
Allá por el año 1.950, mi santa madre me quitó del colegio y me colocó de aprendías de zapatero. Éramos cuatro hermanos, yo era el mayor y tenía que ayudar a la casa. En la Postguerra todas las familias funcionaban de esa manera, Y, lo del colegio era para los niños ricos.

Fueron pasando los años, y, una costumbre mía (a pesar del duro trabajo), nunca la pude dejar, es decir, en honor a la verdad fue en aumento. Me refiero a mi inmensa curiosidad por la Lectura. Primero fueron los comic, más tarde Julio Verne y otros libros de aventuras, cayó en mis manos algunas obras de Isaac Asimov, y, aquello cambió el rumbo de mis gustos por leer. El Espacio, la Astronomía, la Ciencia Ficción con la Trilogía de la Fundación y otras de Ray Bradbury y otros llenaron mis días de fiesta y parte de mis noches.

A los 17 años había aprendido el oficio y me construía mis propios zapatos. Pero, aquello no terminaba de convencerme.
No me veía pasándome toda la vida arreglando zapatos, sentado en una banquilla y dando martillazos en el cuero mojado para poner medias suelas a un zapato desvencijado, deshilando el hilo de cáñamo para unir 7 hebras, dar el cerote y hacer los cabos para cocer con tanzas en las puntas a medida que se va perforando con la lezna.

Bueno, aquello no podía durar mucho tiempo más. Mis lecturas se habían incrementado a libros de Historia, Geografía, y, sobre todo, de matemáticas. Y, echándole valor, me puse mi mejor ropaje y, en plena calle asalté a un vecino, Don Manuel Domínguez, Catedrático de Contabilidad, Director de la Escuela de Comercio, Profesor en la Universidad de Sevilla, y, Jefe de una Oficina de Asesoramientos Contables y Fiscales (OFITEME), en la calle Palacios de Huelva.

Ha fallecido este Miércoles Santo, a los 98 años, uno de los onubenses más importantes del siglo XX: Don Manuel Domínguez Martínez. +Catedrático de Contabilidad de la Universidad de Sevilla, Director de la Escuela de Comercio de Huelva, Director de OFITEME, GABINETE Asesor Tributario y Laboral, experto en temas Administrativos y mercantiles.
La noticia me causó un gran dolor. Pero volvamos al momento en el que lo abordé en la calle y lo que le dije:
Manuel Domínguez Martínez, pedagogo, graduado social, Doctor y catedrático. Nació en 1913 en Paterna del Campo (Huelva) y se pasó toda la vida trabajando y siendo un ejemplo para todos, Como todos los hombres sabios, era sencillo en el trato, muy cercano y amable, comprensivo con los problemas de los demás, y, siempre que podía estaba dispuesto a echar una mano.
Aquel día, armado de valor, me acerqué a él (que me conocía de verme en la calle de la que éramos vecinos), y le dije:
– D. Manuel quisiera hablar con usted.
– El me miró sonriente, y me dijo:
– Hola, Emilito, tu dirás.
– Pues la cosa es que no quiero ser zapatero.
– ¿Entonces que te gustaría ser?
. Me gustaría trabajar en una Oficina.
Por un momento me observó y le sostuve la mirada.
– está bien (dijo cogiendo de su bolsillo una tarjeta detrás de la que garabateó unas palabras). Toma, persónate en la Academia La Milagrosa, pregunta por el profesor D. Anacleto, y, le dices que vas de parte mía, que me llame.
Así lo hice, y, en la clase todos me miraban con curiosidad, eran algo mayores que yo.
Lo cierto es que, Don Manuel había dado instrucciones a Don Anacleto de que asistiera a su clase (en aquel momento no sabía que era la última clase de los estudiantes de Comercio). Matemáticas comerciales, Contabilidad, y, sobre todo, el espanto de oír aquellas “palabrotas”:
Primeras materias
Activo y Pasivo
Amortizaciones
Debe y Haber
Asientos Contables
¡No entendía nada!
