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Nuestras Mentes…¡que no comprendemos!

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en La Mente - Filosofía    ~    Comentarios Comments (6)

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Una parte de la ciencia estudia la estructura y la evolución del Universo: La cosmología.

La cosmología observacional se ocupa de las propiedades físicas del Universo, como su composición física referida a la química, la velocidad de expansión y su densidad, además de la distribución de Galaxias y cúmulos de galaxias.  La cosmología física intenta comprender estas propiedades aplicando las leyes conocidas de la física y de la astrofísica.  La cosmología teórica construye modelos que dan una descripción matemática de las propiedades observadas del Universo basadas en esta comprensión física.

La cosmología también tiene aspectos filosóficos, o incluso teológicos, en el sentido de que trata de comprender por qué el Universo tiene las propiedades observadas. La cosmología teórica se basa en la teoría de la relatividad general, la teoría de Einstein de la gravitación.  De todas las fuerzas de la naturaleza, la gravedad es la que tiene efectos más intensos a grandes escalas y domina el comportamiento del Universo en su conjunto.

El espacio-tiempo, la materia contenida en el Universo con la fuerza gravitatoria que genera, los posibles agujeros de gusano y, nuestras mentes que tienen conocimientos de que todo esto sucede o puede suceder. De manera que, nuestro consciente (sentimos, pensamos, queremos obrar con conocimiento de lo que hacemos), es el elemento racional de nuestra personalidad humana que controla y reprime los impulsos del inconsciente, para desarrollar la capacidad de adaptación al mundo exterior.

Al ser conscientes, entendemos y aplicamos nuestra razón natural para clasificar los conocimientos que adquirimos mediante la experiencia y el estudio que aplicamos a la realidad del mundo que nos rodea. Claro que, no todos podemos percibir la realidad de la misma manera, las posibilidades existentes de que el conocimiento de esa realidad, responda  exactamente a lo que  ésta es en sí, no parece fácil.

Descartes, Leibniz, Locke, Berkeley, Hume (que influyó decisivamente en Kant), entre otros, construyeron una base que tomó fuerza en Kant, para quien el conocimiento arranca o nace de nuestras experiencias sensoriales, es decir, de los datos que nos suministra nuestros cinco sentidos, pero no todo en él procede de esos datos.  Hay en nosotros dos fuentes o potencias distintas que nos capacitan para conocer, y son la sensibilidad (los sentidos) y el entendimiento (inteligencia).  Esta no puede elaborar ninguna idea sin los sentidos, pero éstos son inútiles sin el entendimiento.

A todo esto, para mí, el conocimiento está inducido por el interés.  La falta y ausencia de interés aleja el conocimiento.  El interés puede ser de distinta índole: científico, social, artístico, filosófico, etc.  (La gama es tan amplia que existen conocimientos de todas las posibles vertientes o direcciones, hasta tal punto es así que, nunca nadie lo podrá saber todo sobre todo). Cada uno de nosotros puede elegir sobre los conocimientos que prefiere adquirir y la elección está adecuada a la conformación individual de la sensibilidad e inteligencia de cada cual.

                     Lo que ocurría allá arriba, siempre despertó en nosotros interés y curiosidad

También se da el caso de personas que prácticamente, por cuestiones genéticas o de otra índole, carecen de cualquier interés por el conocimiento del mundo que les rodea, sus atributos sensoriales y de inteligencia funcionan a tan bajo rendimiento que, sus comportamientos son casi-animales (en el sentido de la falta de racionalidad), son guiados por la costumbre y las necesidades primarias: comer, dormir…

El polo opuesto lo encontramos en múltiples ejemplos de la historia de la ciencia, donde personajes como Newton, Einstein, Riemann, Ramanujan y tantos otros (cada uno en su ámbito del conocimiento), dejaron la muestra al mundo de su genio superior.

Pero toda la realidad está encerrada en una enorme burbuja a la que llamamos Universo y que encierra todos los misterios y secretos que nosotros, seres racionales y conscientes, persiguen.

