Un día de hace ya 29 años, allá por el año 1996, el pueblo americano escuchaba con asombro a su presidente, Clinton por aquel entonces, que en marte podía existir vida. La noticia de que un antiguo meteorito caido en la Tierra y proveniente de dicho planeta, así parecía confirmarlo al contener fósiles de vida microbiana. Como podréis comprender, aquello impactó en la opinión pública de todo el mundo y, la noticia, fue objeto de todas las primeras planas y también, de todas las conversaciones en los corrillos en el trabajo, en el café, por las calles y en familia. ¡Vida en otro planeta!
Existen cientos de miles de millones de planetas, y, por lógica, debemos pensar que muchos estarán situados en la zona habitable de su estrella, y, el agua líquida, la atmósfera, y, otros parámetros, estarán allí presentes.
Aunque no lo podamos saber todo y no estemos al tanto de lo que pasa en el mundo científico (las noticias saltan cuando hay un descubrimiento relevante), lo cierto es que, durante los últimos años los científicos han llevado a cabo una espectacular puesta al día de sus ideas sobre el origen de la vida. Todos hemos podido leer en los libros de texto que, la vida, comenzó temprano en nuestro planeta. Según todos los indicios (los fósiles encontrados en las rocas más antiguas así lo afirman), la vida ha estado presente en la Tierra desde hace ya unos cuatro mil millones de años.
Encuentran microbios a dos kilómetros bajo tierra en un cráter en EEUU
Parece ahora que los primeros organismos terrestres vivían en el subsuelo profundo al calor de la joven Tierra, enterrados en rocas calentadas geotérmicamente en condiciones similares a las que podríamos encontrar en una olla a presión. Sólo posteriormente migraron estos organismos a la superficie. Sorprendentemente, los descendientes de esos microbios primordiales aún están allí, a kilómetros de profundidad bajo nuestros pies.
Hace algunos años nadie podía sospechar que la vida pudiera estar presente en un ambiente tan inhóspito escondidos en las rocas bajo la superficie de la Tierra y… ¿de Marte?.
Ya hemos comentado aquí en otras ocasiones que Marte, ha tenido un rico pasado volcánico, y, en el subsuelo existen galerías formadas por las correntías de lava. En túneles naturales, las temperaturas son más elevadas que en la superficie, y, el agua, podría estar presente corriendo cantarina por los regajos. Y, ya sabéis, dónde hay agua y humedad, aparecen líquenes, hongos, bacterias…. Y Vida.
Fotografía del meteorito ALH 84001
¿Cómo empezó la vida exactamente? ¿Qué procesos físicos químicos pueden transformar la materia “inerte” en un organismo viv0? Esta compleja pregunta sigue siendo uno de los más grandes misterios de la naturaleza y quizás, el reto científico también mayor. Ejercitos de químicos y biólogos desde hace años, están abordando el complejo problema y tratan de desvelar el secreto tan celosamente guardado por la Naturaleza. Muchos de ellos, han tenido que concluir diciendo que, las leyes de la Naturaleza están predispuestas a favor de la vida y dicen que la vida se formará y surgirá en todos aquellos lugares que tengan las condiciones idóneas para ello.
Vista microscópica de la estructura interna del ALH 84001
Así que, no sólo en la Tierra o Marte, también la vida podría estar presente en cualquier luna o planeta que, situado en la zona habitable de la estrella que los acoge, con atmósfera y elementos químicos y los demás ingredientes necesarios (Carbono, Hidrógeno,Oxígeno, Nitrógeno…) además de la presencia también de alguna clase de actividad tectónica-volcánica, una capa de ozono, la presencia de gases con efecto invernadero, agua líquida, ¿un planeta gigante?, existencia de un campo magnético…
La tectónica de placas y el vulcanismo activo de nuestro planeta habrían tenido un importante para mantener el clima . Estos procesos actúan como un gigantesco termostato natural que regula la cantidad de dióxido de carbono de la atmósfera, y manteniendo el efecto invernadero a raya.
Los gases de efecto invernadero tan satanizados hoy en día, son absolutamente imprescindibles para la vida. Los más importantes son el dióxido de carbono, vapor de agua y el metano que atrapan el calor del Sol que de otra forma escaparía al espacio. Sin estos gases en la atmósfera, el planeta entero sería un gigantesco congelador.
La capa de ozono es crítica para las plantas y animales bloqueando la mayor parte de estos nocivos rayos de alta energía procedentes del Sol.
El agua líquida es absolutamente imprescindible para la vida como la conocemos. Los océanos proporcionan el ambiente líquido perfecto para que proliferen los organismos vivos. A pesar de todo, existen algunos organismos vivos exóticos capaces de sobrevivir en ambientes mucho más secos. El agua se filtra a gran profundidad en las rocas actuando además como natural en los movimientos de las placas tectónicas.
Este es uno de los aspectos más importantes para que la vida pueda desarrollarse. La zona habitable de un sistema estelar se suele definir como aquella región del sistema en la que el agua puede existir en forma líquida. Distancias menores a la estrellas provocarían que los océanos hirviesen y se secasen, distancias mayores causarían que los océanos se congelasen.
Algunos científicos opinan que la existencia de un planeta masivo como Júpiter en nuestro Sistema solar solar protege a la Tierra de impactos de asteroides y cometas. Júpiter actuaría como un escudo, absorbiendo la mayoría de impactos de asteroides y cometas, capaces de provocar una enorme destrucción en la biosfera.
Un planeta habitable necesitaría un campo magnético capaz de protegerlo de la embestida de partículas cargadas del viento estelar desviando la corriente. Sin la presencia de un campo magnético, el viento solar o estelar podría arrancar la atmósfera del planeta que escaparía al espacio. Un campo magnético también protege de la radiación cósmica…
La creencia en que la vida está inscrita en las leyes de la Naturaleza trae un débil eco de una era religiosa pasada, de un universo concebido para ser habitado por criaturas vivas. Muchos científicos menosprecian tales ideas, e insisten en que el origen de la vida fue un accidente anómalo de la química que sólo se dio en la Tierra; y que la posterior emergencia de organismos complejos, incluyendo los seres conscientes, es así mismo un resultado puramente fortuito de una gigantesca lotería cósmica. En este debate está en juego el lugar mismo de la Humanidad en el Cosmos: ¿Quiénes somos y dónde encajamos dentro del gran esquema?
Bueno, ahora estamos vigilantes y queremos desvelar ese misterio. En cuanto a que todo esto es el resultado de una gran loteria cósmica… me parece que no. En una lotería sale un número y, sin embargo, en lo relativo a la vida, sabemos que actualmente sólo viven en nuestro planeta aproximadamente un uno por ciento de todas las especies que lo han poblado a lo largo de su existencia. Y, si es así (que lo es), ¿Cómo es posible esa diversidad de criaturas en un caso fortuito? ¿No será más lógico pensar que, la vida, es consustancial de la dinámica del Universo?
