jueves, 09 de octubre del 2025 Fecha
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IMPRESIÓN NO PERMITIDA - TEXTO SUJETO A DERECHOS DE AUTOR




¿Estamos seguros? ¡De ninguna manera!

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Catástrofes Naturales    ~    Comentarios Comments (1)

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http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/e/e3/Acraman.jpg

Este archivo es de dominio público porque fue creado por la NASA y,  «el material de la NASA no está protegido con copyright a menos que se indique lo contrario». Lo que veis está situado a unos doscientos kilómetros de Port Augusta en Australia del Sur, dentro de la accidentada región interior y en el límite de la llanura de Nullarbor, hay un gran lago seco.

De forma aproximadamente circular, el lago Acraman tiene un diámetro de unos treinta kilómetros. Aunque se parece a otras muchas cuencas saladas en esa parte de Australia, el Lacraman no es un lecho lacustre ordinario. Hace unos seiscientos millones de años un meteoro gigante cayó del cielo y abrió un enorme agujero en lo que ahora es la península Eyre. El agujero original media al menos noventa kilómetros de diámetro y varios kilómetros de profundidad. El lago Acraman de hoy es todo lo que queda de aquella monstruosa cicatriz, un testigo mudo de un antiguo cataclismo de proporciones inimaginables.

La erosión del cráter no ha permitido a los científicos calcular su diámetro exacto aunque las cifras que se manejan hablan de entre 85 y 90 kilómetros. En cuanto a su antigüedad, el impacto se data hace 590 millones de años. Estamos tranquilos en nuestros quehaceres del día a día, o, en nuestras casas ocupados en los más variados menesteres: una lectura, una película, charlando mientras nos tomamos un café… Y, pocas veces pensamos que, estamos expuestos a situaciones que, como la de arriba, pudiera acabar con nuestras esperanzas de futuro.

Hubo un tiempo en que la superficie de la Tierra, en lenta y progresiva formación, fue ametrallada por una lluvia de meteoritos de todo tipo de tamaño, peso y composición. Muchos vestigios de aquella época turbulenta han desaparecido, pero podemos aún ver las huellas que dejaron en la superficie de nuestro planeta.

He aquí una muestra de algunos de los cráteres más grandes de la Tierra.

                                                                                              Cráter Barringer  en  Flagstaff

En la foto superior podemos ver un cráter que se ubica a poco mas de media hora de coche de la ciudad de Flagstaff en Arizona (Estados Unidos). Pueden verse unos pequeños puntitos sobre su borde izquierdo. Son personas. Así podemos tomar conciencia de la dimensión real de esta herida provocada hace 50.000 años. Se estima que el cuerpo que impactó sobre el terreno medía unos 100 metros de diámetro, pesaba unos 300.000 kilos de hierro y niquel.

Crater Australia

Este enorme cráter irregular, de unos 3 kilómetros de diámetro es el Glosses Bluff, en Australia. Se calcula su edad en unos 140 millones de años y su presencia ha despertado sentimientos mágicos en los pueblos originarios de la zona. Hoy está protegido dentro de la Reserva Natural de Tnorala y es un sitio sagrado para el pueblo Arrernte.

 

Este enorme cráter irregular, de unos 3 kilómetros de diámetro es el Gosses Bluff, en Australia. Se calcula su edad en unos 140 millones de años y su presencia ha despertado sentimientos mágicos en los pueblos originarios de la zona. Hoy está protegido dentro de la Reserva Natural de Tnorala y es un sitio sagrado para el pueblo Arrernte.

El mayor impacto sobre la tierra que se tenga conocimiento, sucedió hace 2.000 millones de años a poco más de 100 kilómetros de la actual ciudad de Johannesburgo (Sudáfrica). Se le llama Vredefort y es tan grande que no puede abarcarse en una sola mirada: 300 kilómetros de diámetro. La ciudad que le da nombre está en su interior, así como bosques, un río y carreteras. Desde el año 2005 es Patrimonio Natural de la Humanidad.

Otros cráteres provocados por impactos de meteoritos son:

 

                          El Cráter Popigai en Siberia (Rusia) y el 4to. más grande del mundo, con un yacimiento de diamantes en su interior.

El Cráter  Kebira En el Desierto de Sahara en Libia que originalmente era 25 veces más grande que el de Arizona, pero la erosión y la arena lo han desdibujado.

                                                         El Cráter Manicouagan al norte de Canadá, con más de 210 millones de años de edad.

El Cráter Chicxulub en la Península de Yucatán. Se supone que su impacto en la Tierra hace 65 millones de años, pudo haber auspiciado la desaparición de muchas especies, entre ellas los dinosaurios y otras muchas especies que dieron la posibilidad a los pequeños mamíferos para que resurgieran con fuerza.