                                                                                                    A veces la conciencia nos grita

Todo el mundo sabe lo que es la conciencia; es lo que nos abandona cada noche cuando nos dormimos y reaparece a la mañana siguiente cuando nos despertamos.  Esta engañosa simplicidad me recuerda lo que William James escribió a finales del siglo XIX sobre la atención:”Todo el mundo sabe lo que es la atención; es la toma de posesión por la mente, de una forma clara e intensa, de un hilo de pensamiento de entre varios simultáneamente posibles”.  Más de cien años más tarde somos muchos los que creemos que seguimos sin tener una comprensión de fondo ni de la atención, ni de la conciencia que, desde luego, no creo que se marche cuando dormimos, ella no nos deja nunca.

La falta de comprensión ciertamente no se debe a una falta de atención en los círculos filosóficos o científicos.  Desde que René Descartes se ocupara del problema, pocos han sido los temas que hayan preocuado a los filósofos tan persistentemente como el enigma de la conciencia.

Para Descartes, como para James más de dos siglos después, ser consciente era sinónimo de “pensar”: el hilo de pensamiento de James no era otra cosa que una corriente de pensamiento. El cogito ergo sum, “pienso, luego existo”, que formuló Descartes como fundamento de su filosofía en Meditaciones de prima philosophía, era un reconocimiento explícito del papel central que representaba la conciencia con respecto a la ontología (qué es) y la epistemología (qué conocemos y cómo le conocemos).

Claro que tomado a pie juntillas, “soy consciente, luego existo”, nos conduce a la creencia de que nada existe más allá o fuera de la propia conciencia y, por mi parte, no estoy de acuerdo.   Existen muchísimas cosas y hechos que no están al alcance de mi conciencia.  Unas veces por imposibilidad física y otras por imposibilidad intelectual, lo cierto es que son muchas las cuestiones y las cosas que están ahí y, sin embargo, se escapan a mi limitada conciencia.

Todo el entramado existente alrededor de la conciencia es de una complejidad enorme, de hecho, conocemos mejor el funcionamiento del Universo que el de nuestros propios cerebros. ¿Cómo surge la conciencia como resultado de procesos neuronales particulares y de las interacciones entre el cerebro, el cuerpo y el mundo? ¿Cómo pueden explicar estos procesos neuronales las propiedades esenciales de la experiencia consciente ?

Cada uno de los estados conscientes es unitario e indivisible, pero al mismo tiempo cada persona puede elegir entre un número ingente de estados conscientes distintos.

                                    Charles Sherrington

Muchos han sido los que han querido explicar lo que es la conciencia.  En 1.940, el gran neurofisiólogo Charles Sherrington lo intento y puso un ejemplo de lo que él pensaba sobre el problema de la conciencia.  Unos pocos años más tarde también lo intentaron otros y, antes, el mismo Bertrand Russell hizo lo propio, y, en todos los casos, con más o menos acierto, el resultado no fue satisfactorio, por una sencilla razón: nadie sabe a ciencia cierta lo que en verdad es la conciencia y cuales son sus verdaderos mecanismos; de hecho, Russell expresó su escepticismo sobre la capacidad de los filósofos para alcanzar una respuesta:

“Suponemos que un proceso fisico da comienzo en un objeto visible, viaja hasta el ojo, donde se convierte en otro proceso físico en el nervio óptico y, finalmente, produce algún efecto en el cerebro al mismo tiempo que vemos el objeto donde se inició el proceso; pero este proceso de ver es algo “mental”, de naturaleza totalmente distinta a la de los procesos físicos que lo preceden y acompañan.  Esta concepción es tan extraña que los metafísicos han inventado toda suerte de teorías con el fin de sustituirla con algo menos increíble”.

Está claro que en lo más profundo de ésta consciencia que no conocemos, se encuentran todas las respuestas planteadas o requeridas mediante preguntas que nadie ha contestado.

Al comienzo mencionaba el cosmos y la gravedad junto con la consciencia y, en realidad, con más o menos acierto, de lo que estaba tratando era de hacer ver que todo ello, es la misma cosa.  Universo-Galaxia-Mente.  Nada es independiente en un sentido global, sino que son partes de un todo y están estrechamente relacionados.