Hemos conformado un modelo del universo y de él partimos para poder explicar su Historia. Hemos inventado un Big Bang que, en parte, nos explica el suceso de la presencia del universo y de cómo pudo surgir. Su nacimiento explosivo estuvo acompañado por un inmenso destello de calor intenso. Durante la primera fracción se segundo emergieron las fuerzas físicas básicas y las partículas fundamentales de la materia. Al cabo de este primer segundo, los materiales esenciales del Cosmos ya estaban formados. El espacio está repleto por todas partes de una sopa de partículas subatómicas -protones, neutrones y electrones– bañadas en radiación a una temperatura de dies mil millones de grados.
Bueno, lo que en realidad estamos llamando el principio aquí es el universo cuando la temperatura rondaba los 100,000,000,000 K. El universo ya había existido al menos por una pequeña fracción de segundo y estaba dominado por radiación con unas pequeñas trazas de materia. La radiación estaba en forma de fotones, neutrinos y antineutrinos. La materia estaba en forma de electrones, positrones y una pequeña concentración de protones y neutrones (denominados nucleones) – aproximadamente un nucleón por cada 1,000 millones de partículas-.
A estas temperaturas y densidades tan extremas (la densidad equivalía a unos 3.800 millones de veces la densidad del agua), todas estas entidades se comportan como partículas. Eso significa que están todo el tiempo colisionando entre ellas, casi como lo harían un montón de canicas que estuvieran bien empaquetadas en un container. En el universo primitivo no existían “paredes” físicas que contuvieran a esas partículas, sino que el elevado número de colisiones y la rapidez de éstas jugaban perfectamente el papel de “paredes del universo”. Sin embargo, esas “paredes” no eran estáticas, sino que a medida que se producían las colisiones el universo aumentaba de tamaño. La expansión del universo producía una disminución de la densidad de energía que tenía que distribuirse en un volumen cada vez mayor. Este proceso implicaba a su vez una disminución de la temperatura del universo, proceso que continúa ocurriendo hoy en día.
Las colisiones entre partículas tenían tres importantes consecuencias. La primera es que el universo estaba en equilibrio térmico. Para dar al lector una idea de lo que esto significa, vamos a fijarnos en un vaso de agua a 40 grados. La temperatura de un objeto es una medida de la energía media del movimiento (energía cinética) de sus moléculas. Pero no todas las moléculas la misma energía cinética correspondiente a una temperatura de 40 grados, sino que existen moléculas con menos energía y moléculas con más energía.
PRIMER CAMINO
Los núcleos de deuterio colisionan con un protón formando 3He, y seguidamente con un neutrón formando 4He
SEGUNDO CAMINO
El deuterio colisiona primero con un neutrón formando 3H (habitualmente conocido como tritio), y posteriormente con un protón para formar de nuevo 4He
Este núcleo fue el más pesado que se formó en el universo primitivo, debido a que en el momento en que esto fue posible, la densidad de energía ya era demasiado baja para permitir que los núcleos colisonaran con suficiente energía para fundirse. En el momento en que comenzó la nucleosíntesis, la abundancia relativa de protones y neutrones era: 13% de neutrones y 87% de protones. Todos los neutrones fueron utilizados para formar los núcleos de Helio. Los protones quedarían de esa manera como núcleos de hidrógeno. Por lo tanto, tenemos que en el momento en que se completó la nucleosíntesis primigenia, el universo consistía en prácticamente un 25% de He y un 75% H (en peso) con ligeras trazas de otros elementos ligeros.
El paso final en la formación de los elementos fue la captura de los electrones libres por parte de los núcleos para formar los átomos neutros (proceso conocido curiosamente como recombinación a pesar de que es la primera vez que se ligaban electrones y núcleos).
Pero los electrones tenían aún suficiente energía para y el proceso de recombinación no ocurriría de forma masiva hasta que transcurrieran unos 700,000 años. La captura de los electrones para formar los átomos tuvo una consecuencia importantísima: sin electrones libres, la radiación electromagnética (los fotones) ya no tenían con quién interactuar y el universo se volvería transparente al paso de ésta. Esto significó que los fotones serían capaces de expandirse junto con el universo. Esos fotones que acabaron por ser libres tenían energías altísimas que se traducía en longitudes de onda muy cortas. Pero la expansión del universo causó el alargamiento de esta longitud de onda. Esos fotones de longitud de onda alargada debida a la expansión son a los que nos referimos cuando hablamos del fondo de microondas. Éste es un remanente del Big Bang. Hemos sido capaces de medir la intensidad de este fondo de radiación que se ajusta casi perfectamente a lo que predicen los cálculos teóricos. Ésta ha sido una de las evidencias más rotundas a favor de la imagen del universo que proporciona el modelo del Big Bang.
Unos doscientos millones de años más tarde de todos aquellos sucesos, el universo estaba más frío y los átomos se unieron para formar las primeras estrellas que comenzaron a brillar en el espacio interestelar del jóven universo. Así, durante diez mil millones de años, se fueron transmutando nuevos materiales en los nucleares, las estrellas masivas habían explosionado y dejado el rastro de nubes moleculares gigantescas, nacieron nuevas estrellas de II generación situadas en Sistemas solares que posibilitaron, presididos por una estrella mediana, amarilla de la clase G2V, que en un planeta situado a la distancia adecuada y con todos los ingredientes y parámetros necesarios, surgieran seres vivios a partir de la materia “inerte” evolucionada y, en alguna de aquellas especies, cuatro mil años más tarde, se llegó a adquirir la conciencia.
Personajes como Fred Hoyle, Brandon Carter, Eugene Wigner, Erwin Schrödinger, Martin Rees, Bernard Carr, Freeman Dyson y Tommy Gold, Lewis Wolpert y Sydney Brenner, Jhon Coway y Manfred Eigen y Grahan Cairns-Smith. Todos ellos grandes especialistas en sus campos que abarcaban desde la biología, las matemáticas, la genética hasta la astronomía y la astrofísica…Todos ellos y más tarde otros, como Casrl Sagan, creyeron ciegamente en la existencia de la vida por todo el universo. Para ellos (y para mí también), era una regla inamovible y consustancial con la dinámica y el ritmo que marca el Universo para que la Vida, esté en él presente.
La historia científica de la vida es una narración apasionante que, correctamente explicada, nos ayuda a comprender no sólo nuestro pasado biológico sino también la Tierra y toda la vida que nos rodea en la actualidad. Esa diversidad biológica es el producto de casi cuatro mil millones de años de evolución. Somos parte de ese legado; al intentar comprender la historia evolutiva de la vida, comenzamos a entender nuestro propio lugar en el mundo y nuestra responsabilidad como administradores de un planeta que nos dio cobijo y al que nos tuvimos que adaptar lo mismo que él, el planeta, se adaptó a la presencia de la vida que, de alguna manera cambió su entorno climático, precisamente debido, a esa presencia viviente que generó las precisas condiciones para poder estar aquí.