Son muchos más los cráteres que jalonanla superficie terrestre y, menos mal que, todos se refieren a épocas muy lejanas. Hasta el momento, hemos tenido la gran suerte de que, alguno de esos episodios no se repitiera en épocas recientes. El daño físico causado por un gran impacto cósmico supera todo lo imaginable. El cuerpo incidente, típicamente de varios kilómetros de diámetro, podría pesar unos cien mil millones de toneladas. Viajando a una velocidad (más o menos) de veinte o treinta kilómetros por segundo, provoca una explosión equivalente a al menos cien millones de megatones TNT, muy superior a todas las armas nucleares del mundo juntas.

Cuando entra en la atmósfera, el objeto desplaza una enorme columna de aire, lo que crea una potente onda de choque que viaja alrededor de la Tierra. Al golpear el suelo, el bólido, junto con gran parte del material circundante, se evapora intantáneamente. Enormes cantidades de rocas son extraídas de la zona afectada y proyectadas con extrema violencia hacia el aire, incluso al espacio exterior tal es la velcidad que alcanzan, y, detrás, dejan un cráter gigantesco.

Los grandes fragmentos rocosos expulsados caen de nuevo atraídos por la fuerza de gravedad del planeta, y van a parar a centenares o miles de kilómetros, e inflaman la vegetación con su violenta incandescencia. El temblor producido por el impacto primario supera a los terremotos más violentos y produce aún más daño. Si el bólido cae en el mar, produce Tsunamis de muchos kilómetros de altura que devastan las riberas del océano e inundan inmensas franjas de tierra.

El polvo levantado por todo el horrible acontecimiento llega a cubrir a todo el planeta; la luz del Sol queda oculta al ser bloqueada durante meses y hasta años, y, algunas especies vivas, sobre todo las vegetales,  por la falta de luz, languidecen y mueren, con lo cual, desaparece el sustento de otro montón de espcies que dependen de las plantas para vivir. La lluvia ácida es el siguiente acontecimiento que se deriva de todo esto y, ante estas perspectivas, muchas especies vivan no pueden evitar que les llegue la extinción.

Es nuestra casa, nuestro habitad, nuestro refugio y, como tal, la debemos tratar con el esmero que se le debe a quien nos ha proporcionado toda clase de elementos y materiales que nos son necesarios para vivir y, por ello, siempre estaremos con ella en deuda. Sin embargo, como hemos visto a lo largo de este pequeño reportaje, son otros muchos los factores que la amenazan a ella y, de paso, a nosotros. Son situaciones que no podemos controlar y que, en el paso, fueron frecuentes.

Nuestras mentes, máquinas perfectas que están preparadas para inducirnos en todo momento lo mejor para nosotros, nos tiene alejados de esta realidad que pende sobre nuestras cabezas, ya que, aunque estuviéramos pensando todo el tiempo en la posibilidad de que un meteoro gigante nos venía envima, poco podríamos hacer aparte de estar preocupados, o, algo más.

Llegados a este punto, me vienen a la memoria aquellas palabras enardecidas del poeta-filósofo romano Lucrecio que, llevaban la intención de convencernos de que no estamos sólos en el universo. Lucrecio argumentaba que si el universo estaba hecho de átomos idénticos y sujetos a leyes universales de la Naturaleza, entonces los mismos procesos que dieron lugar a la vida en la Tierra deberían también dar lugar a la vida en otros mundos. El argumento, que se remonta al atomista griego Epicuro, es convincente. Pero, algunos preguntan ¿Es correcto?

Naturalmente que Sí, es tan correcto como el hecho de que, también en esos otros mundos, pueden caer meteoros enormes que acabe con sus especies como, de hecho, sucedio aquí, en la Tierra.

emilio silvera

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Vista aérea de Manhattan
Vista aérea de Manhattan | Foto: Agencias

El administrador jefe de la NASA, Charles Bolden, ha señalado, en su comparecencia en la Comisión de Ciencias en el Congreso de Estados Unidos, que solo cabe rezar si un asteroide se dirigiera a Nueva York.

                                  El de Rusia dejó una buena huella

 Un asteroide de unos 17 metros de diámetro explotó el pasado 15 de febrerosobre Chelyabinsk, Rusia, generando ondas de choque que rompieron ventanas y dañaron edificios. Más de 1.500 personas resultaron heridas.

                                                 Este nos pasó cerca

Más tarde, ese mismo día, un asteroide más grande descubierto el año pasado pasó a solo 27.681 kilometros de la Tierra, más cerca que los satélites de telecomunicaciones que rodean el planeta. Para Bolden, estos eventos “sirven como prueba de que vivimos en un sistema solar activo, con objetos potencialmente peligrosos que pasan por nuestro vecindario con una frecuencia sorprendente”.

