“La ciencia ficción se ha encargado de mostrar las múltiples formas del apocalipsis en la Tierra, que, debido al particular carácter de la especie humana, no sería de extrañar llegara de nuestra propia mano en forma de guerra nuclear, desastre medioambiental o pandemia global. Sin embargo, existen otros peligros naturales extremos que también podrían acabar con la vida tal y como la conocemos, incluida la existencia de la frágil humanidad. La web de la revista Science hace una recopilación de estos grandes riesgos en un interesante reportaje de lectura más que recomendable (en inglés). Aquí resumimos algunas de las ideas principales.”
“Una gran amenaza para la civilización podría provenir del mismo Sol. El 23 de julio de 2012, el Sol lanzó una nube de plasma magnetizado hacia el espacio que atravesó la órbita terrestre. La Tierra consiguió esquivarlo, pero si la erupción se hubiera producido poco más de una semana antes, nos habría golpeado de lleno. En ese caso, el impacto solar podría haber causado estragos en la red eléctrica, los satélites y GPS, perturbando ampliamente nuestras vidas. Los efectos habrían sido catastróficos y el mundo habría necesitado de cuatro a diez años para recuperarse. Estuvimos en el filo.
El peor caso de eyección de masa coronal en la historia reciente ocurrió en 1989, cuando un transformador en Nueva Jersey quedó «frito», literalmente, dejando a 6 millones de personas en la provincia de Quebec en Canadá sin energía eléctrica. Y famoso es el evento Carrington de 1859, aún más poderoso, que dejó fuera de servicio el telégrafo de la época mientras en el cielo se veían auroras hasta el sur de Cuba. Si ocurriera hoy en día, de decenas a cientos de transformadores quedarían destruidos, hundiendo vastas porciones de continentes enteros en la oscuridad durante semanas, meses o tal vez años. En una sociedad como la nuestra altamente dependiente de la tecnología, no es difícil imaginar el caos.
Un evento como el Carrington podría ocurrir una vez cada varios siglos. Un estudio reciente encontró un 12% de probabilidades de que una tormenta así se produzca en la próxima década.”
Hasta aquí reportaje de ABC de Madrid.
Por mucho que nos esforzamos en encontrar vida fuera de la Tierra, de momento no lo hemos conseguido. Y hay una razón muy simple: fuera del entorno de nuestro planeta, hay factores que dificultan muchísimo la existencia de vida alguna. La única esperanza de encontrar otras formas de vida inteligente está en hallar planetas que, como la Tierra, reunan las condiciones idóneas para facilitar la evolución de formas de vida primitiva que avancen y se transformen como sucedió en nuestro mundo.
La Tierra es un planeta bastante especial. Hasta donde sabemos actualmente, es el único lugar de nuestro sistema solar que alberga vida. Y aunque la mayoría de científicos suponen que no estamos solos en el universo, de momento no sabemos de ningún otro cuerpo celeste que esté habitado.
La dificultad de encontrar vida en otros mundos está en la distancia que nos separa y en la tecnología que no llega a dar las prestaciones necesarias para poder comprobar a fondo lo que hay en otros mundos y sus características.
Nuestro planeta está en un peligro constante por muchas razones y todas ellas naturales que son consecuencia de la dinámica del Universo y de cómo funciona la Naturaleza. La imprevista caída de un gran meteorito, el despertar de la Caldera de Yellowstone, las placas tectónicas, las fallas causadas por inmensos terremotos que pueden quebrar continentes, tormentas solares de increíble potencia que si penetran nuestra defensa arrasarían el planeta y la vida.
A todo esto estamos expuestos y, a pesar de los muchos adelantos que hemos alcanzado, para ninguno de estos eventos tendremos solución. Nuestra capacidad para escapar de estos horribles sucesos naturales… ¡Son escasas!
La mayoría de la gente no piensa en la muerte. Esto nos lo recuerda la muerte misma mientras juega al ajedrez en la playa de El séptimo sello, la película más conocida de Ingmar Bergman. Siempre llega el día, apunta su contrincante, en que estando al borde de la vida uno no tiene más remedio que confrontarse con la oscuridad.
A lo largo de la historia ha habido pocas ocasiones más propicias para reflexionar sobre la propia mortandad como las pandemias. De entre todas ellas, la peste negra ha sido la más devastadora.
Somos tan ilusos que nos comportamos como si domináramos el mundo, cuando lo cierto es que somos frágiles criaturas que estamos a merced de lo que decida la Naturaleza, de lo que determine el Azar en un Universo dinámico en el que estamos sin saber de donde venimos, qué hacemos aquí y hacia donde vamos.
Sí, falta mucho para que esto llegue pero… ¡Llegará!
Estamos tratando de alcanzar las estrellas (intuimos que allí está nuestro origen), porque sabemos de todos esos peligros y, aunque aún falta mucho para ello, la Galaxia Andrómeda llegará y el Sol se convertirá en una Gigante Roja primera y en una Enana blanca después.
Si para entonces seguimos aquí (que lo dudo), ha habremos encontrado la manera de escapar de este mundo y tendremos los medios necesarios para viajar a otros mundos y comenzar de nuevo. Claro que, conociendo la condición humana… ¿No nos habremos destruidos a nosotros mismos por medio de la I.A., y, de seres de metal con cerebros positrónicos a los que dimos Consciencia de Ser?.
Hoy me levanté pesimista (claro que, como dicen, un pesimista es alguien bien informado).
Esta entrada fue publicada
el viernes, 26 de septiembre de 2025 a las 6:18 y está clasificada bajo: Catástrofes Naturales.
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