La historia de la vida tiende a relatarse (no pocas veces) al estilo de la genealogía de Abraham: las bacterias engendraron a los protozoos, los protozoos engendraron a los invertebrados, los invertebrados engendraron a los peces, y así sucesivamente. Tales listas de conocimientos adquiridos pueden memorizarse, pero no dejan mucho espacio para pensar. La cuestión no es tan sencilla y los descubrimientos de la paleontología, la más tradicional de las empresas científicas, se entrelazan con nuevas ideas nacidas de la biología molecular y la geoquímica.
Los huesos de los Dinosaurios son grandes y espectaculares y hacen que los que los contemplan (niños y mayores), abran los ojos como platos, asombrados de tal maravilla. Pero, aparte del tamaño de sus habitantes, el mundo de los dinosaurios se parecía mucho al nuestro. Contrasta con él la historia profunda de la Tierra, que nos cuentan fósiles microscópicos y sutiles señales químicas y que es, pese a ello, un relato dramático, una sucesión de mundos desaparecidos que, por medio de la transformación de la atmósfera y una evolución biológica, nos llevan hacia el mundo que conocemos hoy.
Así comenzó todo, con aquella primera célula replicante. En realidad, todo comenzó con aquella primera célula que fue capaz de replicarse a partir de un protoplasma vivo…
Pero, ¿Cómo podemos llegar a comprender acontecimientos que se produjeron hace mil millones de años o más? Una cosa es aprender que en las llanuras mareales de hace mil quinientos millones de años vivían bacterias fotosintéticas, y otra muy distinta cómo se infiere que unos fósiles microscópicos pertenecen a bacterias fotosintéticas, cómo se averigua que las rocas que los rodean se formaron en antiguas llanuras mareales y cómo se estima su edad en mil quinientos millones de años.
El leitmotiv epistemológico de cómo sabemos lo que creemos que sabemos, en realidad, aparece de manera espontánea a base de mucho estudio de campo, investigación exhaustiva en los más dispares rincones de la Tierra y, un profundo estudio concatenado en el tiempo de todo aquello que, en cada exploración pueda ir apareciendo. En tanto que empresa humana, estamos inmersos también en un relato de exploración que se extiende desde el espacio interior de las moléculas al espacio literalmente exterior de Marte y otros planetas.
Uno de los temas más claros de la historia evolutiva es el carácter acumulativo de la diversidad biológica. Las especies individuales (al menos las de los organismos nucleados) aparecen y desaparecen en una sucesión geológica de extinciones que ponen de manifiesto la fragilidad de las poblaciones en un mundo de competencia y cambio ambiental –de formas de vida con una morfología y fisiología características- es una historia de acumulación. La visión de la evolución a gran escala es indiscutiblemente la de una acumulación en el tiempo gobernada por las reglas de funcionamiento de los ecosistemas. La serie de sustituciones que sugieren los enfoques al estilo de la genealogía de Abraham no consigue captar este atributo básico de la historia biológica.
Así, creemos saber que la vida nació por mediación de procesos físicos en la Tierra primigenia. Estos mismos procesos –tectónicos, oceanográficos y atmosféricos- sustentaron la vida era tras era al tiempo que modificaban continuamente la superficie de la Tierra. Por fin la vida se expandió y se diversificó hasta convertirse en una fuerza planetaria por derecho propio, uniéndose a los procesos tectónicos y físico-químicos en la transformación de la atmósfera y los océanos.
Dondequiera que choquen las relativamente rápidas placas tectónicas oceánicas con las enormes placas continentales, se forman cadenas montañosas en continua elevación. Los ejemplos más espectaculares se subducción y formación montañosa son, respectivamente, la placa del Pacífico sumergiéndose en las profundas fosas del Asia oriental, y el Himalaya, que se eleva por el choque de las placas índica y euroasiática. Todo forma parte del proceso que llevó a la vida.
Para mí y para cualquiera que emplee la lógica de la ciencia que se guía por los hechos probados, el surgimiento de la vida como una característica definitoria –quizá la característica definitoria- de nuestro planeta es algo extraordinario.
¿Quién podría negar que somos parte del Universo?
¿Cuántas veces ha ocurrido lo mismo en la vastedad del Universo? Es lo primero que se me viene a la mente cuando (en la noche silenciosa, oscura y tranquila lejos del bullicioso ambiente de las ciudades y de su molesta contaminación lumínica), miro hacia las estrellas brillantes del cielo que, muy lejanas en regiones remotas, también como nuestro Sol, están rodeadas de mundos que, como el nuestro, habrán tenido la misma posibilidad que la Tierra para que la vida, pudiera surgir.
Hacer aquí un recorrido pormenorizado del largo camino que la vida ha tenido que recorrer, y dibujar un esquema a modo de un árbol de la vida, es imposible. El presente trabajo trata simplemente, de dejar una idea básica de cómo la vida llegó aquí, al planeta Tierra, y, de cómo pudo evolucionar con el paso del tiempo y dentro de su rica diversidad.
Estos escenarios son precursores de vida
Los expertos si han construido un árbol de la vida a partir de comparaciones ente secuencias de nucleótidos de genes de diversos organismos, las plantas y los animales quedan reducidos, en ese árbol, a brotes en la punta de una sola de las ramas. La mayor diversidad de la vida y, por extensión, la mayor parte de su historia, es microbiana. Así lo atestiguan todos y cada uno de los hallazgos encontramos en las rocas precámbricas que contienen fósiles de aquellas primeras formas de vida.
Hasta que la evolución de la materia llegó… ¡Hasta nosotros!
Y, una cosa está muy clara y no se presta a ninguna clase de dudas: Las Bacterias y las Arqueas, son los arquitectos de los ecosistemas terrestres.
Biólogos expertos indiscutibles de probada valía y reconocido prestigio, han llegado a sugerir que los genes de los organismos actuales contienen el relato completo de la historia evolutiva. Pero, de ser así se trataría, como en las historias de Shakespeare, de relatos limitados a los vencedores de la vida. Sólo la paleontología nos puede hablar de los trilobites, los dinosaurios y otras maravillas biológicas que ya no adornan la faz de la Tierra.
Cualquiera que sea la actividad química notable que haya podido tener lugar en la Tierra primordial o en algún otro planeta situado en cualquiera de los miles de millones de galaxias que por el Universo pululan, la vida ha podido ser desencadenada no por una vorágine molecular como tal, sino -¡de algún modo!- por la organización de la información que ha dado la misma Naturaleza a la materia para que sepa, seguir su destino desde lo inerte hasta los pensamientos.
De ello, os hablaré en próximos trabajos. En este, como me pasa siempre, me alargo y me alargo para hacer completo el trabajo, y, no presto atención a que me paso… Un poquito.
El planeta Tierra ha logrado permanecer habitable durante tanto tiempo por una simple razón: buena suerte.