“Un asteroide de un kilómetro o más, probablemente podría acabar con la civilización”

“Tuvimos la suerte de que los acontecimientos del mes pasado fueran simplemente una coincidencia interesante en lugar de una catástrofe”, dijo el presidente del Comité, Lamar Smith, republicano de Texas, quien convocó la audiencia para saber qué se está haciendo y cuánto dinero se necesita para proteger mejor el planeta.

La NASA ha encontrado y sigue de cerca un 95 por ciento de los objetos más grandes que vuelan cerca de la Tierra, los que tienen 1 kilómetro o más de diámetro. ”Un asteroide de ese tamaño, de un kilómetro o más grande, probablemente podría acabar con la civilización”, dijo John Holdren, asesor científico de la Casa Blanca, a los legisladores en la misma audiencia.

Potenciales asesinos de ciudades

Sin embargo, sólo se conoce aproximadamente el 10 por ciento de una estimación de 10.000 potenciales asteroides “asesinos de ciudades”, aquellos con un diámetro de 50 metros, añadió Holdren. En promedio, se estima que los objetos de ese tamaño llegan a la Tierra alrededor de una vez cada 1.000 años. ”A partir de la información que tenemos, no sabemos de ningún asteroide que amenace la población de los Estados Unidos”, dijo Bolden. “Pero si viene en tres semanas, recen”.

Además de la intensificación de sus esfuerzos de vigilancia y la creación de alianzas internacionales, la NASA está considerando el desarrollo de tecnologías para desviar un objeto que puede estar en un curso de colisión con la Tierra.

El asteroide que explotó sobre Rusia el mes pasado fue el objeto más grande que chocó con la atmósfera de la Tierra desde el evento de Tunguska en 1908, cuando un asteroide o un cometa explotó sobre Siberia, arrasando 80 millones de árboles en más de 2.150 kilómetros cuadrados como arriba podéis ver. La onda expansiva dio la vuelta al mundo y fue recogida por todos los sismógrafos.

Claro que, el suceso, podría caer en cualquier parte del mundo y, los americanos ¡tan suyos ellos! se empeñan en que todo pase en Nueva York… Aunque sea una catástrofé. Con tal de hacer una película son capaces de cualquier cosa.

emilio silvera

Expresar un sentimiento

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Catástrofes Naturales    ~    Comentarios Comments (6)

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Lamentamos desde aquí el desastre ocurrido en Valparaiso (Chile), un pais en el que tenemos tantos amigos. Lamentamos profundamente el daño causado a familias enteras y que, esperamos, sean reparadas por la Aurtoridades de aquel bonito país, toda vez que, lo que la Naturaleza destruye tiene que ser reparado por todos en la medida en la que cada uno pueda y es, el Gobierno del lugar, el garante de que eso sea así.

Estamos con todos los damnificados y sentimos como propio su dolor.

emilio silvera

¡La Naturaleza! ¿Quién puede pararla?

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Catástrofes Naturales    ~    Comentarios Comments (1)

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File:Downtown Port au Prince after earthquake.jpg

Hay fenómenos de la Naturaleza que, a nivel local, son devastodores y producen estragos materiales acompañados de pérdida de vidas. Hay zonas del mundo que son más propensas a sufrir estos fenómenos y, la gente que tienen allí sus habitats, padecen los efectos de estas imprevistas acciones naturales. Arriba podemos contemplar una vista aérea de Puerto Príncipe. Tras el terremoto de Haití en 2010, la ciudad quedó destruida.

Los terremotos

La inmensa mayoría de los terremotos se originan en los procesos geotectónicos a gran escala que crean, hacen chocar y hunden en las zonas de subducción, las placas oceánicas. No menos del 95 por ciento de todos los terremotos se concentran a lo largo de los bordes de las placas y cerca de nueve décimas partes de éstos se localizan en el cinturón Circum-Pacífico, donde las placas, que son relativamente rápidas, están colisionando o deslizándose contra las placas continentales más pesadas. La mayor parte del resto de terremotos están asociados a los puntos calientes, generalmente señalados por volcanes en actividad.

Terremoto.jpg

Cuando el epicentro se produce en la costa, las consecuencias también pueden ser devastadoras al crearse un Tsunami que arrasará la ciudad

En conjunto, los terremotos representan una fracción muy pequeña de la energía liberada por los procesos tectónicos de la Tierra. Desde 1.900, en los mayores terremotos se han liberado anualmente una energía media cercana a los 450 PJ, que no supone más del 0’03 por ciento del flujo total de calor terrestre. La liberación anual de energía sísmica de todos los terremotos que se han medido alcanza unos 300 GW, que sumada a la energía de esfuerzo invertida en deformaciones irreversibles y al calor generado por fricción a lo largo de las fallas, daría un total próximo a 1 TW, lo cual representa solamente un 2’5 por ciento del flujo de calor global.

