimo de sobra, tampoco es una opción. A fin de cuentas, el combustible también es peso añadido, y no es algo que pueda dejarse al azar.

    A rasgos generales, los combustibles para aeronaves se pueden dividir en dos grandes categorías: líquidos y sólidos. Dentro de estas categorías hay numerosos combustibles de diferentes composiciones, cada uno con propiedades y características particulares.

    A la hora de decidir entre ambas categorías, se tienen en cuenta diferentes factores. El peso y el espacio que ocupa cada combustible, por ejemplo, son uno de los primeros elementos que se valoran.

    A rasgos generales los combustibles más densos ocupan menos espacio, y por tanto pueden almacenarse en tanques más pequeños. La misma cantidad (en lo referente a peso) de combustible líquido, es menos densa, por lo cual ocupa un espacio mucho mayor.

    Por otra parte, la seguridad también es extremadamente importante a la hora de escoger combustible para una nave. Cualquier tipo de combustible, sea de vehículos terrestres o de aeronaves, suele ser tóxico, corrosivo, altamente reactivo o todo ello a la vez.

    Esos factores son muy comunes en la mayoría de combustibles, especialmente en los más eficientes. Pero hay otras características que no son tan comunes y que, por razones de seguridad, tienden a evitarse a menos que se disponga de los medios adecuados para contrarrestar los riesgos que suponen.

    Por ejemplo, aunque la corrosión es una característica común, hay algunos combustibles que son tan corrosivos como para que solo algunas sustancias especiales sean capaces de soportarlos.

    Y otros son reactivos hasta el punto de llegar a arder espontáneamente si entran en contacto con el aire, con cualquier materia orgánica, o incluso con la mayoría de metales más comunes.

    Y por supuesto, en cada misión debe valorarse minuciosamente cuáles son las necesidades de la nave y qué tipo de carga va a ir a bordo durante el viaje. Así que es importante tener cada pequeño detalle en cuenta.

    Por un lado, la gran mayoría de combustibles líquidos requieren motores mucho más complejos para procesar adecuadamente las reacciones químicas entre el combustible y el oxidante que lo hace arder. Pero al mismo tiempo el combustible líquido resulta mucho más potente que el sólido.

    Por otro lado, los combustibles sólidos no requieren procesos complejos para reaccionar, y apenas requieren mantenimiento. Pero requieren condiciones de almacenamiento muy controladas, a salvo de cambios de temperatura y otros elementos.

    Entonces, ¿Qué combustible suele elegirse para las misiones espaciales? Lo más habitual es que los cohetes carguen con una combinación de ambos tipos de combustible para aprovechar las ventajas que presenta cada uno. Y cada uno se usa en diferentes partes del vuelo.

    El combustible sólido normalmente se utiliza en el despegue y las primeras fases del vuelo. Este combustible se consume rápidamente, y generalmente los depósitos en los que se almacenaba se desprenden del cohete principal.

    Después de aligerar la nave, llega el turno del combustible líquido. Este combustible permite que la nave continúe su vuelo en vertical durante todo el tiempo necesario para lograr llegar al espacio.

    Por otra parte, muchas naves modernas también incluyen propulsores iónicos. Estos motores, que funcionan a base de gas ionizado gracias a corrientes eléctricas, no son muy potentes, pero son idóneos para la propulsión en el espacio exterior.

    No obstante, aunque en la actualidad ese sistema también forma parte de la propulsión de muchas naves, vamos a dejarlo de lado para los cálculos generales. Para saber cuánto combustible hace falta para mover una nave nos centraremos exclusivamente en los tipos de combustible que mencionábamos antes.

    Solo para el despegue y los primeros segundos de vuelo, el Saturno V utilizó 770.000 litros de queroseno, además de 1.204.000 litros de oxígeno líquido para poder llevar a cabo la combustión del queroseno.

    Una vez alzado el vuelo, entra en juego la segunda fase del cohete. Esta sección del Saturno V utilizaba 984.000 litros de hidrógeno líquido como combustible, que reacciona gracias a otros 503.000 litros de oxígeno.

    Finalmente, la última sección del Saturno V, encargada de alejarse de la órbita terrestre en dirección a la Luna, requirió 252.750 litros de hidrógeno líquido, en conjunto a 73.280 litros de oxígeno líquido para la combustión.

    Es decir, a lo largo de todo el vuelo, este cohete utilizaba 2.006.750 litros de combustible, y 1.780.280 litros de oxígeno líquido que, como ya mencionábamos antes, es el oxidante necesario para la reacción del combustible. Siendo así (que lo es), hay que comprender que no estamos capacitados para viaj4esw espaciales tripulados a Marte (por ejemplo) en estas condiciones tan precarias y, se nec4esitaría una forma de energía distinta para las naves futuras que viajen al Espacio con tripulación.

    Llevar enormes tanques cargados de Oxígeno líquido y otros combustibles peligrosos, si se produce una pequeña fuga… Todo se irá al infierno como ya ha pasado con la muerte de 7 tripulantes.

    ¿Y qué pasa entonces con las naves más modernas? Gracias al avance de la tecnología y las técnicas de ingeniería, ahora es posible hacer cohetes de menor tamaño, con diseños y motores mucho más eficientes que los de las naves del pasado.

    Consecuentemente, esto se traduce en un consumo de combustible mucho menor que el de los Shuttle o el Saturno V. Además, muchos de los cohetes que se usan en la actualidad utilizan combustibles que son de por sí más eficientes, por lo que no es necesario usar tanto combustible en el vuelo.

    De todas las maneras, aún estamos en la edad de piedra en cuanto a viajes espaciales se refiere, solo hay que mirar que si en el presente mandamos una nave a Próxima Centauri, con las velocidades que alcanzamos de 50/50.000 Km/h., tardaríamos 30.000 años en recorrer los 4,2 años luz que nos separan de la estrella vecina más cercana.

    Dicho todo lo anterior, cuando oigamos a la NASA anunciar viajes tripulados a Marte, lo mejor será poner en cuarentena la noticia, ya que, no están preparados para esa aventura.

    Tengo un montón de pegas más que añadir al comentario pero, como esto no es un libro lo dejaré aquí.

    ¡Viajes Espaciales! ¿Para cuando? De momento solo un sueño.

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