Investigadores de la Universidad de Sourthhampton llevaron a cabo simulaciones masivas de la evolución climática de 100 mil planetas generados aleatoriamente.
Cada planeta fue simulado 100 veces con eventos aleatorios que alteran el clima que ocurren cada vez para ver si la vida habitable podría mantenerse durante tres mil millones de años como en la Tierra.
De estos planetas, el 9 por ciento (de 8.700) tuvieron éxito al menos una vez, pero, de ellos, casi todos (alrededor de 8.000) tuvieron éxito menos de 50 veces de cada 100 y la mayoría (aproximadamente 4.500) tuvieron éxito menos de 10 veces de cada 100.
El profesor Toby Tyrrell, especialista en ciencia del sistema terrestre, dijo que los resultados del estudio, publicados en la revista Nature Communications Earth and Environment, sugirieron que el azar es un factor importante para determinar si los planetas, como la Tierra, pueden continuar alimentando la vida por miles de millones de años.
Cuando el sistema solar tuvo tres planetas habitables
Un hecho fascinante es que nuestro sistema solar quizás tuvo en sus orígenes no uno, sino tres mundos habitables al mismo tiempo. Claro está, hablamos de Venus, la Tierra y Marte, que, no solo estaban en la zona habitable del Sol, sino que probablemente tenían agua líquida en su superficie y que, por tanto, satisfacían el laxo criterio de habitabilidad de los astrónomos (recordemos que el que un planeta sea «habitable» no implica necesariamente que esté «habitado»). Hoy en día, de los tres solamente queda uno que siga siendo habitable, nuestro planeta. La incógnita es cuándo dejaron de ser habitables Venus y Marte y, por supuesto, si estuvieron alguna vez habitados.
La Tierra primitiva
La habitabilidad del sistema solar interior depende de dos factores: el comportamiento del Sol y el tamaño y composición de los propios planetas. Desde que el sistema solar se formó hace unos 4600 millones de años, el Sol ha visto aumentar su luminosidad en un 30%. Este hecho ha provocado que el límite interior de la zona habitable se haya ido desplazando progresivamente hacia el exterior, lo que ha dejado fuera a Venus y ha colocado a la Tierra cerca del borde interno. De hecho, el Sol seguirá aumentando su luminosidad y, en unos mil millones de años, la Tierra quedará fuera de la zona habitable y los océanos se evaporarán para siempre. Curiosamente, aunque el Sol primitivo era menos luminoso, sabemos que Marte fue habitable durante cientos de millones de años, como mínimo. Es lo que se conoce como la «paradoja del Sol joven», y que también es un problema a la hora de explicar las condiciones de la Tierra primitiva.
Zona habitable de las estrellas en función de su temperatura superficial. En la actualidad solo la Tierra y Marte están dentro de la zona habitable (Chester Harman/NASA).
Si Venus dejó de ser habitable principalmente por culpa del comportamiento del Sol, en cambio Marte ya no lo es por sus particularidades como planeta. Marte siempre fue el menor de los tres planetas potencialmente habitables del sistema solar debido a la acción gravitatoria de Júpiter, cuyas migraciones hacia el interior del sistema provocaron que el planeta rojo tuviese una masa menor de la que le correspondía. Con un tamaño más pequeño, el calor interno y, por tanto, su actividad interna siempre fue menor que la de la Tierra o Venus. Esto provocó que los volcanes marcianos no fuesen capaces de aportar suficientes volátiles para compensar la pérdida de la atmósfera provocada por una menor gravedad. El menor tamaño también fue el causante de que Marte no retuviese una dinamo interna que crease una magnetosfera potente para proteger la atmósfera del viento solar. Precisamente, aunque el Sol primigenio era más débil, la emisión de partículas de viento solar y la actividad en rayos X y en el ultravioleta era mayor que la actual, lo que aceleró el proceso de pérdida atmosférica de Marte.
Interacción entre el viento solar y Marte. Sin una magnetosfera potente, Marte ha perdido y sigue perdiendo su atmósfera por culpa del viento solar (NASA).
Hasta hace unos años existía un acalorado debate sobre si la mayor parte de la atmósfera marciana se había perdido al espacio o, si por el contrario, quedó almacenada en el suelo forma de depósitos de carbonatos, hielo de agua y hielo de dióxido de carbono. Ahora, gracias sobre todo a la misión MAVEN de la NASA, tenemos la total seguridad de que Marte perdió la mayor parte de su atmósfera por acción del viento solar. En la actualidad, la atmósfera de Marte es tremendamente tenue, de tan solo 6 milibares de presión y está formada exclusivamente por dióxido de carbono. Si se sublimasen los depósitos de hielo de dióxido de carbono que se hallan en los polos marcianos solo lograríamos aumentar la presión hasta los 50 milibares (malas noticias para los futuros ingenieros planetarios que quieran terraformar el planeta). Por contra, el planeta rojo sí que ha mantenido la mayoría de sus reservas de agua. Hasta hace unos tres mil millones de años, Marte tenía una cantidad de agua equivalente a una capa global de 500 a 1000 metros de profundidad, pero parece que, como mucho, solo ha perdido una capa equivalente a 50 metros de profundidad.
Los casquetes polares permanentes de Marte (en su mayoría hechos de hielo de agua) (NASA/Ralph Aeschliman).
Estas son buenas noticias de cara la habitabilidad presente de Marte, puesto que, aunque la superficie no es habitable, en el interior hay hielo de agua en cantidades más que suficientes. En contacto con posibles fuentes de calor internas, este hielo es susceptible de formar lagos subterráneos de agua líquida, especialmente con ayuda de las abundantes sales de percloratos que permiten bajar el punto de fusión del hielo. Las misiones robóticas han demostrado que Marte tuvo agua líquida en la superficie de forma más o menos continua durante el periodo Noeico (desde hace 4100 millones de años hasta hace 370o millones de años). Para que esto fuese posible, el clima marciano tuvo que ser más cálido y húmedo que el actual, pero eso requiere una atmósfera de al menos diez veces la presión superficial que tiene ahora. Los resultados de MAVEN encajan con estas condiciones, ya que se ha calculado que, a lo largo de su historia, Marte ha perdido una atmósfera de más de 500 milibares de dióxido de carbono.
Curiosity ha encontrado numerosas pruebas de la presencia recurrente de lagos en el interior del cráter Gale (Kevin Gill/Wikimedia Commons).