Pero este recuento total nos dice poco de la liberación de energía y de la potencia de un solo terremoto. Aunque la mayoría son tan débiles que pasan desapercibidos para las personas, cada año se producen terremotos terriblemente destructivos, que durante el siglo XX han causado más víctimas mortales que las inundaciones, ciclones y erupciones volcánicas juntas.

En el sur de la Península Ibérica se encuentra sobre un área de subducción entre la placa Euroasiática y la placa Africana, estando en medio la placa del Mar de Alborán, concentrando el mayor índice de terremotos. Además, concretamente las zonas de mayor riesgo son las provincias de Málaga, Almería, Granada y Murcia aunque también en el Pirineo, entre Navarra y Huesca.

Los terremotos más devastadores de nuestra Península fue el de Lisboa en 1755. No obstante, en España han habido muchos otros seísmos de gran importancia: En Málaga, Arenas del Rey, Sevilla, Jaén, Grabada Y Huelva y, el último de Lorca en 2011.

La energía de estos terremotos se puede calcular a partir de la energía cinética de las ondas sísmicas generadas por la energía liberada en el esfuerzo de la deformación del suelo, pero rara vez se realizan estos cálculos directamente. Lo más frecuente es deducir la energía del terremoto a partir de la medida de su magnitud o de su momento. La medida típica de la magnitud de un terremoto fue establecida por Charles Richter en 1.935, como el logaritmo decimal de la máxima amplitud (en micrómetros) registrada con un sismómetro de tensión estándar (Word-Anderson) a 100 Km de distancia del epicentro del temblor.

Desde que en 1.942, Richter publicó la primera correlación entre la magnitud de energía sísmica liberada en un temblor, su trabajo (como por otra parte, es de lógica) ha sufrido numerosas modificaciones. La conversión sigue la forma estándar log10 E = a + bM, donde E es la energía liberada en forma de ondas sísmicas (en ergios), M es la magnitud de Richter, y a y b son los coeficientes empíricos que varían entre 6’1 – 13’5 y 1’2 – 2 respectivamente. Otras conversiones alternativas permiten obtener la energía liberada a partir del momento del terremoto, que se define como el producto de la rigidez por el desplazamiento medio de la falla y por la superficie media desplazada.

Los mayores terremotos registrados tienen magnitudes Richter comprendidas entre 8 y 8’9, con liberación de energía sísmica entre 48 PJ y 1’41 EJ. Todos hemos oído en alguna ocasión algún comentario sobre el terremoto de San Francisco de 1.906, donde los cálculos basados en tres métodos utilizados en el esfuerzo dieron valores tan distintos como 9’40 y 175 PJ, y con método cinético se obtuvo 2’5 PJ.

Los terremotos, por ser a la vez de breve duración y estar limitados espacialmente, desarrollan potencias y densidades de potencia extraordinariamente altas. La potencia de un temblor de magnitud 8 en la escala de Richter que durase solamente medio minuto, sería de 1’6 PW, y si toda esta potencia estuviera repartida uniformemente en un área de 80 Km de radio, la densidad de potencia sería tan elevada como 80 KW/m2.

Obviamente, tales flujos pueden ser terriblemente destructivos, pero ni las pérdidas de vidas humanas ni los daños materiales que ocasionan los temblores están correlacionados de una manera sencilla con la energía liberada. La densidad de población o de industrias, así como la calidad de las construcciones, constituyen un factor muchísimo más importante para determinar la mortandad o el impacto económico de los mismo. Por ejemplo, el coste en vidas humanas del gran terremoto japonés que en 1.923 arrasó Tokio, donde existía una alta densidad de casas de madera, fue unas 200 veces más elevado que el terremoto de San Francisco de 1.906 en el que se liberó cuatro veces más energía. También aquí salen perdiendo, como siempre, los pobres.

Por otra parte, no podemos olvidar que la superficie del globo terrestre está dominada por las aguas, y los seres humanos viven en la Tierra seca. Sin embargo, vienen los tsunamis. La predicción de estas catástrofes continúa siendo imposible. Se tienen datos, se localizan las zonas de más frecuencia, y conocen las fallas de desgarre y las inversas, los ciclos, etc., pero el conocimiento es aún escaso para prevenir dónde y cuándo se producirán temblores.

Las olas sísmicas que se pueden provocar por terremotos submarinos se propagan durante miles de kilómetros a velocidades de 550 – 720 Km/h, perdiendo en su viaje muy poca potencia. Estas olas, prácticamente invisibles en el mar, se levantan hasta una altura de 10 metros en agua poco profundas y pueden llegar a golpear las costas con intensidades de potencia en superficie vertical de hasta 200 – 500 MW/m2, y con impactos horizontales de intensidad y potencia entre 10 – 100 MW/m2. Son, pues, mucho más potentes que los ciclones tropicales y causan grandes daños tanto materiales como en pérdida de vidas humanas.