Una Galaxia es simplemente una parte pequeña del Universo, nuestro planeta es, una mínima fracción infinitesimal de esa Galaxia, y, nosotros mismos, podríamos ser comparados (en relación a la inmensidad del cosmos) con una colonia de bacterias pensantes e inteligentes.  Sin embargo, todo forma parte de lo mismo y, aunque pueda dar la sensación engañosa de una cierta autonomía, en realidad todo está interconectado y el funcionamiento de una cosa incide directamente en las otras.

Pocas dudas pueden caber a estas alturas de que, el hecho de que podamos estar hablando de estas cuestiones, es un milagro en sí mismo.

Después de millones y millones de años de evolución, se formaron las conciencias primarias que surgieron en los animales conciertas estructuras cerebrales de cierta (aunque limitadas) complejidad que, podían ser capaces de construir una escena mental, pero con capacidad semántica o simbólica muy limitada y careciendo de un verdadero lenguaje.

La conciencia de orden superior (que floreció en los humanos y presupone la coexistencia de una conciencia primaria) viene acompañada de un sentido de la propia identidad y de la capacidad explícita de construir en los estados de vigilia escenas pasadas y futuras.  Como mínimo, requiere una capacidad semántica y, en su forma más desarrollada, una capacidad lingüística.

Los procesos neuronales que subyacen en nuestro cerebro son en realidad desconocidos y, aunque son muchos los estudios y experimentos que se están realizando, su complejidad es tal que, de momento, los avances son muy limitados.  Estamos tratando de conocer la máquina más compleja y perfecta que existe en el Universo.

Si eso es así, resultará que después de todo, no somos tan insignificantes como en un principio podría parecer, y solo se trata da tiempo. En su momento y evolucionadas, nuestras mentes tendrán un nivel de conciencia que estará más allá de las percepciones físicas tan limitadas.  Para entonces, sí estaremos totalmente integrados y formando parte, como un todo, del Universo que ahora presentimos.

El carácter especial de la conciencia me hace adoptar una posición que me lleva a decidir que no es un objeto, sino un proceso y que, desde este punto de vista, puede considerarse un ente digno del estudio científico perfectamente legítimo.

La conciencia plantea un problema especial que no se encuentra en otros dominios de la ciencia.  En la Física y en la Química se suele explicar unas entidades determinadas en función de otras entidades y leyes.  Podemos describir el agua con el lenguaje ordinario, pero podemos igualmente describir el agua, al menos en principio, en términos de átomos y de leyes de la mecánica cuántica.  Lo que hacemos es conectar dos niveles de descripción de la misma entidad externa (uno común y otro científico de extraordinario poder explicativo y predictivo.  Ambos niveles de descripción) el agua líquida, o una disposición particular de átomos que se comportan de acuerdo con las leyes de la mecánica cuántica (se refiere a una entidad que está fuera de nosotros y que supuestamente existe independientemente de la existencia de un observador consciente.

En el caso de la conciencia, sin embargo, nos encontramos con una simetría.  Lo que intentamos no es simplemente comprender de qué manera se puede explicar las conductas o las operaciones cognitivas de otro ser humano en términos del funcionamiento de su cerebro, por difícil que esto parezca.  No queremos simplemente conectar una descripción de algo externo a nosotros con una descripción científica más sofisticada.  Lo que realmente queremos hacer es conectar una descripción de algo externo a nosotros (el cerebro), con algo de nuestro interior: una experiencia, nuestra propia experiencia individual, que nos acontece en tanto que observadores conscientes.  Intentamos meternos en el interior o, en la atinada ocurrencia del filósofo Tomas Negel, saber qué se siente al ser un murciélago.  Ya sabemos qué se siente al ser nosotros mismos, qué significa ser nosotros mismos, pero queremos explicar por qué somos conscientes, saber qué es ese “algo” que no s hace ser como somos, explicar, en fin, cómo se generan las cualidades subjetivas experienciales.  En suma, deseamos explicar ese “Pienso, luego existo” que Descartes postuló como evidencia primera e indiscutible sobre la cual edificar toda la filosofía.