Pero la pregunta clave es, ¿cuándo dejó Marte de ser habitable en su superficie? La mayor parte de la atmósfera de Marte se perdió hace 3700 millones de años, al final del periodo Noeico. Desde entonces el planeta rojo ha tenido una atmósfera muy tenue. Sin embargo, gracias a misiones como Curiosity sabemos que Marte fue habitable durante el periodo Hespérico (desde hace 3700 millones de años hasta hace 3000 millones) e, incluso, durante el comienzo del Amazónico (desde hace 3000 millones hasta la actualidad). Eso sí, desde mediados del Hespérico no fue habitable en la superficie continuamente y se sucedieron episodios de habitabilidad intercalados con otros, cada vez más largos, en los que el planeta no era habitable. ¿Cuánto duró cada uno de estos periodos? No estamos seguros, solo sabemos que Marte se fue haciendo más y más seco y más y más frío. En realidad, durante la mayor parte del tiempo que fue habitable, Marte probablemente fue más parecido a una bola de nieve que a una canica azul con bellos océanos.
Recreación de un Marte habitable con océanos (Wikipedia Commons/Ittiz).
El Marte habitable quizás se parecía más a una bola de nieve que al Marte azul de las novelas de ciencia ficción (NASA).
Por esa época la Tierra era, obviamente, habitable, pero era un mundo tan diferente al actual que, si pudiéramos viajar en el tiempo para poder verlo, nos parecería tanto o más alienígena que Marte. Para empezar, durante el eón Arcaico —desde hace 4000 millones de años hasta hace 2500 millones de años— la atmósfera terrestre contenía, además de nitrógeno, muchísimo más dióxido de carbono y metano, mientras que no había rastro de oxígeno. Es posible que la atmósfera estuviese dominada por una neblina de sustancias orgánicas no muy diferente a la que encontramos en Titán, la mayor luna de Saturno. Nuestro planeta era en su juventud «un punto naranja pálido», en vez del punto azul pálido que todos conocemos. Aunque también es posible que gran parte de los océanos fuesen de color púrpura debido al pigmento usado por los microorganismos para realizar la fotosíntesis. Entre otras diferencias con la Tierra actual, la tectónica de placas, un mecanismo fundamental para garantizar la habitabilidad de nuestro planeta, solo comenzó hace alrededor de unos 3000 mil millones de años, más o menos cuando la superficie de Marte dejó de ser habitable para siempre.
Evolución de la habitabilidad de Marte y la Tierra. La superficie de Marte dejó de ser habitable para siempre justo cuando la biosfera terrestre se expandió por su superficie de forma evidente (ESA).
Durante el eón Arcaico la Tierra era, además de habitable, un mundo habitado, pero, curiosamente, la biosfera superficial era muy poco llamativa. Únicamente sería a partir del comienzo del eón Proterozoico —hace 2500 millones de años— cuando la Tierra empezó a tener una biosfera superficial importante, tanto que la composición atmosférica sufrió cambios significativos, como la aparición de oxígeno y la disminución de la presencia de metano y dióxido de carbono. No obstante, conviene recordar que durante el Proterozoico los niveles de oxígeno rondaron concentraciones de entre 0,1% y un 1% de la actual. Efectivamente, durante la mayor parte de la historia de la Tierra hubiéramos necesitado un traje espacial —o, por lo menos, un suministro de oxígeno— para sobrevivir en nuestro propio planeta. No obstante, la Tierra también ha pasado por periodos durante los cuales fue habitable a duras penas, como, por ejemplo, los dos o más episodios de «Tierra bola de nieve» durante los cuales los oceános se congelaron casi en su totalidad.
La Tierra del eón Arcaico era un «punto naranja pálido» por la neblina de sustancias orgánicas (NASA).
Biomarcadores y espectros de la atmósfera terrestre en el pasado (NASA/HabEx).
En cuanto a Venus, es la gran incógnita. En la actualidad la superficie de Venus es el lugar más parecido al infierno bíblico que conocemos, con una presión de 92 atmósferas y una temperatura de unos 480 ºC, día y noche. Pero creemos que esta densa atmósfera, formada en un 96,5% por dióxido de carbono, es un añadido reciente, una consecuencia del efecto invernadero desbocado que cambió radicalmente la historia del planeta. Estamos seguros de que Venus tuvo en su pasado muchísima más agua que ahora —que solo tiene en su atmósfera el 0,001% del agua que hay en los océanos de la Tierra—, por lo que lo lógico es suponer que en algún momento de su historia fue habitable. Es posible que solo lo fuese cuando estuvo dentro de la zona habitable, o quizás fue capaz de retener agua líquida en su superficie hasta una época relativamente reciente. Algunos modelos teóricos señalan a que el gemelo de la Tierra pudo ser habitable hasta hace solo 700 millones de años o, como mínimo, hasta hace dos mil millones de años.
Es posible que Venus tuviese océanos hasta hace 2000 o 700 millones de años (NASA).
De ser así, nuestro planeta vecino guarda estratos geológicos de miles de millones de años durante los que fue habitable y, quizás, tuvo océanos. Un auténtico tesoro geológico protegido de nuestra curiosidad por unas condiciones infernales. De hecho, es posible que Venus fuese habitable durante mucho más tiempo, y con unas condiciones más favorables para la vida, que Marte. Otros modelos más tradicionales indican que el efecto invernadero descontrolado tuvo lugar poco después de la formación del planeta. Sea como sea, parece que Venus nunca desarrolló una tectónica de placas como la Tierra y, como consecuencia, se ha sugerido que su superficie ha sufrido periódicamente episodios volcánicos catastróficos. De acuerdo con el conteo de cráteres de la superficie, el último de estos episodios pudo ocurrir hace 700 millones de años. No sabemos si este hecho marcó el fin del Venus habitable o, por el contrario, fue uno más en la larga historia de episodios volcánicos que ha experimentado este planeta-infierno. Por este motivo resulta tan necesaria una misión a Venus que nos permita buscar claves para saber cómo ha evolucionado su clima.
A la izquierda, el mecanismo de tectónica de placas actual. A la derecha, los mecanismos tectónicos que pudo tener la Tierra primigenia y, quizás, Venus (NASA).
Si pudiéramos usar una máquina del tiempo para contemplar el sistema solar de hace tres mil millones de años nos encontraríamos probablemente con tres planetas potencialmente habitables (y eso sin contar mundos con océanos de agua líquida situados fuera de la zona habitable, como Europa). Sin duda, una hipotética civilización alienígena que hubiera observado el sistema solar por aquel entonces se habría llevado una auténtica sorpresa. En la Tierra ya había vida unicelular, una vida que apareció tan pronto como las condiciones lo permitieron. Por eso sospechamos que también pudo surgir en Marte y en Venus, aunque no lo sabemos. Si queremos salir de dudas, tendremos que explorar estos dos mundos vecinos concienzudamente. Mientras, podemos imaginar qué hubiera pasado si Venus y Marte hubieran continuado siendo habitables hasta el presente. ¿Qué impacto sobre nuestra civilización y sobre la exploración espacial habría tenido un sistema solar con otros dos mundos habitables?
Un Venus con océanos (Wikipedia Commons/Ittiz). Venus en la actualidad. Visto por la sonda japonesa Akatusiki (JAXA/ISAS/DARTS/Damia Bouic).