File:Sarychev Peak.jpg

La NASA proporcionó esta asombrosa imagen del Volcan Sarychev en las Islas Kuriles, Rusia.

Los volcanes

La unívoca asociación de los volcanes activos con las zonas de subducción de las grandes placas tectónicas permite localizar casi todas las erupciones recientes alrededor del océano Pacífico y, sobre todo, en América central, Sudamérica, Filipinas, Japón y Kamchatka. Una categoría menos común incluye los volcanes asociados a los puntos calientes, donde las placas tectónicas se ven atravesadas por flujos magmáticos procedentes del manto, a la cual pertenecen los volcanes de Hawai y África central.

Las erupciones históricas más conocidas son las Théra, en Grecia (alrededor del 1.500 a. C.), del Vesubio en Italia (79 a. C.) y del Cracatoa (1.883 d. C.) en Indonesia, y el del monte St. Helens en el estado de Washington en 1.980. Éste último caso es la erupción volcánica mejor estudiada hasta la fecha. Se conoce, no solamente el volumen de los depósitos expulsados (0’18 Km3) y de lava (0’5 Km3), sino también un detallado desglose de la energía relacionada con la erupción.

El Servicio Nacional de Geología y Minería de Chile (SERNAGEOMIN)  a través de su Observatorio Volcanológico de los Andes del Sur (OVDAS), informó hace instantes que “observaciones realizadas por Los flujos de calor dominan en el proceso: la energía térmica de los productos expulsados, las avalanchas, los chorros de agua, los flujos piroplásticos y las nubes de ceniza, dan un total de 1’66 EJ, cerca de veinte veces la energía cinética total de la erupción.

El 18 de mayo de 1.980, el volcán del monte St. Helens desarrolló, durante nueve horas de erupción, una energía total de 1’7 EJ, lo que equivale a una potencia media de 52 TW, es decir, unas cinco veces el consumo anual mundial de energía en el sector primario en los primeros años noventa. Aún más potentes fueron las de Bezymyannyi, Kamchatka, en 1.956 (3’9 EJ), y la de Sakurajima, Japón, en 1.914 (4’6 EJ). La mayor erupción que tuvo lugar en el siglo XIX fue la del volcán Tambora, en 1.815, que liberó más de 80 EJ de energía (basado en los depósitos de cenizas) que es un orden de magnitud superior a los anteriormente mencionados. Pero incluso la más potente erupción conocida es irrelevante comparada con las sucedieron hace varios vientos de miles de años, y que a su vez, son pequeñas comparadas con las erupciones magmáticas más antiguas.

Entre las cerca de diez calderas jóvenes, enormes cráteres formados en las gigantescas erupciones que se produjeron en el último millón de años, están la de Yellowstone (formada hace 600.000 años, con un diámetro de 70 Km y 1.000 m3 de material expulsado, principalmente piedra pómez y cenizas), y la de Toba (situada en el noroeste de Sumatra, formada hace 75.000 años, de casi 100 Km de anchura y con más de 2.000 m3 de material eyectado).

Un prolongado periodo de erupciones volcánicas que empezó hace 66 millones de años – varios cientos de millones de años de cataclismos que lanzaron a la atmósfera enormes cantidades de cenizas y produjeron dos millones de Km3 de lava, creando la inmensa Decan Traps de la India – parece ser la causa, al menos tan plausible como la colisión de la Tierra con un asteroide, de la masiva extinción que se produjo en la frontera del cretácico y el terciario.

                   Las cenizas de la erupción del monte St. Helens se elevaron a 20 Kms., y, otras incluso más

Aunque las erupciones históricas han supuesto una considerable pérdida en vidas humanas (cerca de 250.000 desde 1.700), pérdidas materiales enormes y han sido una de las causas más importantes de los cambios climáticos temporales, ninguna de estas consecuencias está claramente correlacionada con la energía total liberada en las mismas. Las emisiones térmicas son casi siempre dominantes, de una a tres órdenes de magnitud mayores que todos los demás flujos de energía, y se dividen en varias clases de flujos diferentes. En algunas erupciones, la mayor parte de la energía térmica liberada está asociada con la emisión de nubes de cenizas que se elevan hasta la estratosfera; así las cenizas de la erupción del monte St. Helens se elevaron a 20 Km, y otras hasta los 30 Km, e incluso más, con cambios atmosféricos locales y espectaculares puestas de Sol y uno o dos años con temperaturas más bajas de las habituales en algunas regiones. En Nueva Inglaterra, por ejemplo, no hubo verano en 1.816.