Así las cosas, me percaté cuenta de que la clase me venía algo grande. Tenía que comenzar por el principio, y, comencé a visitar las clases inferiores pidiendo libros usados a los alumnos, así, comencé a estudiar por mi cuenta por las noches. Me quedaba dormido sobre los libros, y, mi madre, me llamaba para que me acostara, ya que, por la mañana, la zapatería me esperaba.
Así pasaron dos años. A las 8 de la mañana entraba en la Zapatería y, en jornada continuada hasta las 7 de la tarde (con bocadillo a las 2 de la tarde). Salía lo más rápido posible, me aseaba un poco, me cambiaba de ropa y pitando a la Academía.
Era habitual que saliera voluntario a la pizarra para resolver problemas. Las muchas horas de estudio por las noches habían dado buen resultado. Y, D. Anacleto, se acostumbró a tenerme de ayudante, y, le echaba una mano con los alumnos más retrasados.
Un buen día, a D. Anacleto le hicieron una oferta de trabajo que no podía rechazar, se quería casar y aquella era su oportunidad. Así que, le expuso la situación a D. Manuel Domínguez que le preguntó:
– Qué hago yo ahora, a quién pongo en esa clase?
– No tiene problemas, ahí tiene a Emilio.
– ¿Cómo, le vez preparado para ese trabajo?
– De sobra, lleva más de un año ayudándome.
– Pues dile que venga y le haré una prueba.
Ese balcón de arriba, es la Oficina Técnica Mercantil (Ofiteme), en la que me personé para la prueba.
Don Manuel me dio una serie de problemas y gráficos con situaciones que tenía que resolver, todos en el ámbito de la empresa y, principalmente operaciones que tenía que clasificar, efectuar los asientos contables e incorporarlos a la contabilidad oficial.
Lo cierto es que, no me resultaron nada complicados y los despaché rápidamente. Cogí aquellos folios y regresé al despacho de Don Manuel que, al verme, exclamó: Ya decía yo que era pronto para que resolvieras esa tarea.
Bueno, Don Manuel, lo cierto es que ya los he terminado.
Don Manuel, curioso, tomó de mis manos aquellos papeles y los repasó detenidamente uno por uno, y, al final, con cara alegre me dijo:
– Emilio, mañana comienzas a trabajar en la Asesoría por las mañanas, y, por las tardes en la Academia. Puedes despedirte de la Zapatería.
Aquello cambió mi vida, se podría decir que entraba de aprendiz, no tenía la menor idea de formular Recursos, de confeccionar nóminas, de efectuar declaraciones fiscales, o, de pasar una Inspección.
Mi madre me compró mi primer traje, unos zapatos y una buena camisa blanca. Y, como me dieron una llave de la Oficina, aunque la entrada era a las 9 de la mañana, acostumbrado durante años a la zapatería, todos los días abría a las 8 de la mañana y abría el balcón a la calle de par en par.
Mi tarea mientras que llegaban todos los empleados era fisgar por las mesas, ver el trabajo que hacía cada uno de ellos, y, poco a poco me fui familiarizando con todo aquello. Al mismo tiempo, había adquirido libros de tributación del profesor Banacloche, y leyes tributarias, de Derecho Administrativo, y Reglamentos de Recaudación.
En la Oficina me decanté por lo Tributario, y, cada día, visitaba la Delegación de Hacienda para tramitar los asuntos del día: Escritos solicitando informes, declaraciones, recursos, transferencias….
Me especialicé en Inspecciones Tributarias y, D. Manuel me encargó de estas peculiares empresas de inciertos resultados para los clientes, pero se me daba muy bien y obtenía buenos cierres finales.