Ninguna descripción, por prolija que sea, logrará nunca explicar cabalmente la experiencia subjetiva.  Muchos filósofos han utilizado el ejemplo del color para explicar este punto.  Ninguna explicación científica de los mecanismos neuronales de la discriminación del color, aunque sea enteramente satisfactorio, bastaría para comprender cómo se siente el proceso de percepción de un color.  Ninguna descripción, ninguna teoría, científica o de otro tipo, bastará nunca para que una persona daltónica consiga experimentar un color.

En un experimento mental filosófico, Mary, una neurocientífica del futuro daltónica, lo sabe todo acerca del sistema visual y el cerebro, y en particular, la fisiología de la discriminación del color.  Sin embargo, cuando por fin logra recuperar la visión del color, todo aquel conocimiento se revela totalmente insuficiente comparado con la auténtica experiencia del color, comparado con la sensación de percibir el color.  John locke vio claramente este problema hace mucho tiempo.

Pensemos por un momento que tenemos un amigo ciego al que contamos lo que estamos viendo un día soleado del mes de abril: El cielo despejado, limpio y celeste, el Sol allí arriba esplendoroso y cegador que nos envía su luz y su calor, los árabes y los arbustos llenos de flores de mil colores que son asediados por las abejas, el aroma y el rumor del río, cuyas aguas cantarinas no cesan de correr transparentes, los pajarillos de distintos plumajes que lanzan alegres trinos en sus vuelos por el ramaje que se mece movido por una brisa suave, todo esto lo contamos a nuestro amigo ciego que, si de pronto pudiera ver, comprobaría que la experiencia directa de sus sentidos ante tales maravillas, nada tiene que ver con la pobreza de aquello que le contamos, por muy hermosas palabras que para hacer la descripción empleáramos.

La mente humana es tan compleja que, no todos ante la misma cosa, vemos lo mismo.  Nos enseñan figuras y dibujos y nos piden que digamos (sin pensarlo) la primera cosa que nos sugiere.  De entre diez personas solo coinciden tres, los otro siete divergen en la apreciación de lo que el dibujo o la figura les sugiere.

Esto nos viene a demostrar la individualidad de pensamiento, el libre albedrío para decidir.   Sin embargo, la misma prueba, realizada en grupos de conocimientos científicos similares y específicos: Físicos, matemáticos, químicos, etc.  hace que el número de coincidencias sea más elevada, más personas ven la misma respuesta al problema planteado.  Esto nos sugiere que, la mente, está en un estado virgen que cuenta con todos los elementos necesarios para dar respuestas pero que necesita experiencias y aprendizaje para desarrollarse.

¿ Debemos concluir entonces que una explicación científica satisfactoria de la conciencia queda para siempre fuera de nuestro alcance? ¿O es de alguna manera posible romper esa barrera, tanto teórica como experimental, para resolver las paradojas de la conciencia?

                                                             Todavía no sabemos encajar las piezas

La respuesta a estas y otras preguntas, en mi opinión, radica en reconocer nuestras limitaciones actuales en este campo del conocimiento complejo de la mente, y, como en la Física cuántica, existe un principio de incertidumbre que, al menos de momento (y creo que en muchos cientos de años), nos impide saberlo todo sobre los mecanismos de la conciencia y, aunque podremos ir contestando a preguntas parciales, alcanzar la plenitud del conocimiento total de la mente no será nada sencillo, entre otras razones está el serio inconveniente que su ponemos nosotros mismos, ya que, con nuestro que hacer podemos, en cualquier momento, provocar la propia destrucción.

Una cosa si está clara: ninguna explicación científica de la mente podrá nunca sustituir al fenómeno real de lo que la propia mente pueda sentir.

¿ Cómo se podría comparar la descripción de un gran amor con sentirlo, vivirlo física y sensorialmente hablando ?