La Tierra es la nave que nos lleva en un viaje trepidante por el cosmos. El planeta se desplaza a 107.280 kilómetros por hora alrededor del Sol. Y rota sobre su eje a unos 1.666 kilómetros por hora en el ecuador.
No acusamos estas velocidades por el simple hecho de que son constantes, ni aceleran ni desaceleran, se mantienen fijas y los ocupantes del planeta no la siente.
El tema es de que cada año, celebramos la llegada de la Navidad y despedimos del año que se va, demostrando alegría al recibir al nuevo año que nadie sabe como será. ¡Extraños humanos!
Todo eso, sin pararnos a pensar que, en realidad, hemos perdido un año de nuestras vidas, y, que el que comienza, es un lapsus temporal desconocido, inmerso en un futuro incierto que, no sabemos lo que pueda traernos. Claro que, por otra parte, celebramos que hemos vivido el año que se va y nos hacemos la ilusión la ilusión de que este que viene será bueno.
Cuando llegan esas fechas de la Navidad, el ambiente se vuelve algo triste, recordamos a los familiares que se fueron, nos viene a la Mente esfenas del pasado. Recuerdo como me asomaba a la ventana de mi habitación que daba a la calle para ver, aquellos trasnochadores que habían pasado la noche cantando villancicos por todas las calles de Huelva, con sus guitarras, botellas de cristal con grumos que raspaban con tenedores, zambombas y otros instrumentos improvisados, en aquel tiempo no podría haber pensado que ahora, muchos años después, los recordaría con tanta nostalgia.
En fin ¿Será cosa de los años que nos haden volver atrás en el Tiempo¿
Como siempre nos pasa cuando no sabemos alguna cosa, nuestra imaginación se desboca y plantea mil y una solución de lo que podría ser. Así, nos ocurre con el Universo y los secretos que aún no hemos podido desvelar. Construimos modelos que nos den una satisfactoria explicación más o menos aceptable, buscamos remedio para cuestiones que no podemos explicar, y nos inventamos escenarios y situaciones que, tampoco sabemos si alguna vez podremos comprobar: materia oscura, agujeros de gusano, universos paralelos…
Cuando oímos la palabra hiperespacio todos pensamos en un lugar por encima, más alto, más allá del “espacio normal” de tres dimensiones en el que nos movemos en nuestra vida cotidiana. Y, las ideas se pueden mezclar para confundirnos más, con espacios vectoriales lineales que pueden tener un número infinoto de dimensiones, como si fuera un espacio de Hilbert. Es como un túnel situado fuera de este mundo nuestro que nos puede llevar hacia regiones lejanas en la galaxia o, incluso, en otras galaxias y hasta en otro universo, sin tener que recorrer el espacio que de esos lejanos lugares nos separa.
La fantasía del cine nos ha llevado al Hiperespacio
Muchos físicos, un físico que nos habla de dimensiones extra y de hiperespacio, en una de sus obras comienza diciendo:
“¿Existen dimensiones superiores? ¿Están los mundos invisibles más allá de nuestro alcance, más allá de las leyes corrientes de la física? Aunque las dimensiones superiores hayan sido históricamente cosa de charlatanes, místicos y de escritores de ciencia ficción, muchos físicos teóricos creen ahora, no solo que las dimensiones superiores existen, sino que además pueden llegar a explicar algunos de los más profundos secretos de la naturaleza. Aunque queremos aclarar que no existen evidencias experimentales de la existencia de dimensiones superiores, en principio, pueden llegar a resolver el problema esencial de la física: la unificación final de todo el conocimiento físico a un nivel fundamental.
Hemos mirado por todo el Universo y, añadiendo el tiempo como otra dimensión, vemos que es tetradimensional, no podemos ver más dimensiones
Michio Kaku
Mi mundo escapaba a su comprensión. Me intrigaba que pudiese estar a solo unos centímetros de las carpas y que al mismo tiempo estuviésemos separados por un abismo. Concluí que si hubiese algún científico entre las carpas se mofaría de cualquier pez que propusiese que un mundo paralelo podría existir por encima de los nenúfares. Un mundo invisible más allá del estanque no tendría sentido para la ciencia.”
Claro que, esas explicaciones de Michio Kaku, no nos explican a nosotros, los humanos, lo que es el universo hiper-dimensional que sería para las carpas este mismo universo nuestro. El nos lleva a la posibilidad de que, nosotros, al igual que le ocurre a las carpas de su estanque, tengamos a nuestro alrededor “otras dimensiones” que no somos capaces de ver. Pero yo me sigo preguntando:
¿Dónde, pues, ha de hallarse el universo hiper-dimensional de la simetría perfecta? Ciertamente, no aquí y ahora; el mundo en que vivimos está lleno de simetrías rotas, y sólo tiene cuatro dimensiones, tres de espacio y una temporal. La imaginación que nunca descansa, nos lleva a buscar una respuesta en la cosmología, la cual nos dice que el universo super-simétrico, si existió, pertenece al pasado. Como nos decían los autores de la Teoría Kaluza-Klein, esas otras dimensiones se quedaron compactadas cuando el universo se desarrolló y, aunque son parámetros necesarios para las grandes teorías de cuerdas y supercuerdas… ¡No las vemos por ninguna parte!
La implicación de eso es que el universo tuvo que comenzar en un estado de perfección simétrica, desde el que evolucionó a este otro universo menos simétrico que conocemos y en el que vivimos. Si es así, la búsqueda de la simetría perfecta sería la búsqueda del secreto del origen del universo, y la atención de sus acólitos puede volverse con buenas razones, como las caras de las flores al alba, hacia la blanca luz de la génesis cósmica. Alguna vez hemos podido comentar aquí de aquella simetría primera, cuando todas las fuerzas de la naturaleza estaban unidas en una sola fuerza y, a medida que el universo se enfrió en los infiernos del big bang, aquella simetría se rompió, y se desgajó en las cuatro fuerzas que ahora conocemos y, algunos dicen que, se formaron las cuatro dimensiones que podemos ver y, otras, quedaron confinadas en el límite Planck. La simetría quedó rota para siempre.
También en otras ocasiones hemos recordado que: “En griego, la palabrasimetría significa “la misma medida” (syn significa “juntos”, como en sinfonía, una unión de sonidos, y metrón, “medición”); así su etimología nos informa que la simetría supone la repetición de una cantidad medible. Pero la simetría para los griegos, también significaba la “la debida proporción”, lo que implicaba que la repetición involucrada debía ser armoniosa y placentera, como de hecho, resultan ser en las imágenes que arriba contemplamos. Asi, la Naturaleza nos está indicando que una relación simétrica debe ser juzgada por un criterio estético superior.”
Humo simétrico
Muchos de nosotros, la mayoría, conocimos la simetría en sus manifestaciones geométricas de aquellas primeras clases en la Escuela Elemental, más tarde en el arte y, finalmente, la pudimos percibir en la Naturaleza, en el Universo y en nosotros mismos que, de alguna manera, somos parte de ese Universo de simetría.
