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Paganini: ¡Qué personaje!

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en General    ~    Comentarios Comments (0)

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El violinista del diablo
Paganini recorrió medio mundo con su violín y amasó una fortuna. El Violinsta del Dibalo le llegaron a llamar. Niccolò Paganini tenía un dominio del instrumento tan desmesurado que se corrió la voz de un pacto con el maligno. Su cadáver tardó 36 años en ser enterrado en sagrado.

Ya en vida, a Niccolò Paganini (Génova, 1782) le llamaban el violinista del diablo. Una vida tumultuosa, su éxito con las mujeres -fue amante de Paulina y Elisa, hermanas de Napoleón Bonaparte y de bailarinas como Antonia Bianchi, madre de su hijo Achille-, su genio creativo, su magnetismo personal y su aspecto inconfundible y fuera de la norma de sus últimos años hicieron de él un personaje amado y envidiado a un tiempo. Verle en sus últimos años desdentado y flaco a consecuencia de la sífilis y el tratamiento con mercurio, vestido siempre con pantalones negros y abrigos rotos, ayudó a labrar su fam de maldito.

La leyenda tejida en torno a Paganini se nutre de mimbres como que su madre, cuando el pequeño contaba cinco años, soñó que el mismísimo diablo profetizaba que su hijo iba a ser un violinista de fama mundial. Desde ese día, practicaría diez horas diarias. Auténtico niño prodigio, cuando su padre le encomendó al maestro Alessandro Rolla para que tallase su arte, el profesor, tras escucharle unos minutos, solo pudo balbucir un “…no tengo nada que enseñarle”.

Su primera obra triunfal, Le Streghe (Las Brujas), estrenada en La Scala de Milán en 1813, le abrió las puertas de la gran sociedad. Dotado de una extrema flexibilidad en sus dedos, fue capaz de crear e interpretar complicadísimas digitalizaciones y de abrir horizontes inexplorados para el violín. Prueben a escuchar su deliciosa ‘La Campanella’ o el inconfundible ‘Concierto para violín número 1’, y saquen sus propias conclusiones. Uno diría que Paganini estaba muchísimo más cerca de los ángeles… que del diablo. Aunque le gustara viajar siempre en un carruaje tirado por dos caballos azabaches.

Recorrió medio mundo con su violín y amasó una fortuna. Para la época tenía el caché de los Rolling Stones, aunque le acompañaba una falsa fama de avaro que desmiente el hecho de haber extendido un cheque por valor de 20.000 francos a Hector Berlioz (sí, sí, el de la Sinfonía Fantástica), a quien justo acababa de conocer y que vivía con apreturas. Berlioz desmiente el episodio y asegura que Paganini quiso comprarle una obra.

Fue socio en un casino, el Casino Paganini de París, y tan adicto al juego que se apostó alguno de sus Guarneri y Stradivarius a las cartas. ¿Leyenda? Lo que es cierto es que hizo una fortuna y que en esos lances, el azar debió de acompañarle a menudo porque, a su muerte, poseía 22 valiosos instrumentos: once Stadivarius, entre violines, violas y chelos, así como violines Amati y Guarneri. Sus estudiosos (y hay 30 biografías escritas sobre el personaje) sostienen que su favorito era un Guarneri del Gesù de 1742, apodado ‘el cannone’ por su extremada potencia sonora.

Su capacidad articular era, eso sí, sobrenatural. El doctor Bennati anotó que cuando Paganini tocaba, su codo era capaz de pasar por encima del codo opuesto. Su hiperlaxitud hacía que pudiera palparse la muñeca con la uña del pulgar. Padeció una enfermedad que le dejó sin voz y, al final de sus años, solo se comunicaba por escrito.

El hecho de que se negara a recibir la Extremaunción en sus últimas horas (creía que su estado no era tan grave) acrecentó su fama de endemoniado. Fama que Paganini no trató nunca de atajar ya que ni se acercaba por las iglesias y jamás rebatió a quienes así le atacaban. ¿Márketing?

Tras morir en Niza el 27 de mayo de 1840 su cuerpo fue embalsamado y permaneció durante dos meses en la funeraria. Luego, estuvo otro año en el sótano de la casa de su hijo Achille. Pasado ese tiempo, el féretro fue llevado al lazareto de Villefranche. Pero ni allí alcanzó reposo eterno. Su cadáver pasó de un cementerio a otro hasta que, en 1876, el obispo de Parma autorizó, por fin, que fuera enterrado en sagrado. Nadie ha escuchado jamás ninguna nota lánguida escapándose bajo la lápida de Niccolò.

Reportaje: Elcorreo.com

 


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