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Cuando nació la Ciencia y la Filosofía (entre otras cosas)

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Rumores del Saber    ~    Comentarios Comments (30)

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Todo, con el paso del tiempo, se desvirtúa. En el origen las cosas surgen tal como fueron pensadas y llevan la pureza de ese primer pensamiento, sin contaminación, sin intereses que las pueda vulnerar (eso llega con el paso del tiempo que, a su alrededor, crea intereses bastardos).

Hoy hablamos y se nos llena la boca de “democracia”, y, sin embargo, sería imposible entender plenamente la Democracia sin tener en cuenta aquella de Atenas, es decir, teniendo un conocimiento de lo que era la polis, y sin tener en cuenta lo que eran los estados griegos de acuerdo con nuestros estándares.

Tanto Platón como Aristóteles creían que las polis perfectas debían tener alrededor de cinco mil ciudadanos y, de hecho, muy pocas ciudades superaban en la época los veinte mil.

“Ciudadanos” significaba en aquel contexto hombres libres (concepto que hoy, está muy alejado de la realidad). Clístenes introdujo la Democracia en Atenas en el año 570 a. C., y para la época de Pericles (c. 495-429) –la que se consideraba la edad de oro ateniense- el poder de la Asamblea era supremo, y por buenos motivos.

Pericles fue uno de los mejores generales griegos, excelente orador y un líder excepcional. Se interesó de forma especial por las cuestiones filosóficas, artísticas y científicas (algo inusual en un militar, aunque característico del ideal ateniense). Fue amigo entre otros, de Protágoras, Anaxágoras y Fidias, mientras que Sócrates tuvo una estrecha relación tanto con Alcibíades, el pupilo de Pericles, como con Aspasia, su esposa morganática. Pericles reconstruyó el Partenón, lo que proporcionó mucho empleo e hizo que fuera posible el impulso inicial a la edad dorada de Atenas.

Pero, si la política, la democracia, es la idea griega más famosa que ha llegado hasta nosotros, la sigue de cerca la Ciencia (Scientia significaba originalmente conocimiento). Por lo general, se cree que este ámbito de la actividad humana, sin duda mucho más provechoso, nació en Jonia, que entonces abarcaba la franja occidental occidental de Asia Menor (la moderna Turquía) y las islas ubicadas frente a ella.

Según Erwin Schrödinger, hay tres razones principales para que la ciencia haya empezado allí. En primer lugar, la región no pertenecía a ningún estado poderoso, que normalmente se muestran hostiles hacia el pensamiento libre. En segundo lugar, Jonia era un pueblo de marineros, ubicado entre Oriente y Occidente, y con sólidos vínculos comerciales.

El intercambio mercantil ha sido siempre el principal motor del intercambio de ideas, que con frecuencia surgen de la necesidad de resolver problemas prácticos (tal es el caso, por ejemplo, de la navegación, los medios de transporte, el suministro de agua, las técnicas artesanales). En tercer lugar, la región no estaba “infestada de sacerdotes”; no había como en Babilonia o Egipto, una casta sacerdotal hereditaria y privilegiada con interese3s personales en el mantenimiento del Statu quo.

Al comparar los orígenes de la antigua Grecia y la antigua China, el estudioso Geoffrey Lloyd y Nathan Sivin sostienen que los filósofos y científicos griegos gozaron de menos patrocinio que sus contemporáneos chinos, a quienes el emperador empleaba y que a menudo tenían que encargarse de visitar el calendario, el cual era un asunto de estado. Esto tuvo como consecuencia que los científicos chinos fueran mucho más circunspectos en sus opiniones y menos dados a adoptar nuevos conceptos que sus colegas griegos: tenían mucho más que perder, y rara vez discutían como lo hacían éstos. En lugar de ello, los pensadores chinos invariablemente incorporaban las nuevas ideas en teorías existentes, con lo que producían una “cascada” de significados; de esta forma las nociones nuevas nunca tenían que enfrentarse abiertamente a las antiguas. En Grecia, por el contrario, lo que había era una competencia de “sabiduría”, bastante similar a la que encontramos en las pruebas deportivas. Encontramos muchísimas más afirmaciones en primera persona del singular en la ciencia griega que en la china, mucho más egotismo, los científicos griegos se referían con más frecuencia a sus errores e incertidumbres y se criticaban más a menudo, llegando incluso a ridiculizar a los científicos y ello también les resultó útil, ya que, nadie está en posesión de la verdad absoluta.

Lo que los jonios comprendieron era que el mundo era algo que podía ser conocido, si uno se tomaba la molestia de observarlo en la forma adecuada. La Naturaleza nos habla, y, todo consiste en tener la predisposición de oír lo que nos quiere decir. Tales de Mileto, supo deducir y llegó a la conclusión de que, el mundo, no era el patio de recreo de unos dioses que actuaban de forma arbitraria, según se sintieran en ese momento, animados por las pasiones suscitadas por el amor, la ira o el deseo de venganza, así que, dejando de lado la mitología y utilizando la lógica, hizo que se mirara el mundo de otra manera. Tales de Mileto fue, el primer científico verdadero.

