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Reportajes de Prensa

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Reportajes de prensa    ~    Comentarios Comments (0)

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15 barrios antiguos y encantadores

Del bullicio nocturno de Djemaa el-Fna, en Marraquech, a las calles de La Habana vieja

17 NOV 2016 Publivcado en el Pais

 

                            Una calle de La Habana Vieja, en Cuba. / peeterv (iStock)

El viajero siempre visita, antes que nada, el centro histórico de las ciudades. Son barrios con alma y suelen concentrar lo más atractivo para el visitante; desde monumentos destacados, como catedrales o mezquitas, hasta tiendas, cafés, restaurantes de moda o museos irrenunciables. Pero, sobre todo, están cargados de encanto, de Historia en mayúsculas y de historias en minúscula. Los viajeros y expertos de Lonely Planet escogieron recientemente los centros urbanos más interesantes del mundo dentro del ránking Los 500 mejores lugares para el viajero. Estos son los 15 más interesantes entre de los más visitados del mundo.

Callejón de la Medina de Fez, en Marruecos. / Silwen Randebrock (Getty)

                   Un mercado con 9.400 callejones

Medina de Fez

No hay quien se resista a la magia de una medina marroquí, aunque haya que renunciar al orden y una arquitectura previsible. Fès el-Bali, corazón medieval de Fez, la tercera mayor ciudad de Marruecos, no es tanto una medina como un espagueti arquitectónico. En este enmarañado laberinto de más de mil años de antigüedad y 9.400 callejones se alzan 14.000 construcciones en las que viven unas 160.000 personas. Mezquitas, madrasas, restaurados riads, dar (casas tradicionales), plateros, comerciantes de cobre, vendedores de baratijas para turistas, curtidores, guías auténticos (y falsos), y todo tipo de personas parecen apretujarse en su interior. Es imposible saber por dónde se va, pero esa es parte de la gracia. Hay que armarse de valor, tomar un buen té a la menta y lanzarse de cabeza.

Plaza de Djemaa el-Fna, en Marraquech. / Matej Kastelic (iStock)

                         El teatro de la calle

Djemaa el-Fna (Marraquech)

Sin salir de Marruecos encontramos otro de los centros históricos más famosos y visitados del mundo. Caótica y cautivadora a partes iguales, Djemaa el-Fna es el animado corazón de Marraquech. Esta plaza es un foco de sonidos y olores, de halqa (teatro callejero) e hikayat (narración oral) desde la época medieval. Durante las horas del día, adivinos y encantadores de serpientes recorren la plaza junto a una variopinta colección de vendedores ambulantes, tatuadoras de henna y dentistas de origen dudoso. En cuanto se pone el sol, la plaza se transforma en una mezcla de música y algarabía; una combinación de circo y vodevil, y concierto al aire libre.

La actividad original de la plaza era bastante más oscura. En el siglo XI era el lugar donde se realizaban las ejecuciones públicas, lo que explica el nombre de la plaza, reunión de los muertos. A pesar de tan macabros orígenes, Djemaa se ha convertido en un centro de ocio que, por las noches, se llena de puestos de comida que ofrecen tajines y caracoles mientras acróbatas, cuentacuentos, músicos y extraños bufones actúan para la gente que pasa. Declarada como Obra Maestra del Patrimonio en el año 2001, si se deambula entre monos vestidos con tutú, bailarinas de danza del vientre travestidas y músicos gnawa hipnotizando a un corrillo de espectadores, se entenderá por qué.

Una vendedora ambulante de comida en el Barrio Antiguo de Hanói (Vietnam). / Marisa Vega (Getty)

                   Recuerdos de la antigua Indochina

Barrio Antiguo de Hanói (Vietnam)

Un poco francés, un poco comunista y muy vietnamita. En el Barrio Antiguo de Hanoi, una muestra de lo que fue Indochina, las mansiones coloniales se mezclan con los frenéticos mercados callejeros típicos del sudeste asiático y los cafés modernos en los que adolescentes danzan al son de rockeras guitarras. Extendiéndose hacia el norte desde el lago Hoan Kiem, la ciudad vieja es el corazón cosmopolita de Hanói y resulta muy difícil no enamorarse de su exuberancia desenfrenada y su joie de vivre.