Hay cosas que no pueden ser sustituidas, por mucho que los analistas y especialistas de publicidad y maketin se empeñen,  lo auténtico siempre será único.

emilio silvera

 

  1. 1
    Fandila
    el 8 de septiembre del 2012 a las 18:36

    Aunque no queramos, hemos de dar la razón, al menos bajo su punto de vista, a los que creen que el libre albedrio no existe.
    Nuestra mente al fin y al cabo tiene que someterse a lo que en en último término el Universo le dicte.
    Lo que ocurre, que la mente es algo tan complicado y complejo que viene a ser como un universo en minitura (Así tan literal como parece). Este Universo se hace autónomo y por tanto posee sus subleyes (O subnormas), o leyes (O normas) hechas y derechas, pero como cualquier autonomía dependerá en último término del Universo mayor que lo ha creado y lo mantiene.
    Decir que la consciencia sea el punto álgido, el equilibrio permanente que se desplaza, como una conjunción energética, o la resultante siempre renovada en nuestro cerebro, no es ninguna tontería. Las influencias  a él desde el exterior siempre son distintas (Sensaciones, cambios físicos externos o del resto del organismo).
    Ese punto álgido sería el “lugar” dónde la información que las propias neuronas generan, entra, llega al equilibrio y se decanta de nuevo (Casi libre decantación aleatoria) como información de respuesta. Este punto cambiante sería el verdadero de control y de consciencia, casi nuestro yo resumido.
    Lo dicho no  puede tomarse al pie de la letra, la complejidad de los mecanismos y sus interacciones son muy grandes Sin embargo ese punto último de control y de sentimiento instantaneo no podría ser múltiple pues solo sentimos o somos conscientes de un solo aspecto en cada instante. Nadie posee dos consciencias del mismo “modo” en cada momento. Ya se sabe que los centros de control para las funciones cerebrales se reparte por todo él, sin embargo, ese punto álgido (Más energetico) se desplazará hacía ellos donde la energía, el requirimiento, lo demande, porque por ahí va la “moda” o lo más perentorio de sensaciones y estímulos “instantaneos” o la influencia “dormida”  de lo ya sedientado (Memoria) que al compás de aquellos se estimula por el acuerdo o no de sus circuitos, o bases químicas  ya establecidas.
     
    Luego de ocuparme en este intento de comprender lo que en su causa y primera no es comprensible, hay cosas que no comprendo, como éstade internet. ¿Se puede recuperar de la red una información ya extendida?
    No hace mucho en este blog aparecía un comentario a uno de mis comentarios. Era en inglés, y más o menos venia a decir: “todo me parece muy bien, pero eso de los toros y los toreros… porque el torero tienen una valía y una personalidad… que si patatin, que si patatan.
    Pero qué toros ni qué vacas, pensé al pronto. Luego entendí que el malentedido seguramente tendría su origen en mi nombre que quien fuera asociaba con el “Fandi”.
    Mi respuesta lo fue en ese sentido: que con seguridad el contertulio habría de confundirse debido a la cierta coinciencia por el nombre, y que yo ni era torero ni me entusiasmaban especialmente los toros. Por lo que sé el Fandi se llama Fandila pero de apellido
     
    No mucho después tiempo vine a dar en una pagina de toreros. En ella algo tendría que ver el “Fandi”, o no cualquiera sabe. Al pulsar en un apartado: “Imagenes”, descubro una cantidad de fotos de toros y de toreros de lo más grande, y entremezcladas con ellas otra cantidad no menor de mis gráficos, los que yo utilizo en mis trabajos de Fisica.  De dónde los habrían sacado, quien fuera que que los toreros sino más alguna web de la muchas que se dedican a esas recoilaciones, ya se habría tomado interés y trabajo.
    Envié un mensaje de reclamación a Google, pero no pude comprobar que aquello se corrigiera.
    Poco después, picado ya más que nada de la curiosidad, entro al mismo sitio, y milagrosamente el número de fotos y gráficos se había reducido considerablemente, pero toros, toreros y mis gráficos permanecían juntos y revueltos.
    No tiene gran importancia, y a saber si los toreros no se sorprenderían también de lo mismo.
    Como entres algo en internet y se extienda, despídete, que si por la razón que sea quieres retirarlo lo tienes difícil. Menudo trabajo para el “navegador” si todos quisieran hacer lo mismo. A lo hecho pecho, no hay más vuelta de hoja.
    Y menudo trabajadero si has de pensarte y repensarte todo lo que subas, sopesando pros, contras y recontras.
     