Los planetas son esféricos y, por ejemplo, tienen simetría de rotación. Lo que quiere indicar es que poseen una característica -en este caso, su perfil circular- que permanece invariante en la transformación producida cuando la Naturaleza los hace rotar. Las esferas pueden hacerse rotar en cualquier eje y en cualquier grado sin que cambie su perfil, lo cual hace que sea más simétrica.
Sí, a nuestro alrededor podemos contemplar la simetría que en el Universo quedó rota. Así que, la imaginación que es libre de “volar” hacia espacios desconocidos y hacia escenarios imposibles, también puede, no sólo escenificar el hiperespacio, sino que, llevando la fascinación aún más lejos, ¿quién sabe? (como tántas veces hemos comentado), si los teóricos no habrán dado en el blanco y, con su intuición “infinita”, haber podido vislumbrar que toda la materia del universo está formada por cuerdas vibrantes y armónicas que se conjugan de diferentes maneras, produciendo con sus pulsos, nuevas partículas.
¡Es todo tan extraño! ¡Es todo tan complejo! y, sobre todo…¡sabemos tan poco!
Las nuevas características descubiertas por los científicos en las transiciones de fases es que normalmente van acompañadas de una ruptura de simetría. Así pues, el estado de máxima simetría es con frecuencia también un estado inestable, y por lo tanto corresponde a un falso vacío. Con respecto a la teoría de supercuerdas, los físicos suponen (aunque todavía no lo puedan demostrar) que el universo decadimensional original era inestable y pasó por efecto túnel a un universo de cuatro y otro de seis dimensiones.Así pues, el universo original estaba en un estado de falso vacío, el estado de máxima simetría, mientras que hoy estamos en el estado roto del verdadero vacío.
Lo cierto es que, estemos en el universo que podamos estar, lo que no podemos negar es que es, ¡bello!
Los físicos, en su incansable búsqueda de respuestas, nos llevan a “cosas” o “modelos” como el de la “supergravedad”, una construcción matemáticamente complicada que consigue combinar la supersimetría con la fuerza gravitatoria pero, ¿qué es la super-gravedad? Meternos en esos berengenales matemáticos sería algo engorroso y (para muchos) aburrido.
¿Qué pasa entonces con la super-gravedad? Aquí, al principio las cosas parecen mucho mejores e incluso al nivel de tres lazos nada parece ir mal. Los entusiastas afirman que esto no podía ser uhna coincidencia y que la teoría final de todas las fuerzas podría estar a la vista. ¿Una teoría de todas las fuerzas? ¿Podemos imaginar una cosa así? ¿Sería posible una formulación exacta de las leyes de la física? ¿Se podría encontrar eso alguna vez?. Claro que, todo esto nos lleva a “universos” insospechados, lugares cada vez más pequeños en un reino donde el espacio y el tiempo dejan de existir, ya no podemos hablar de puntos y, nos vemos obligados a tener que hablar de cuerdas vibrantes.
Según lo que podemos entender y hasta donde han podido llegar nuestros conocimientos actuales, ahora sabemos donde están las fronteras: donde las masas o las energías superan 1019 veces la masa del protón, y esto implica que estamos mirando a estructuras con un tamaño de 10-33 centímetros. Esta masa la conocemos con el nombre de masa de Planck y a la distancia correspondiente la llamamos distancia de Planck. La masa de Planck expresada en gramos es de 22 microgramos, que la es la masa de un grano muy pequeño de azúcar (que, por otra parte, es el único número de Planck que parece más o menos razonable, ¡los otros números son totalmente extravagantes!). Esto significa que tratamos de localizar una partícula con la precisión de una longitud de Planck, las fluctuaciones cuánticas darán tanta energía que su masa será tan grande como la masa de Planck, y los efectos de la fuerza gravitatoria entre partículas, así, sobrepasarán los de cualquier otra fuerza. Es decir, para estas partículas la gravedad es una interacción fuerte.
Si la Gravedad llega a ser una interacción fuerte, será un verdadero desastre. No se puedo ni imaginar lo que haría, en ese caso, la gravedad, algo tan difícil como “la cromodinámica cuántica” cuando interacciona con los quarks. Aquí la situación es mucho más grave. Cuanto más pequeñas sean las estructuras que tratamos de estudiar más intensa es esta fuerza, hasta el extremo de que incluso los intentos más burdos para describirla darán lugar a resultados completamente absurdos.
Todo lo que conocemos acerca de la naturaleza será inválido en la escala de Planck, y nosotros que pensábamos que conocíamos todo con gran precisión. La Teoría de Einstein acerca de la naturaleza de la fuerza gravitatoria funciona espléndidamente, parte de un principio muy fundamental, uno que practicamente tiene que ser correcto: la gravedad es una propiedad del espacio y el tiempo mismos. El Espacio y el Tiempo están “curvados” quiero decir exactamente lo que sucede a un trozo de papel cuando se humedece: de deforma y no hay manera de alisarlo ni pasándole la plancha caliente. La guerza Gravitatoria es la responsable de semejante rugosidad en el espacio tiempo.
Esta luz a la que se refieren no es la que nos trae el Sol, es la que surge en nuestras Mentes
Hasta aquí, al menos algo sí hemos podido comprender. Sin embargo, cuando nos sumergimos en el océano profundo del hiperespacio y del universo extra-dimensional… ¡las cosas cambian! Estamos perdidos y, nuestras mentes no encuentran esa luz que ilumine el entendimiento para saber, de una vez por todas, si todo eso puede desatar ahí o, simplemente, son falsos escenarios que nuestras mentes imaginan para huir de la cruda realidad.
Claro que, por otra parte, como nos pasó con la paradoja del gato de Schrödinger que, al principio era tan extraña que uno podía recordar la reacción de Alicia al ver desaparecer el gato de Cheshire en el centro del cuento de Lewis Carroll: “Allí me verás”, dijo el Gato, y desapareció, lo que no sorprendió a Alicia que ya estaba acostumbrada a observar cosas extrañas en aquel lugar fantástico. Igualmente, los físicos durante años se han acostumbrados a ver cosas “extrañas” en la mecánica cuántica.
¡Lo que no sea capaz de crear nuestrsa imaginación! Y, a pesar de su “infinita riqueza, la Naturaleza la supera y contiene y ocurren cosas inimaginables.