En otras erupciones, la mayor parte de la energía térmica es transportada por las corrientes piroclásticas. Estas corrientes se forman por explosión y están compuestas por partículas volcánicas, cuyos tamaños varían entre los μm y varios metros, y gases calientes. Alcanzan temperaturas cercanas a los 1.000º C, se propagan a velocidades de hasta 300 m/s y se extienden a distancias de cientos de kilómetros del lugar de origen.

File:Sommet Mont-pelée.JPG

En la erupción del monte Pelée, isla de Martinica en 1.902, estas nubes incandescentes acabaron con la vida de 28.000 personas. En las erupciones de los volcanes hawaianos, el principal flujo de calor está predominantemente asociado a la emisión de lavas que se desplazan lentamente; así, en la erupción del Mauna Loa en 1.950, con una energía liberada de magnitud parecida a la del monte St. Helens, no se produjeron desplazamientos de lodos, avalanchas ni nubes de cenizas.

Siendo espectaculares y a veces devastadoras, las erupciones volcánicas representan una fracción muy pequeña de la energía térmica que mueve la geotectónica terrestre. Suponiendo que en total aflora 1 Km3/año de lava continental y que las erupciones oceánicas contribuyen con otros 4 Km3/año, el calor global perdido anualmente está cerca de los 800 GW, lo cual representa solamente el 2 por ciento del flujo geotérmico terrestre global. La grandiosidad de estos fenómenos está enmascarada en ámbitos de límites regionales, que a nivel global son casi insignificantes.

Mientras que en uno de estos lugares la catástrofe se avecina, en el otro, la vida transcurre dentro de lo cotidiano, nada enturbia el desarrollo normal de nuestras vidas.

Todo esto nos viene a corroborar que, cuando la Naturaleza se despereza… ¡Nosotros a temblar! Son fuerzas y mecanismos de los que se vale el planeta para reciclarse y recomponerse, es la destrucción de la creación, toda vez que, a partir de estas inmensas catástrofes, siempre comienzan y surgen nuevas formas de vida allí donde todo era debastación.

emilio silvera

¡La Tierra! Tenemos que seguir conociéndola

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Catástrofes Naturales    ~    Comentarios Comments (0)

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                             La Tierra, nuestro hogar

La humanidad es parte de un universo evolutivo. La Tierra, nuestro hogar, está viva con una comunidad singular de vida. Las fuerzas de la naturaleza promueven a que la existencia sea una aventura exigente e incierta, pero la Tierra ha brindado las esenciales para la evolución de la vida. Sin embargo, el planeta nos impone sus propias reglas y, de vez en cuando, nos avisa de que, su presencia, no es inamovible ni estática, sino que por el contrario,  se mueve y evoluciona como todo en el Universo y, un ejemplo muy vivo está en los…

                                        Volcanes

La unívoca asociación de los volcanes activos con las zonas de subducción de las grandes placas tectónicas permite localizar casi todas las erupciones recientes alrededor del océano Pacífico y, sobre todo, en América central, Sudamérica, Filipinas, Japón y Kamchatka. Una categoría menos común incluye los volcanes asociados a los puntos calientes, las placas tectónicas se ven atravesadas por flujos magmáticos procedentes del manto, a la cual pertenecen los volcanes de Hawai y África central.

El Vesubio: En Italia, se encuentra ubicado uno de los volcanes que más devastación ha causado en la historia. Hace varios siglos, este volcán hizo erupción destruyendo Pompeya y Herculano, matando a 25 mil personas. Según los registros, mucha gente fue petrificada viva. De hecho, los turistas que pasan por el lugar tienen la oportunidad de comprobarlo en directo.

Las erupciones históricas más conocidas son las Théra, en Grecia (alrededor del 1.500 a. C.), del Vesubio en Italia (79 a. C.) y del Cracatoa (1.883 d. C.) en Indonesia, y el del monte St. Helens en el estado de Washington en 1.980. Éste último caso es la erupción volcánica mejor estudiada hasta la fecha. Se conoce, no solamente el volumen de los depósitos expulsados de lava (0’5 Km3), sino también un detallado desglose de la energía relacionada con la erupción.

Los flujos de calor dominan en el proceso: la energía térmica de los productos expulsados, las avalanchas, los chorros de agua, los flujos piroplásticos y las nubes de ceniza, dan un total de 1’66 EJ, cerca de veinte veces la energía cinética total de la erupción. Todo esto que ha pasado cuando ya la Tierra estaba más calmada y tranquila, nos puede dar una idea de lo que sería el hervidero magmático de la Tierra cuando era jocen  y toda ella se encontraba en estado ígneo, como una gran bola de fuego que necesitó millones de años para calmarse y que la superficie se enfriara y comenzara la nueva etapa que, con el tiempo, trajo la vida.