Como D. Manuel tenía clases en la Universidad de Sevilla y era el Director de la Escuela Pericial de Comercio, no tenía tiempo para poder representar algunos cargos en la hacienda Pública como Asesor Fiscal, y, me encomendaba tal trabajo, llegando a ser nombrado el Asesor ponente de un sin fin de Actividades como: Hostelería, Transporte, Comerciantes madereros, Fabricantes de Ladrillos, Comercios de comestibles al por menor,… Y, compartía con el Intendente Mercantil de Hacienda la responsabilidad de asignar a cada Industria y comercio la cantidad a pagar anualmente por el Impuesto en función de sus resultados.
Cuando llegué, en la oficina éramos 14 empleados, y, poco a poco, buscando mejorar, se iban marchando a otros trabajos mejor remunerados. Así que, me iba haciendo cargo de los trabajos que hacían los que se marchaban, con lo cual, cada vez echaba más horas al trabajo. Sin embargo, aquello me preparaba y aprendía muchísimo.
Bueno, todos aquellos compromisos oficiales, me obligaron a matricularme en la Universidad de Granada, en la Sección de lo Social, y, matricularme para obtener el Título de Graduado Social, ya que, tenía que defender a la expresas en el Juzgado de lo social.
De la misma manera, me vi obligado a obtener el Título de Diplomado en Derecho Tributario, y, causar alta en el Colegio de Asesores Fiscales. Durante un tiempo miraron para otro laso pero, con la advertencia de que aquello no podía ser indefinido, necesitaba el título para poder firmar las Actas de Inspección.
Después de unas pesquisas laboriosas de las cuentas empresariales, se finalizan las inspecciones firmando Actas de conformidad o disconformidad. Una vez que, el inspector y el Asesor han finalizado sus respectivos trabajos uno en defensa del erario público y, el otro, defendiendo los intereses de la empresa que representa.
Claro que, en Ofiteme también se llevaba los asuntos de Gestoría: Pasaportes, transferencias y matriculaciones de vehículos, permisos en general, y, todo aquello relacionado con el trámite de papeles, como Licencias municipales, de obras y otras.
Lo que me obligó a preparar las oposiciones para Gestor Administrativo, se celebraron en Madrid, y, por mi natural modestia, no digo el resultado obtenido de entre 780 opositores. El Titulo, junto a los demás, está colgado en mi propia Oficina.
Pero me estoy adelantando.
Pasaron los años, me case y tuvo tres hijos, le dije a D. Manuel que habría mi propia Oficina. Y, durante un año, estuve al tanto de sus necesidades atendiendo a sus clientes y enseñando a mi sucesor. Quedamos como grandes amigos.
La vida siguió su curso y me saque el Título de Administrador de Fincas y el de Agente de la Propiedad Inmobiliaria, Abrí DIFINUR en la Gran Vía de Huelva, para administrar Fincas Urbanas, y, también ÁTICO en la calle Palos de la Frontera para vender Inmuebles Urbanos y Fincas Rústicas.
Mis inquietudes me llevaron a Ciencias de la Información y, me matriculé en el nuevo título de Licenciado en Relaciones Públicas (por si acaso algún día me hacía falta). Obtuve algunos títulos más que no son al caso mencionar.
Bueno, las cosas fueron mucho más complejas y requirieron unos sacrificios muy altos, aquí me he limitado a resumir la historia de la manera más sencilla posible, y, dejo a la imaginación de los lectores lo que realmente costó todo aquello.
Hay veces que, tu memoria se retrotrae en el Tiempo y rememora hechos del pasado que, unidos forman una Historia de la que, a veces, te puedes sentir orgulloso.
Me case por segunda vez y tuve cuatro hijos más, a los siete los quiero con locura.
Ahora, junto a la santa e mi esposa, vivo feliz y orgulloso de todos aquellos momentos.
Emilio Silvera V.
PD.
La Física, la Astronomía, la curiosidad por todo… ¡Es algo innato que nunca he podido alejar de mí!
el 6 de septiembre del 2024 a las 12:56
El mensaje de esta Historia verídica, es que, si quieres algo con fuerza, si estás dispuesto al sacrificio que conseguirlo exija, si no te arredras para pagar el precio… ¡Lo conseguirás!