Se trata, por supuesto, de un barrio comercial –es el principal distrito de compras de Hanói–, donde las tiendas se amontonan como las cajas en un almacén y los escaparates conquistan las calles con resmas de sedas de todos los colores; apenas queda espacio para el incesante tránsito de motos y vendedores ambulantes de comida con los icónicos sombreros de paja vietnamitas. Dentro de todo este caos se esconden tesoros históricos, como la Pagoda del Pilar Único, el Templo de la Literatura y escondidos establecimientos donde se puede comer de todo, desde pho (sopa) a pan francés.

Plaza de San Francisco, en La Habana Vieja. / Bridget Calip (Getty)

                 Esplendor cubano en ruinas

La Habana Vieja

Pasear por las calles adoquinadas de La Habana Vieja es lo más parecido a entrar en una fotografía antigua de color sepia, entre edificios color pastel y coches antiguos. Esta evocadora decadencia la convierte en un caramelo para fotógrafos, aunque no está, ni mucho menos, muerta. Si se pasea de noche se puede ver a sus vecinos bailando al son de la radio y jugando al dominó.

Para el turista que visita la capital cubana resulta imprescindible: aquí se concentran plazas históricas (la de Armas, la de San Francisco, la de la Catedral) y castillos (el de los Tres Reyes Magos del Morro, el de la Real Fuerza, el de San Salvador de la Punta, el de Atares y, sobre todo, el de San Carlos de la Cabaña), pero también edificios simbólicos como la Catedral, el hotel Ambos Mundos, el Floridita, La Bodeguita del Medio, el Gran Teatro… Hay que ir cuanto antes: la apertura de relaciones entre Cuba y Estados Unidos podría devenir en una rápida modernización.

Plaza de Stortorget, en el histórico Gamla Stan de Estocolmo. / Toshket (iStock)

                  Cápsula del tiempo de Estocolmo

Gamla Stan

Los edificios del casco antiguo de Estocolmo rebosan historia. Calles adoquinadas serpentean entre iglesias renacentistas, palacios barrocos, plazas medievales y edificios de colores que albergan acogedoras cafeterías. Fundado en 1250, el pasado de Gamla Stan está plagado de momentos oscuros. Fue asolado por la peste y el hambre, consumido por las llamas y asediado por facciones danesas y suecas. Storkykan, la catedral medieval, domina el horizonte pero hay muchos otros edificios históricos en los que detenerse: el Museo Nobel, la Riddarhuset o Casa de la Nobleza, la iglesia Alemana de Estocolmo (Tyska Kyrkan) o el Palacio Real, construido sobre las ruinas del anterior palacio que se destruyó en un incendio en el siglo XVIII.

Vista del centro histórico de Tallín, en Estonia. / Alexander Spatari (Getty)

               Una joya medieval en Estonia

Centro histórico de Tallín

Deambular por las estrechas calles adoquinadas de la vieja Tallín es como transportarse en el siglo XV, y no solo porque las tiendas de la zona vistan a su personal como campesinos de época. Hay viejas casas de comerciantes, patios medievales ocultos, torres altas y escaleras de caracol que conducen a miradores con vistas espectaculares de la ciudad. Su encanto de libro de cuentos, su distribución en dos niveles y sus impresionantes murallas lo han convertido en un auténtico nido de turistas, pero lo lleva con dignidad. En verano, los cruceristas abarrotan el casco histórico de la capital estona, pero se van a las cinco de la tarde y llega el momento de disfrutarlo a gusto.