Aquella forma de “mirar el mundo” dejando a un lado a los dioses, dejó asombrados a los jonios: se trataba, como subrayó Schrödinger, de algo completamente nuevo. Los babilonios y los egipcios sabían mucho sobre las órbitas de los cuerpos celestes, pero lo consideraban un secreto religioso. La religión, desde tiempos inmemoriales, por un motivo o por otro, siempre retrasó, el avance de la Ciencia. Estamos hablando de lo que ocurrió en la costa jónica allá por el siglo VI a.C. No obstante, “ciencia” es una palabra moderna que sólo empezó a ser empleada con el significado que le damos actualmente a principios del siglo XIX: los antiguos griegos no la entendían de la misma manera. Para ellos no había límites entre la ciencia y los demás campos del conocimiento, de hecho fueron quienes formularon las preguntas que dieron origen tanto a la ciencia como a la filosofía.

Tales no fue el primer personaje de la antigüedad que especuló sobre el origen y la naturaleza del universo, pero fue el primero que expresó sus ideas en términos lógicos y no en términos mitológicos. Él fue el primero que habló sobre la importancia del agua para la vida. Como fue mercader, había viajado a Egipto y había aprendido suficientes matemáticas y astronomía babilónica para poder predecir un eclipse total de Sol en el año 585 a.C., eclipse que ocurrió a su debido momento el día correspondiente a nuestro 29 de mayo. (Dos siglos más tarde, Aritóteles consideraría que este acontecimiento marcaba el inicio de la filosofía griega.)

Sin embargo, Tales es recordado más a menudo por una pregunta que formuló: “¿de qué está hecho el mundo?” La respuesta que ofreció –de agua- era incorrecta, pero el hecho mismo de plantear una cuestión tan fundamental para la ciencia y la filosofía era toda una innovación.

Está claro que, para Tales, el Universo no era sólo racional, y por tanto cognoscible, sino también simple. Y, en este punto, caigo en la cuenta de que, el 90% del Universo está hecho de la materia más simple, el Hidrógeno que, también es agua.

Los pensamientos de Tales, de alguna manera, hizo que el mundo, la Naturaleza y el Universo mismo, se mirara de otra manera. Otro jonio, Anaximandro, le sucedió y nos dejó el mensaje de que, “la realidad física última del Universo no podía ser una sustancia tangible”. En este punto, caigo en la cuenta de lo que los científicos postulan ahora sobre ese “algo” que permea todo el Universo, es decir, lo mismo que nos dijo hace 2.500 años, Anaximandro.

El tercer jonio que entró en escena fue Anaxímenes. Él avanzó un paso más hacia adelante y dijo: “el aer es la sustancia primera, que cambia de formas incesantemente, y, a partir de una especie de vapor –cuya densidad variaba- se podía convertir mediante procesos misteriosos, en cosas interesantes. “Cuando es más uniforme”, afirmaba, “resulta invisible para el ojo…Los vientosm soplan cuando el aer es denso y se mueve bajo presión.

Lo que decía éste sabio es más largo y profundo cada vez pero, sólo quiero apuntar aquí que, leyendo sus pensamientos, uno cree estar oyendo una conferencia de Física y Astronomía en éste mismo siglo, ya que, las cuestiones que apuntaban, aunque de manera más ruda y simples, nos hablan de las transformaciones de la materia e incluso, ¿por qué no? De la materia oscura y de la Gravedad de Newton y Einstein.

Después llegaría Pitágoras con sus números y Demócrito con su a-tomo, o, átomo, Empédocles con sus famosos cuatro elementos (aire, fuego, tierra y agua) a partir de los cuales, mezclados en la debida proporción, se formaba todo lo que en el Universo podía existir, y, a su manera…no iba desencaminado.

Claro que, la premonición de Demócrito es digna de admiración y del asombro, toda vez que en 440 a.C. Leucipo de Mileto y en 410 a.C. Demócrito de Abdera (dos atomistas), sostenían que el mundo estaba compuesto por “una infinidad” de diminutos átomos que se movían de forma aleatoria en un “vacío infinito”. Estos átomos, corpúsculos sólidos muy pequeños para ser vistos, tenían toda clase de formas y sus “movimientos, colisiones y configuraciones transitorias” eran la causa de la enorme variedad de sustancias y de fenómenos que conocemos.

¡Asombroso!

En fin, amigos, quiero terminar este repaso y recuerdo de lo que allí pasó y de los personajes que protagonizaron los hechos para resumir que, el nacimiento de la reflexión en Jonia (lo que algunos estudiosos modernos denominan el positivismo jónico o la ilustración jónica) ocurrió de forma dual: ciencia y filosofía.

Podemos considerar a Tales, Anaximandro y Anaxímedes como los primeros filósofos así como los primeros científicos. A partir de todo aquello surgió el nombre de “filósofos naturales” o, científicos de la Naturaleza.

Estas ideas están escritas por Peter Watson en su Historia Intelectual de la Humanidad, y, de vez en cuando, me tomé el atrevimiento de alargar alguna frase o de intercalar alguna idea.