    Cordiales saludos.
     

    Responder
    • 1.1
      emilio silvera
      el 9 de septiembre del 2012 a las 7:33

      Amigo mío, lo que entre en Internet ya no nos pertenece es de todos. Asi que meterse a tratar de solucionar alguna anomalía en ese mundillo virtual…no es fácil. Por mi parte, lo tengo claro, lo que se puso ahí ya es del mundo y lo único que queda de tí, es la firma.
      Por otra parte, y en relación al “supuesto” libre albedrío, decirte que es una sensación engañosa que tenemos todos de que podemos actuar según nos dicte nuestra conciencia y elegir el camino más adecuado en cada momento. Sin emargo eso no es así, mil circunstancias ajenas a nosotros mismos lo impiden y, sólo en ocasiones “apacibles” podemos elegir sobre esto o aquello.
      Además, nuestra misma mente es impredecible y, alguna vez, podemos actuar de manera que, más tarde no reconozcamos ni nosotros mismos. En una situación límite de extremo peligro, nunca podremos saber que haremos. Una vez fuí testigo de una esena en la que, un vándalo despreciable, en plena calle, pegaba a una mujer que sólo podía tratar de parar los golpes. Un viandante cercano a los hechos, al ver aquello y sin pensarlo, se tiró encima del hombre al que derribó y, literalmente, molió a puñetazos.
      Más tarde, cuando todo aquello pasó y llegó la policia prguntando a los testigos y al hombre que había salvado a la pobre mujer, al ser preguntado, lo único que pudo decir fue: “Lo siento agente, lo único que recuerdo es que ese energúmeno pegaba a esta señora” no recuerdo nada más.
      ¿Qué explicación podemos dar a un suceso así? ¿Quién determino y por qué que el hombre actuara como lo hizo y, por qué su acción quedó borrada de su memoria? No creo que, el libre albedrío tuviera nada que ver con lo que hizo. Hay resortes dentro de nosotros que no hemos llegado a comprender y que, en ocasiones especiales y al margen de ese “libre Albedrío” nos hacen hacer algo que ni sabíamos que podíamos hacer.
      El Libre Albedrío está ahí en circunstancias muy concretas y locales, circunstancias en las que no inciden agentes externos sean naturales o artificiales. Podemos elegir llevar a nuestros hijos a este o aquel colegio, podemos entrar en la tienda y comprar esta o aquella prenda, podemos decidir quedarnos en casa y leer un libre ebn lugar de ir al cine…Ese es, en realidad, el ámbito de nuestro Libre Albedrío.
      Una cosa que es demostrativa de que no existe tal libertad de decidir o elegir si alguna influencia ajena está de por medio es, la simple elección de tu pareja. Se dice que nadie (salvo alguna excepción) a podido elegir a la mujer que quería, sino que, se ha tenido que adaptar a la que ha podido elegir. Ella, la mujer, también tenía algo que decir en esa elección.
      Pues como el caso de la elección del ser amado, resulta que son muchísimos los que intervienen en nuestros comportamientos y decisiones que nunca (salvo los antes expuestos y parecidos), estarán supeditados a parámetros que no podemos dominar.
      El Libre Albedrío es solamente parcial y reducido a un pequeño campo de actividades cotidianas, cuando se sale de ahí…ya nosotros, tenemos poco que decir al respecto y es…¿el destino? ¿el Azar? ¿la causalidad? ¿La casualidad? la que decide por nosotros.
      Saludos.