Fachadas de colores en el barrio de Bryggen, en Bergen (Noruega). / VYCHEGZHANINA (iStock)

                   El muelle de Bergen (Noruega)

Barrio de Bryggen

Las casas color fuego del muelle del precioso casco antiguo de Bergen dan un cálido brillo al puerto de Vàgen y contrastan enormemente con el azul del fiordo en la distancia. Tal vez Bryggen no tenga el esplendor de otros centros históricos, como el de Gamla Stan de Estocolmo o el de Tallín, pero su aire provincial le da un encanto especial. En otra época, los comerciantes eran el alma de esta ciudad noruega, importante puerto de la Liga Hanseática durante los siglos XIV y XV. Aún conserva intacto ese aire de comunidad unida y uno de los grandes placeres que ofrece Noruega es perderse por sus callejones de madera, en la actualidad refugio de artistas y artistas.

Destruidos por el fuego en repetidas ocasiones, los típicos edificios de madera de Bryggen, a menudo torcidos, se han reconstruido innumerables veces. Los que se conservan son una reliquia del pasado, cuyo encanto tan solo disminuye un poco por su inevitable popularidad entre cruceristas y autobuses turísticos.

Turistas fotografiando a una geisha en el barrio de Gion, en Kioto (Japón). / Lee Yiu Tung (Getty)

                 Memorias de una geisha en Kioto

Distrito de Gion

Podría perdonarse a las misteriosas geishas que limitasen sus apariciones a los best-sellers, pero se las puede ver pasar por las calles de Gion, el antiguo distrito del ocio de Kioto que, aun siendo muy turístico, conserva ese aire de tradición. Las vías más concurridas están llevas de tiendas de objetos lacados y de dulces, pero el auténtico viaje empieza cuando nos adentramos en sus estrechos callejones. Tras las puertas cerradas y las persianas bajadas de las viejas casas de té se esconden restaurantes kaiseki y bares exclusivos, señalizados con farolillos.

Fachada del barrio de Ribeira, en Oporto (Portugal). / Sonia Blanco (Getty)

                  Puerto medieval en Oporto

Barrio de Ribeira

Oporto combina sus encantos urbanos de un modo muy romántico. Es difícil definir el misterio que envuelve al barrio de Ribeira, y que lo convierte en un lugar tan cautivador.

Tal vez sea la fusión de placeres para los sentidos lo que genera ese ambiente único: decadentes edificios color pastel de varios pisos que parece que vayan a caerse frente al muelle; los acordeonistas; los graznidos de las gaviotas; los rabelos (barcos tradicionales) navegando por el río Duero bajo el elegante puente XXXXX, concebido por Gustave Eiffel; el chisporroteante aroma de las sardinas; los cafés, bares y restaurantes que se esconden bajo las arcadas y en los estrechos callejones. Con un café y un pastel de nata (dulce de hojaldre y crema) se disfruta mejor. Al amanecer, al atardecer… El paseo enamora a cualquier hora y desde todas las perspectivas.

Centro histórico de Tiflis, en Georgia. / Tanatat Pongpibool (Getty)

                El corazón urbano de Eurasia

Casco antiguo de Tiflis (Georgia)

Un precioso rincón del Cáucaso con una maraña de callejones, casas de madera, plazas arboladas y bonitas iglesias vigiladas por la fortaleza de Narikaia, del siglo IV. El casco antiguo de Tiflis, capital de Georgia, ha permanecido intacto casi un siglo, con sus casas art nouveau inclinadas de tal manera que cuesta creer que se mantengan en pie. De hecho, debido a la falta de ayudas para su conservación, es posible que muchas acaben desplomándose. Se recomienda disfrutar de todo esto mientras se toma un pan de queso caliente en un animado café.

