May
30
¡Será por soñar! Pero ese escenario nos queda lejos
por Emilio Silvera ~
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Pongámonos en que construimos una nave preparada para ese viaje de 70.000 años. La Nave sería como una pequeña ciudad, tendría de todo: Salas de atención médica con todos los modernos aparatos posibles, laboratorios, escuelas, instalaciones de investigación de nuevas tecnologías, “campos” con las técnicas agrícolas tradicionales que se trasladan a ambientes espaciales.
Esta posibilidad si que la tenemos, se han realizado estudios y pruebas que lo avalan: Cosechas en el Espacio.
En la inmensa nave todos los viajeros han sido escogidos entre una selecta concentración de especialistas en cada campo: Físicos, Médicos de distintas especialidades, Profesores, Neurocirujanos, MATEMÁTICOS, expertos en computación, ordenadores cuánticos, Robótica, Biólogos, Nutricionistas, y, obreros especializados en trabajos manuales, tales como mecánicos, carpinteros, fontaneros y otros.
Ellos viajan con la esperanza de que el planeta Próxima b, sea realmente habitable.
Pero sigamos elucubrando con ese imposible viaje a Próxima Centauro situado a 2,4 años luz de nosotros. El viaje, con una nave moderna y con muchos adelantos y todo lo que los viajeros pudieran necesitar para soportar dicha travesía de la que todos eran conscientes de que, no llegarían (si finalmente llegaran), ninguno de los que partieron, que serían muchas generaciones después las que podrían pisar la superficie de aquel mundo.
Los grandes telescopios Espaciales como el Albert Einstein, habían captado imágenes de la superficie del planeta
Habían logrado construir la Nave con materiales inteligentes, de manera tal que, en caso de un micro-meteorito traspasara el fuselaje, aquel material se cerraba de inmediato taponando el agujero, y, de la misma manera actuaba en caso de que llegaran ráfagas de radiación a las que bloqueaba con un escudo magnético.. LO que no habían podido lograr era la Gravedad Artificial.
La radiación llega sin avisar pero, el material inteligente de la nave actúa y crea el escudo que la aísla del peligro
Como podéis imaginar, durante los primeros años de aquella osada travesía, algunos murieron y otros nacieron, y, transcurridos los primeros 1.000 años, ninguno de los viajeros eran los que partieron, todos habían sido preparados para suplir a los especialistas en cada rama del trabajo que había que desarrollar en la Nave. Todo marchaba bien menos una cosa:
El viaje prolongado en ingravidez no causa mutaciones genéticas en humanos, sino que genera cambios fisiológicos adaptativos para sobrevivir en este entorno. Estos cambios, aunque importantes, son reversibles al regresar a la Tierra y no alteran la base genética de la persona. Sin embargo, es este caso, el regreso a la Tierra no estaba contemplado.
¿Te has preguntado alguna vez si la ingravidez puede afectar al organismo y, si es así, de qué manera lo hace?
Las investigaciones acerca de las consecuencias de la falta de gravedad sobre el organismo humano, el cual ha evolucionado sometido a la omnipresente gravedad terrestre, y al que sin dudas la exposición a este medio extraño provocaría efectos indeseados que deben ser obviamente minimizados, para evitar poner en peligro la vida de los preciados cosmonautas.
La permanencias en un ambiente de Gravedad ausente… ¡Es complicado!
Así las cosas el viaje continuó y se fueron solucionando los problemas que surgían, tanto dentro como fuera de la Nave. Todos estaban mentalizados de lo que tenían que hacer, la responsabilidad era muy grande, 200 familias viajaban como colonos al nuevo mundo al que llamaron “Esperanza”.
Claro que 70.000 años es mucho Tiempo para nosotros, y, los cambios que se han ido produciendo en la anatomía de los viajeros ya eran considerables, no parecían humanos, sino más bien una nueva especie perteneciente a otros mundos.
Por fin llegaron a Próxima b, el planeta bautizado como “Esperanza”, y, durante 300 años consiguieron montar estructuras de todo tipo y alojamientos muy modernos y flotantes, todos estaban instalados y tenían lo necesario de aquella segunda “Tierra” para poder vivir: La luz de la estrella Próxima Centauro, el agua líquida, océanos, atmósfera…
Habían pasado 500 años desde que llegaron cuando un buen día, la alarma general sonó con fuerzas, una enorme Nave se acercaba a gran velocidad, había que preparar las defensas:
En la sala de mandos de los “esperanzianos”, que tenían todas las frecuencias abiertas, sonó una voz:
- Hola, amigos de la Tierra, hemos venido a visitaros y traeros nuevas noticias de nuestro mundo, la Tierra.
Con el paso de tantísimo tiempo, los orígenes del viaje y todo lo demás se había ido perdiendo en la niebla de los Tiempos, y, aquellos habitantes de Esperanza no tenían las ideas muy claras sobre todo lo que pasó, el origen de su viaje y cuando salieron de la Tierra. Así que contestaron.
- No les reconocemos, ni sabemos de que nos hablan, si ustedes nos conocen proponemos una reunión para poder aclararlo todo, algunas de sus palabras nos han traído la reminiscencia de rumores que circulan por nuestras Mentes pero, que no teneos nada claro, Un grave avería en la Nave hizo que se perdieran todos los datos del origen de nuestro viaje a este mundo.
- La reunión se celebró y los visitantes de la Tierra le enseñaron las grabaciones de cuando partió la expedición, lo que les causó una gran impresión y comprendieron todo lo que había pasado durante tantos años de viaje desde la partida hasta la llegada de esta expedición.
Una misión espacial que aterriza en un planeta habitado por humanos que salieron de la Tierra hace 2.000 años podría ser una historia fascinante, llena de preguntas sobre la evolución de la civilización y el contacto entre culturas. Esta situación plantea diversas preguntas sobre la adaptación humana a nuevas condiciones, el desarrollo tecnológico independiente y los desafíos de la interacción entre grupos humanos con diferentes niveles de desarrollo.
Ni podemos imaginar a la cantidad de escenarios que se enfrentarán nuestros descendientes cuando realmente puedan viajar por el Espacio y visitar otros mundos.
Pero esa sería otra historia,
Emilio Silvera Vázquez