      Responder
  2. 2
    Fandila
    el 9 de septiembre del 2012 a las 9:08

    Yo qué sé. El fondo de la libertad se difumina de tal forma, que sí entramos en él, metafísicamente no sabremos distinguir que es primero si la parte o el todo. Es decir, cual es el ser que protagoniza, el elemento más simple, el Universo que es mayor o cualquier otra de sus partes. O sea, que cada autonomía es libre en si misma y la libertad global una suma de todas ellas. Claro que todas estas libertades unas son más poderosas que otras.
    Pero no elucubremos demasiado, que como decía el Maestro: “No por mucho pensar podremos añadir un solo codo a nuestra estatura”. En la práctica nuestro libre albedrío funciona más que aceptablemente.
     Volviendo a los”incidentes” y/o malos entendidos que a mi respectan een Ciencia Kanija, mi actitud o mis actitudes se parecen bastante a ese ejemplo que tu ponías Emilio respecto de la mujer a la que pegaban. Afortunadamente ahí no hay ni puñetazos ni pelea física alguna. La cuestión como sabes es otra. No hay nada en el mundo que me exaspere más que una turba de indeseables, que a lo que se ve no tienen otra forma de contentar su ego, lo hagan fastidiando al prójimo. Con eso no puedo, es más fuerte que yo. Aunque nadie estemos libres de ninguna culpa.
    Particularmente, ese chaval, como él dice, en el fondo no perseguía otra cosa que hacerse de notar, como nos pasa a cualquiera, pero sus formas denotan, no una maldad sino el desconcierto. Menudo futuro que la sociedad les depara, y menudos los valores que les predica.
    Pero es que no puedo. Tampoco yo soy un santo, que no quiera Dios, y todos hemos pasado por esas o parecidas.
    Quedo distendido al cabo porque ese muchacho, o lo que sea, no es tonto precisamente y aunque quiza no “pueda” comportarse de un modo distinto a lo mejor está requieriendo la forma de encontrar como hacerlo.
    Mis mejores augurios.
    Emilio, ¿te gustan los toros?

    Responder
    • 2.1
      emilio silvera
      el 9 de septiembre del 2012 a las 9:47

      Amigo mío, en lo que se refiere al “Tonto del Pueblo” de Ciencia kanija, no debes darle más importancia que la que tiene. es cierto que, su manera de actuar no es todo lo social que debiera ser y, la educación, no pocas veces brilla por su ausencia, Esa agresividad debe tener un fondo oculto que no llegamos a ver (el sabrá) pero, meterse con genete que nada le hizo, no es sano ni denota nada bueno en él.
      En estos casos, lo mejor es prestarle la mínima atención, pués en cualquier momento, barbariza y suelta un gazapo para fastidiar al interlocutor de turno que, si le sigue el juego, estará encantado. Mejor dejarlo a su “libre albedrío” y quedar como testigos de “sus hazañas”.
      En cuanto a los Toros, siento decirte que nunca me llamaron la atención. Tengo un sobrino que fue Torero y nunca pude ir a la Plaza a ver una de sus corridas. No puedo evitar sentir que, cuando esos chicos salen a al ruedo (no le quito valor a lo que hacen), me invada una sensación de profunda ignorancia, de cosa pasada de moda, de una escena del pasado…y, men fin, de algo que, en nuestro tiempo de la mecánica cuántica me parece está fuiera de lugar.
      Claro que, como nadie es perfecto, es posible que el ognorante sea yo al no comprender la “grandeza” de todo lo que allí, en la Plaza, se desarrolla. Puede ser. Así que, comprendiendo eso (tengo muchos amigos licenciados que son unos enamorados de los Toros y, pienso que, todos, no pueden estar equivocados), es posible que el defecto esté en mí persona que tiene otros gustos y prioridades.
      Un saludo

      Responder
  3. 3
    Fandila
    el 9 de septiembre del 2012 a las 12:29

    No debes sentir nada, que a mi tampoco me apasionan. Ni fu ni fa. El preguntartelo ha sido por entrar en otro tema, y una cierta experiencia, agradable para mi de un cliente apasionado de la fiesta, de lo más humoristaque yo he vivido. Otro día lo sacaré, que ahora me espera mi hija y un amigo para que le hagamos de taxistas. A ver que se hace.

    Responder
  4. 4
    book seller
    el 24 de agosto del 2015 a las 7:09

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