La Ciudad Vieja de Tifflis fusiona mejor que ningún otro lugar la magia del pasado de Georgia con su lucha por el futuro. Las calles sinuosas, con sus casas inclinadas, conducen a través de antiguas iglesias de piedra hasta plazas umbrías y el ultramoderno puente de la Paz, que cruza el río Mtkvari. Y los cafés tranquilos y bohemios coexisten con modernos clubs lounge a la última.

Calles de la ciudad vieja de Quebec, en Canadá. / Darryl Leniuk (Getty)

                 Murallas en el nuevo mundo

Ciudad vieja de Quebec (Canadá)

El casco histórico de Quebec resulta especialmente singular por ser la única ciudad amurallada al norte de México. Fundada en el año 1608, conserva sus antiguas murallas, puertas y bastiones. Intramuros, el dédalo de calles empedradas y casas de los siglos XVII y XVIII resulta más propio de Francia que de Norteamérica. Hay catedrales con brillantes chapiteles, cafés con jazz de fondo, muros de piedra y todo el romanticismo y misterio de las ciudades europeas. La mejor manera de disfrutarlo es sentarse en una terraza de la calle ante un vin rouge y un plato de poutine (patatas fritas, queso y salsa de carne).

Paseo del Bund, barrio histórico de Shanghái (China). / efired (iStock)

              Paseo urbano por Shanghái

El Bund

Este gran malecón fluvial de la Shanghái colonial es uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad china; en otros tiempos, una especie de Wall Street local, donde se ganaban y perdían fortunas. Lo que en origen fue un camino de sirga para tirar de las gabarras de arroz, se convirtió en la primera escala de todos los visitantes, desde que hace más de un siglo empezaron a desembarcar aquí. Hoy las multitudes vienen por las boutiques, bares y restaurantes, y por las magníficas vistas de Púdong, la nueva Shanghai.

Una de las puertas de la Mezquita del Viernes, en Delhi (India). / Meinzahn (iStock)

                      Caótico batiburrillo indio

La Vieja Delhi

Jaleo de motos, algarabía de ruidos, intensos aromas y colores chillones: la Vieja Delhi representa toda una prueba para los sentidos de los turistas, especialmente en su primer viaje a India. Este barrio medieval que se extiende alrededor del Fuerte Rojo es un intrincado dédalo de callejas y templos con animados bazares, todo empapado de historia musulmana, sij e hindú, aunque al mismo tiempo revestido de vida india más moderna. Sin duda, una experiencia algo mareante pero inolvidable.

Plaza Hippocrates, en la ciudad vieja de Rodas (Grecia). / ian wool (iStock)

            Ecléctico barrio fortificado

Ciudad Vieja de Rodas (Grecia)

Épocas e imperios del pasado acechan en todos los rincones de la Ciudad Vieja de Rodas, impregnando la arquitectura clásica, bizantina, medieval y otomana de este puerto fortificado en la cuarta isla más grande de Grecia. En sus evocadoras calles empedradas, ancianas vestidas de negro observan desde la puerta de sus casas y el olor a cuero se funde con la fragancia de las buganvillas. Perderse forma parte de la diversión: hay que internarse en ella desde el paseo peatonal del foso, parando en tiendas y restaurantes hasta que logremos, sin prisa, orientarnos de nuevo.

Panorámica del barrio de Alfama, en Lisboa. / Sean Pavone (iStock)

                       El alma de Lisboa

Barrio de Alfama

Alfama enamora tanto desde el turístico tranvía 28, que sube serpenteante desde la Baixa casi rozando las puertas de las casas, como paseando por su laberinto de callejones. Es el alma y el corazón de Lisboa. De día hay que esquivar la ropa tendida en los balcones y hacerse un hueco entre el gentío que abarrota los miradouros (miradores) para se asoman al río Tejo. De noche, cuando el sonido del fado se cuela en los bares, el ambiente cambia. De día o de noche, la Alfama merece más de una visita. Y en lo alto, presidiendo todo, el castillo de San Jorge.

Fiuente: El País

 


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