Etna: Ubicado en Italia, es el más alto y activo volcán de Europa. Su erupción más violenta fue en 1669 donde destruyó varios pueblos cercanos. El 12 de mayo de este año, el volcán arrojó grandes cantidades de lava, por lo que las autoridades decidieron cerrar el aeropuerto internacional de Catania.

El 18 de mayo de 1.980, el volcán del monte St. Helens desarrolló, durante nueve horas de erupción, una energía total de 1’7 EJ, lo que equivale a una potencia media de 52 TW, es decir, unas cinco veces el consumo anual mundial de energía en el sector primario en los primeros años noventa. Aún más potentes fueron las de Bezymyannyi, Kamchatka, en 1.956 (3’9 EJ), y la de Sakurajima, Japón, en 1.914 (4’6 EJ). La mayor erupción que tuvo lugar en el siglo XIX fue la del volcán Tambora, en 1.815, que liberó más de 80 EJ de energía (basado en los depósitos de cenizas) que es un orden de magnitud superior a los anteriormente mencionados. Pero incluso la más potente erupción conocida es irrelevante comparada con las sucedieron hace varios vientos de miles de años, y que a su vez, son pequeñas comparadas con las erupciones magmáticas más antiguas.

                      Cuando Yellowstone estalle

Debajo del parque de Yellowstone, una monstruosa pluma de roca caliente levanta la tierra y la hace temblar. Las pasadas erupciones tuvieron una potencia comparable a la de mil montes Saint Helens. El futuro es imprevisible.  Cuando la Naturaleza se enfada… nosotros a temblar.

A veces estornuda y nos arrasa un huracán. O a veces carraspea un poco y nos graniza que da miedo. O incluso se estira un poco y nos sacuden los terremotos. Pero nada es tan temible como si un día la tierra decidiera encender una de sus “pipas”. Sólo el humo de su tabaco nos mataría. Este gráfico del National Geographic sobre Yellowstone nos puede dar una idea real de las dimensiones de una de esas “pipas”. Me gustó mucho cuando lo ví en papel. Pero también se puede encontrar en la red. Aquí está un enlace por si a alguien le interesa pasar a mirar…:

Yellowstone

Yellowstone erupcionó por vez hace 640.000 años. En el futuro, se está por ver.  Debajo del parque de Yellowstone, una monstruosa pluma de roca caliente levanta la y la hace temblar. Las pasadas erupciones tuvieron una potencia comparable a la de mil montes Saint Helens. El futuro es imprevisible.  Cuando la Naturaleza se enfada… nosotros empezamos a temblar.

http://www.nationalgeographic.com.es/2009/10/29/cuando_yellowstone_estalle.html

Entre las cerca de diez calderas jóvenes, enormes cráteres formados en las gigantescas erupciones que se produjeron en el último millón de años, están la de Yellowstone (formada hace 600.000 años, con un diámetro de 70 Km y 1.000 m3 de material expulsado, principalmente piedra pómez y cenizas), y la de Toba (situada en el noroeste de Sumatra, formada hace 75.000 años, de casi 100 Km de anchura y con más de 2.000 m3 de material eyectado).

Un prolongado periodo de erupciones volcánicas que empezó hace 66 millones de años – varios cientos de millones de años de cataclismos que lanzaron a la atmósfera enormes cantidades de cenizas y produjeron dos millones de Km3 de lava, creando la inmensa Decan Traps de la India – parece ser la causa, al menos tan plausible como la colisión de la Tierra con un asteroide, de la masiva extinción que se produjo en la frontera del Cretácico y el Terciario.

File:Blakey 65moll.jpg

      Nuestro mundo no fue siempre igual. Arrina tenéis la reconstrucción paleogeográfica de la Tierra hace 65 millones de años

Aunque las erupciones históricas han supuesto una considerable pérdida en vidas humanas (cerca de 250.000 desde 1.700), pérdidas materiales enormes y han sido una de las causas más importantes de los cambios climáticos temporales, ninguna de estas consecuencias está claramente correlacionada con la energía total liberada en las mismas. Las emisiones térmicas son casi siempre dominantes, de una a tres órdenes de magnitud mayores que todos los demás flujos de energía, y se dividen en varias clases de flujos diferentes. En algunas erupciones, la mayor parte de la energía térmica liberada está asociada con la emisión de nubes de cenizas que se elevan hasta la estratosfera; así las cenizas de la erupción del monte St. Helens se elevaron a 20 Km, y otras hasta los 30 Km, e incluso más, con cambios atmosféricos locales y espectaculares puestas de Sol y uno o dos años con temperaturas más bajas de las habituales en algunas regiones. En Nueva Inglaterra, por ejemplo, no hubo verano en 1.816.