Algunos, como Alejandro Jodorowsky piensan que: Si tenemos un cuerpo imaginario, es también necesario que nos demos cuenta que tenemos una mente imaginaria. Tenemos pensamientos inconscientes, percepciones olfativas, audiciones, tactos, visiones, sabores mucho más desarrollados que los que creemos “reales”. Vemos más de lo que creemos ver, oímos más de lo que creemos oír, gustamos más de lo que creemos gustar, olfateamos más de lo que creemos olfatear, percibimos con el tacto mucho más de lo que creemos percibir, pensamos más de lo que creemos pensar. No sentimos por completo nuestras sensaciones, tenemos pensamientos de los que no nos damos cuenta, vivimos dentro de limites perceptivos, provocados desde que nacemos por nuestra familia y luego por la sociedad. Nos sumergen en prejuicios y concepciones anquilosadas de la realidad y de nosotros mismos. Debemos aprender a pensar con libertad, (no digo con “inteligencia”, digo con “libertad”). El trabajo mágico consiste en disolver los límites de nuestra inteligencia y de nuestras percepciones. Estos limites nos encierran en calabozos irreales que nos impiden acceder a la conciencia suprema.
Si realmente eso es así, estaríamos limitados por nuestras propias concepciones del mundo. Sin embargo, ahí están los físicos teóricos que, se salen del “régimen” establecido y, sus mentes generan ideas e imagina mundos y universos que, siendo muy dispares de este nuestro que creemos real, podrían ser, los auténticos mundos y los auténticos paisajes que la Naturaleza trata de mostrarnos y que, nosotros, nos empecinamos en no querer ver.
Antes, para conocer el mundo, teníamos que hacer grandes viajes, realizar grandes empresas aventureras de las que nunca sabíamos cómo podríamos salir. El riesgo y la ventura era el pan de cada día para aquellos que querían descubrir otras tierras, otros pueblos y culturas. Hoy día, las cosas han cambiado. No debemos descartar la posibilidad de que seamos capaces de utilizar las unidades de Planck-Stoney para clasificar todo el abanico de estructuras que vemos en el universo, desde el mundo de las partículas elementales hasta las más grandes estructuras astronómicas. Este fenómeno se puede representar en un gráfico que recree la escala logarítmica de tamaño desde el átomo a las galaxias. Y, cualquier joven, sentado tranquilamente en su casa, con un potente ordenador, puede realizar “aventuras” que antes, eran imposibles.
Sentado cómodamente ante este sencillo conjunto de inventos tecnológicos, cualquier joven bien preparado, puede construir modelos e inventar “mundos” de inimaginable belleza. Y, lo que parecía un sueño, podrían recrear el movimiento de las galaxias, una colisión entre dos agujeros negros, e incluso, una explosión supernova.
Algunas veces me sorprendo al constatar que, algunas respuestas llegan a tu mente sin haberlas llamado en ese preciso momento. Son preguntas que te hiciste hace mucho tiempo y que no tuvieron una respuesta adecuada. Sin embargo, la experiencia, el ir acumulando datos y algún que otro saber, finalmente determina esa llegada del por qué de las cosas. Todo, sin que nos demos cuenta, queda registrado en nuestras mentes y, en el momento oportuno… ¡surge como por arte de magia aquello que queríamos saber!Ciertos parámetros mentales retienen esas cuesrtiones complejas y, finalmente, la mente consigue llegar a la resolución deseada y correcta que aparece ante nuestros ojos y nos producen, a pesar de todo, algo de asombro de que podamos haber llegado tan lejos en la comprensión de la Naturaleza.
¿Cuántas veces no habré puesto aquí la imagen de arriba que quiere significar las conexiones del cerebro que generan los pensamientos? Y, la cuestión es, que esas conexiones no se limitan a estar ahí en ese ámbito reducido que llamamos cerebro, sino que, utilizando ese otro “ente” inmaterial y superior que llamamos mente, también nos mantiene conexionados con el Universo, del que, al fin y al cabo, formamos parte.
Esta sí es una realidad, sin ella, el mundo no sería tal como lo conocemos.
Sin embargo, y a pesar de todo, no podemos negar nuestras limitaciones tanto de percepción como intelectuales para reconocer “el mundo” tal como es. Es “nuestro mundo” que, cuando sea visitado por “otros”, pudiera ser otro mundo distinto al que nosotros percibimos y, “ellos” podrían “ver” cosas que nosotros no vemos.
Vivímos en nuestra propia realidad, la que forja nuestras mentes a través de los sentidos y la experiencia. Incluso entre nosotros mismos, los seres de la misma especie, no percibimos de la misma manera las mismas cosas. Sí, muchos podemos coincidir en la percepción de algo, sin embargo, otros muchos diferirán de nuestra percepción y tendrán la suya propia. Esa prueba se ha realizado y la diversidad estuvo presente.
No, no será nada fácil despejar las incógnitas presentes en esta inmensa complejidad que llamamos Universo. Pero, firmemente creo que las respuestas están en nuestras Mentes, todo se traduce a Química y Luz. Energías de velocidades alucinantes que recorren el enmarañado entramado de neuronas y que hace posible todas y cada una de las maravillas que “real”mente se producen en nosotros y que no siempre sabemos traducir ni comprender.
Quiero resaltar la desconocida participación de las mujeres en el mundo de la astronomía, concretamente en tres de la antigüedad, en las que a dos de ellas, debido a la incomprensión y a la poca estima que por uno u otros motivos se tenía a la mujer, lo pasaron mal, una que casi tuvo que pasar por hechicera y la otra muerta de manera horrible por la intransigencia religiosa. Con estas tres pequeñas historias quiero rendir un merecido homenaje a todas la mujeres que se dedican a la ciencia y en este año tan especial que lo hacen en la astronomía.
Enheduanna, la princesa y sacerdotisa autora de la primera obra literaria de la Historia
Enheduanna fue una mujer que vivió en el siglo 23 a.C. en la antigua Mesopotamia, y es ampliamente considerada como la primera persona en la historia en crear obra literaria propia.
La conquista de Sargón el Grande derivó en el desarrollo del primer gran imperio. La ciudad de Acadia se convirtió en el primer gran centro urbano y el norte y el sur de la Mesopotamia se unieron por primera vez en la historia.
Es en medio de este extraordinario escenario histórico que hallamos el fascinante personaje de Enheduanna, la hija de Sargón, ella es una de las primeras mujeres nombradas en los textos de ciencia / tecnología históricos. Ella era una sacerdotisa, un buscador (amante de) la sabiduría y el conocimiento.
Ella fue la sacerdotisa mayor de la deidad lunar Nanna Suen en su templo de Ur (actualmente, sur de Irak). Y la labor celestial de esta mujer de hecho se refleja en su nombre, que significa “ornamento del cielo”.
Enheduanna escribió muchas obras literarias, entre ellas dos himnos dedicados a Inanna, la diosa mesopotámica del amor. También se le adjudica la autoría del mito de Inanna y Enki, una colección de 42 himnos.
Fuente de la imagen,Wikimedia Commons
Pie de foto, El disco de Enheduanna fue descubierto por el arqueólogo británico Charles Leonard Woolley y su equipo de excavación en 1927.
A pesar de esto, es bastante desconocida para la historia y sus logros literarios han sido ampliamente pasados por alto (a excepción del trabajo hecho por la académica Betty De Shong Meador).
Sus escritos son profundamente personales y contienen numerosos datos biográficos.