En otras erupciones, la mayor parte de la energía térmica es transportada por las corrientes piroclásticas. Estas corrientes se forman por explosión y están compuestas por partículas volcánicas, cuyos tamaños varían entre los μm y varios metros, y gases calientes. Alcanzan temperaturas cercanas a los 1.000º C, se propagan a velocidades de hasta 300 m/s y se extienden a distancias de cientos de kilómetros del lugar de origen.

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                                                                                                                       Monte Pelée, 1902

En la erupción del monte Pelée, isla de Martinica en 1.902, estas nubes incandescentes acabaron con la vida de 28.000 personas. En las erupciones de los volcanes hawaianos, el principal flujo de calor está predominantemente asociado a la emisión de lavas que se desplazan lentamente; así, en la erupción del Mauna Loa en 1.950, con una energía liberada de magnitud parecida a la del monte St. Helens, no se produjeron desplazamientos de lodos, avalanchas ni nubes de cenizas.

Siendo espectaculares y a veces devastadoras, las erupciones volcánicas representan una fracción muy pequeña de la energía térmica que mueve la geotectónica terrestre. Suponiendo que en total aflora 1 Km3/año de lava continental y que las erupciones oceánicas contribuyen con otros 4 Km3/año, el calor global perdido anualmente está cerca de los 800 GW, lo cual representa solamente el 2 por ciento del flujo geotérmico terrestre global. La grandiosidad de estos fenómenos está enmascarada en ámbitos de límites regionales, que a nivel global son casi insignificantes.

                    La roca fundida discurre para formar nuevas estructuras y nueva vida

Los volcanes son una manifestación en superficie de la energía interna de la Tierra. La temperatura y la presión se incrementan a medida que nos acercamos al centro de la Tierra, alcanzándose temperaturas de 5000 ºC en el núcleo. El efecto combinado de la temperatura y la presión a distintas profundidades provoca un comportamiento diferente de los materiales que se estructuran en varias capas:

•  La corteza, fría y muy rígida, es la capa externa.

•  El manto, con temperaturas superiores a los 1000 ºC, presenta un comportamiento semirrígido. En los niveles superiores es donde se originan los magmas por fusión parcial de las rocas que allí se encuentran. En el manto inferior (Astenosfera), los materiales se mueven lentamente debido a las corrientes de convección originadas por las diferencias de temperatura entre la parte y el núcleo, provocando el movimiento de las placas tectónicas.

•  El núcleo es la parte más interna y más densa de la Tierra. Se encuentra a una temperatura próxima a los 5000 ºC. Debido a esta elevada temperatura, los materiales se comportan como un líquido (núcleo externo); sin embargo, en la más profunda se encuentran en forma sólida debido a la elevadísima presión que soportan.

La estructura interna de la Tierra se ha ido formando a medida que el planeta ha ido envejeciendo y enfriándose. Inicialmente, toda la superficie estaba constituida por materiales fundidos, que han ido solidificándose en el transcurso de miles de millones de años. La actividad volcánica actual es sólo un resto de este proceso. Si nos paráramos un momento para estudiar a fondo los mecanismos que se producen en nuestro planeta que se comporta como si de un ser vivo se tratara (de alguna manera lo es), veríamos con asombro como todo lo que ocurre tiene su por qué y sus consecuencias que, no siempre son tan destructuras como en un principio nos pudiera parecer.

Hay que comprender que todos estos fenómenos que podemos contemplar en el presente, y, que los registrados en el pasado dejaron grandes huellas en el planeta que ahora mismo podríamos constatar, devastación y muchas muertes. Sin embargo y a pesar de todas esas catástrofes, el daño no se podría comparar con el que nosotros mismos, los humanos, podremos hacer al planeta con nuestras irrespondables acciones. La Naturaleza, de alguna manera, se recicla y busca la manera de volver a la normalidad. Sin embargo, nosotros, podemos construir ingenios que nos lleven hacia la perdición incluso de la misma especie. Esperémos que se imponga la razón, aprendamos de la Naturaleza y podamos escoger, los caminos más adecuados para que todo siga evolucionando sin sobresaltos por nosotros creados.

El día del asteroide

Existen sucesos naturales que están escritos en el Tiempo por venir y, contra ellos, nada podemos nosotros hacer por muchas películas fantásticas que sobre el tema podamos realizar. No hace mucho pasó muy cerquita de “nuestra casa”, el asterioide 2012 DA14 que, aunque no muy grande, pasó entre la Tierra y la Luna, un poco más cerca y, la catástrofe estaría servida.

Hechos así son totalmente distintos a los del reciclaje natural de la Tierra (Tectónica de placas, terremotos y Tsunamis, erupciones volcánicas…), en aquellos, la devastación podría ser incluso total, mientras que en estos, simplemente pagamos un “pequeño” precio para que vuelva la estabilidad y todo siga igual.

emilio silvera